·
Carlos Fuentes fue escritor, abogado por la UNAM y economista por la Escuela de Altos Estudios de Ginebra, Suiza
El presidente de Francia, Francois Hollande, calificó
a Carlos Fuentes como un gran amigo de su país y un hombre comprometido
PARÍS,
Francia, mayo 16, 2012.- El nuevo presidente francés, François
Hollande, rindió hoy homenaje al fallecido escritor mexicano Carlos
Fuentes, de quien destacó su carácter comprometido y ser un "gran
amigo" de Francia.
Hollande
señaló en un comunicado haber recibido "con emoción" la noticia de la
muerte de Fuentes y rindió "homenaje al hombre comprometido, rebelde a las
normas y a los dogmas, que defendió con ardor una idea simple y digna de la
humanidad".
También
recordó a Fuentes como "el gran escritor de la identidad mexicana que tan
bien supo expresar el genio de ese país convergente a través de una producción
literaria profundamente rica y original".
"En
nombre de Francia saludo con respeto a este nombre de la literatura universal y
a este gran amigo de nuestro país", señaló el jefe del Estado francés.
Embajador
mexicano en Francia durante los años 70, el autor de obras como "La muerte
de Artemio Cruz" (1962), "Gringo Viejo" (1985) y "Terra
Nostra" (1975) murió ayer, a los 83 años, en un hospital de la capital
mexicana, donde fue ingresado de urgencia.
|
Carlos Fuentes, mexicano, al centro, con el escritor peruano Mario Vargas LLosa y con el escritor colombiano Gabriel Garcia Marquez |
Viva el socialismo.
Pero... (1)
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes ha
publicado treinta novelas y libros de ensayos. Ha recibido el Premio Cervantes
y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Ha sustentado la Cátedra
Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge y la Cátedra Robert F. Kennedy de
la Universidad de Harvard. Inauguró la Cátedra "México" de Trinity
College, Dublín y la Cátedra Alfonso Reyes de la Universidad de París. Es
co-presidente del Foro Iberoamérica.
14 May. 12
La historia se anuncia.
Luego duerme la siesta. Y, al cabo, despierta. Los acontecimientos de mayo de
1968 en París fueron una fiesta. "Debajo de los pavimentos, las
playas". "Prohibido prohibir". Marx y Rimbaud, compañeros.
Asistí a esa fiesta. Era una forma de embriaguez colectiva. Pero tenía un fondo
sobrio. Había que modernizar a Francia. El Partido Comunista se negó al
movimiento. Las fábricas no fueron a la huelga. Se inició el gran declive del
PC, que en Francia había llegado a ser partido que sumó la fuerza del
proletariado a una doctrina nacionalista ajena al internacionalismo de Marx.
1968 redujo al PC pero no
encontró con qué sustituirlo. El gran partido socialista de Jean Jaurés
(1859-1914) fue revitalizado por León Blum, quien en el corto espacio de un
año, 1936-1937, estableció el derecho a vacaciones pagadas, la semana de
cuarenta horas y el contrato colectivo de trabajo. Esta herencia fue disipada
por el Partido Socialista de la post-guerra, llegando, con Guy Mollet a
participar en la guerra del Canal de Suez contra el presidente egipcio, Gamal
Abdel Nasser. Mayo del 68 confirmó tanto el desprestigio del PS como el del PC.
En el Congreso socialista de Épinay, Francois Mitterrand decidió revertir el
declive y devolverle un sentido al PS. ¿Pero cuál sentido?
Tuve una relación
personal, de amistad política, con Mitterrand. Vecinos en la misma calle
parisina en los años setenta, aplaudí su viaje a México en oposición a
opiniones estrechamente oficialistas.
El fruto de la visita lo
obtuvimos cuando Mitterrand llegó a la presidencia de Francia en 1981 y puso en
marcha un programa renovador que le devolvió prestigio y fuerza al maltratado
PS. Mitterrand tuvo la audacia (comparable a la de Lázaro Cárdenas en México)
de tomar las medidas que el país entero, incluyendo a la burguesía, necesitaba
para prosperar. Nacionalizó la banca para modernizarla. Puso la justicia en
manos de un gran abogado, Robert Badinter, quien abolió la pena de muerte y
modernizó las cárceles. Descentralizó la administración pública. Redujo la semana
de trabajo. Aumentó el periodo de vacaciones. Exigió a los patronos aprobación
gubernamental antes de despedir trabajadores. Más empleo. Más vivienda popular.
Un programa de gasto deficitario que no encontró eco en las políticas de
reducción de gastos y de impuestos de otras naciones capitalistas. No obstante,
las políticas de Mitterrand quedaron, como dicen los franceses, "en
reserva de la república" y hoy regresan al primer plano dada la actual
opción crítica entre la austeridad como promesa de desarrollo que sólo
prolongan la depresión y un retorno a la política de Mitterrand: Expansión y
desarrollo.
Al cabo, la derecha
francesa, tan asustada por Mitterrand, entendió (a medias) la necesidad de las
reformas para alcanzar la prosperidad colectiva, incluyendo la de la burguesía.
Nuevamente, se impone la comparación con Cárdenas en México, Franklin Roosevelt
en EE.UU., López Pumarejo en Colombia y el Frente Popular en Chile.
La política exterior de
Mitterrand, que tanta alarma inicial causó en Washington, se situó en la
realidad europea. "Moscú puede usar el arma atómica contra Francia en cosa
de minutos", me dijo un día Mitterrand. Su política aisló y debilitó al PC
francés, que al cabo se retiró del gobierno. El filósofo francés Jacques Derrida
viajó a Praga a dar clases privadas de filosofía, toda vez que el gobierno sólo
permitía versiones ortodoxas. Derrida fue detenido y encarcelado. Mitterrand le
exigió a Praga la liberación inmediata o la ruptura de relaciones. Praga cedió.
Heredero de la política de cooperación en vez de guerra con Alemania, política
iniciada por Robert Schuman y Konrad Adenauer. Mitterrand reforzó los lazos con
el vecino del Rin. Viajó a Cancún con asesores de izquierda (Regis Debray, Jean
Daniel). Observó las indiscreciones del Ronald Reagan. Se admiró de que los
EE.UU. eligiesen presidente a un actor de Hollywood. Prosiguió una política
independiente para Francia y al cabo, cuando la elección de 1986 la ganó la
derecha, Mitterrand "cohabitó" como presidente con el Primer Ministro
golista, Jacques Chirac. Sólo que, si el zorro Chirac sabía muchas cosas, el
erizo Mitterrand sabía una gran verdad: que la oposición cometa los errores, yo
me limito a presidir. Así ganó la elección presidencial de 1988 con una mayoría
del 54%. A mitades entre las regresiones de Chirac y las renovaciones
socialistas, Mitterrand en su segundo periodo resucitó el salario mínimo, un
programa de empleo y un impuesto sobre las grandes fortunas.
La elección de Francois
Hollande, el primer presidente socialista desde Mitterrand, hereda el pasado
que aquí evoco. Pero lo hereda en un mundo muy distinto al que le tocó a
Mitterrand. (Sigue mañana).
Viva el socialismo. Pero... (2)
Carlos Fuentes
15 May. 12
Nadie ha explicado la
continuidad de la historia de Francia mejor que Francois Mitterrand. Nunca fui
partidario de Charles De Gaulle, explicó una vez. Pero siempre rehusé ser su
enemigo, afirmó. ¿Por qué? porque existía. Porque sus actos lo creaban, convencido
de que él era Francia, a la cual, añade Mitterrand, De Gaulle quería con un
amor visceral, exclusivo. Es más: De Gaulle afirmaba la presencia francesa en
todos los frentes a la vez. Exigía admiración y lealtad. Un viejo chiste
propone que De Gaulle, ante su gabinete, decidió un día invadir la Unión
Soviética.
-¡Dios mío! -exclamó un
ministro.
-No exagere -le contestó
De Gaulle.
Si evoco este pasado, es
para acercarme al presente que enfrenta el recién electo Francois Hollande y
para contrastar el gran talento político de De Gaulle, tan admirado por su
opositor Mitterrand, con la pequeñez del antecesor inmediato de Hollande,
Nicolas Sarkozy. Presidente de un solo período, Sarkozy lo inició con
frivolidad: cenas suntuosas, viajes en yacht, relojes de setenta mil dólares,
bikinis y un profundo desprecio por la gente de la calle: "cállate,
pendejo", le dijo a un ciudadano opositor. Confieso mi antipatía. El año
de México en Francia fue cancelado por la exigencia de Sarkozy: cada acto del
centenar previsto debía comenzar con la defensa de la encarcelada Florence
Cassez: cine, arte, arqueología, literatura mexicanas, pero primero, defensa de
Cassez. La exigencia de Sarkozy dinamitó el año de México en Francia.
A la postre, la realidad
europea e internacional redujo a Sarkozy al papel de socio menor de la
canciller Angela Merkel. Pero era Francia, al cabo, el ente secundario.
Francois Hollande hereda
todo lo que llevo dicho. La idea de la grandeza nacional que encarnó De Gaulle.
Las posibilidades de la reforma social en régimen capitalista, que fue la
apuesta de Mitterrand. La posición de Francia en la comunidad europea y la
relación con la Alemania Federal, que fue el problema de Sarkozy. Y algo más:
la respuesta de Francia al gran desafío de la sociedad civil y que pone en
entredicho a todos los gobiernos. Desploma a los autoritarismos pétreos de
Egipto, Libia y Túnez. Desnuda al ya bastante encuerado Berlusconi en Italia.
No se contenta con Zapatero ni con Rajoy en España. Multiplica la oposición en
Gran Bretaña y le resta poder electoral a Cameron sin dárselo del todo al jefe
laborista Edward Miliband. En los EE.UU., se separa del Partido Republicano,
disminuye y ridiculiza al "Tea party" y sólo le dará una victoria
condicionada a Obama en noviembre. Son los "Ocupantes".
¿Cómo responderá Francois
Hollande a este nuevo desafío, el de una sociedad que al cabo no se reconoce en
ninguna de las tribus políticas tradicionales: izquierda, centro o derecha?
Conocemos algunas de sus respuestas, todas ellas adecuadas a la situación que
describo. Hollande quiere un gobierno que se defina menos por su perfil
tecnocrático y más por lo que los franceses entienden por
"humanismo", y esto significa una preocupación mayor -como la tuvo
Mitterrand- por la calidad del trabajo, la remuneración salarial y la
descentralización administrativa. Más empleo, mejor vivienda. ¿Más austeridad?
Hollande ha declarado que la austeridad no puede ser una fatalidad. ¿Cómo
convertir la austeridad no sólo en virtud, sino en motor del crecimiento? ¿Y es
más, en convicción colectiva?
Los desafíos a Hollande
son inmensos. La inmigración del mundo musulmán, parte de ella ya instalada en
Francia, reclama no ser tratada como la llamó Sarkozy: "la basura".
Hollande debe darle al inmigrante norafricano diálogo y un horizonte en la
política de inclusión social y creación de empleo que es la suya. El inmigrante
de África del norte debe sentir que es parte de esta política, no mero
accidente adjunto de la misma. Hollande deberá dialogar con norafricanos y
afroeuropeos para alcanzar, con todos, maneras de tratar el conflicto social y
racial con las comunidades que exigen derechos y una situación manumitida. Lo
que haga Hollande en este renglón tendrá una repercusión europea y global. El
trabajo migratorio no puede ser, a la vez, necesario y castigado. Si ya hay
libertad para el capital, la inversión y el cambio, debe haberlo también para
el trabajo. Se trata, ni más ni menos, de revertir la política sarkoziana de
proteccionismo y en contra de la inmigración.
El gran desafío del nuevo
presidente de Francia consiste en poner en marcha una política de crecimiento
contraria a la política de rigor sin crecimiento dictada por Merkel. Que existe
un acuerdo franco-germano es cierto. Hollande deberá convencer a Merkel -cosa difícil-
de cambiar los términos de la relación. O al menos, de añadir un apéndice sobre
la necesidad de crecer, sin engañar a nadie con políticas proteccionistas y
subsidios a la ineficiencia.
El socialismo en el poder
debe presentarse como una affectio societatis que concierne no sólo a la
empresa o al trabajo, sino al conjunto social.
No será fácil. Pero
Mitterrand demostró que, dentro de los límites, el socialismo puede hacer lo
que la derecha ni siquiera piensa en hacer. "La austeridad no puede ser
una fatalidad" -explica Hollande-. Y darle una nueva dimensión a la
construcción europea. Y decírselo cuanto antes a Europa y a Alemania.
Crecimiento con disciplina. Tal es la propuesta de Hollande. Ojalá que tenga
tiempo y éxito. La impaciencia de los "ocupantes", la sociedad civil
emergente, es muy grande.
Nota mexicana.- Me
preocupa e impacienta que estos grandes temas de la actualidad estén fuera del
debate de los candidatos a la presidencia de México, dedicados a encontrarse
defectos unos a otros y dejar de lado la agenda del porvenir.
- La personalidad del escritor mexicano Carlos
Fuentes fue el resultado de una búsqueda. Es la victoria de alguien que
luchó por encontrar una identidad en medio de dos culturas opuestas
CIUDAD DE MÉXICO, México,
mayo 15, 2012.-¿Voluntarioso? Algunos dirían que sí.
Sin embargo, la personalidad de Carlos Fuentes no fue fácil de
construir. Fue el resultado de una búsqueda donde los tropiezos no faltaron, de
un arduo caminar. Es la victoria de alguien que luchó por encontrar una
identidad en medio de dos culturas opuestas; un oscilar entre lo ajeno y lo
propio.
Carlos Fuentes nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928. Creció en los
años 30, en Estados Unidos, ajeno a México.
"Yo crecí en un mundo vibrante, el de la década de los 30s, en los Estados
Unidos, más o menos desde la inauguración del ciudadano Roosevelt y la
interdicción del ciudadano Kane. Mi padre era consejero de la Embajada de
México en Washington y me obligaba en casa a leer la historia mexicana, conocer
su biografía, sus hombres, sus sueños, sus derrotas; un país inexistente,
pensaba yo entonces, inventado por mi padre para alimentar mi imaginación
infantil, por un paisaje y un alma tan distintos de los norteamericanos que
parecía una fantasía, una fantasía cruel", relató Fuentes.
"De la noche a la mañana, yo me convertí en un leproso en mi escuela,
hombros fríos, miradas agresivas, epítetos y, a veces, golpes.
Nadie sabe ser más cruel
que un niño, y la crueldad de los grandes es el más seguro residuo de ese malestar
infantil ante las carencias que eliminamos en el mundo, y en nosotros mismos.
Aprendemos a ser jóvenes?, agregó en una entrevista.
"Descubrí que el país de mi padre era real, y que yo pertenecía a él. Era
mi identidad, y yo carecía de ambos, de ella y de él".
"Los Estados Unidos me habían hecho creer que vivíamos solamente para el
porvenir. México, Cárdenas, los acontecimientos de 1938, me hicieron comprender
que sólo en un acto del presente se hacen presentes tanto el pasado como el
futuro. Ser mexicano era identificar un hambre de ser, un sueño de dignidad, la
carencia y el deseo de muchos siglos olvidados, y de muchos siglos por venir,
para hacerlo hoy, en el instante, en ese tiempo vigilante actual de México que
más tarde aprendí a comprender en las serpientes de piedra de Teotihuacan, de
los ángeles policromados de Tonantzintla. Añado, que siguiendo la vida
diplomática de mi padre, viajé a Chile y entré de lleno a la lengua hispana, de
la política latinoamericana y sus carencias".
Luego de su paso por Sudamérica, Fuentes regresa a México. Tiene su
primer encuentro con El Quijote. El impacto fue tal que, desde entonces, cada
año hace una lectura de la obra de Cervantes. Es la época en que conoce a
varios intelectuales mexicanos como Alfonso Reyes. También empieza a publicar
en revistas y diarios algunos relatos cortos, así como reportajes y artículos
políticos. La bohemia lo seduce...
Sin embargo, como escribió el autor en alguna ocasión, quiso ser rígido consigo
mismo. Se trasladó a Suiza para iniciar su formación diplomática, estudió con
varios internacionalistas europeos de renombre. También hizo su contacto
personal con la diplomacia: se convirtió en secretario de Roberto Córdoba,
quien era representante de México en la Comisión de Derecho Internacional de la
ONU.
La diplomacia le era casi inherente.
"La preparación que tengo es familiar, pues mi padre fue durante 45 años
miembro del Servicio Exterior Mexicano. Ocupó los puestos de embajador de
México en Panamá, en Holanda, en Portugal y en Italia. Yo mismo ingresé al
Servicio Exterior Mexicano siendo muy joven, en 1950, estuve en la
representación de México ante la Organización Internacional del Trabajo, en
Ginebra, y estuve comisionado en la Secretaría de Relaciones Exteriores, en la
sección de prensa y publicidad, y como jefe en el departamento de Relaciones
Culturales, en (19)69, después de la publicación de La región más transparente
me retiré de la diplomacia y me dediqué íntegramente a mi trabajo literario,
por otro lado, hice estudios de derecho internacional, soy diplomado del
Instituto de Relaciones Internacionales de Ginebra; no quiero decir que soy un
hombre del renacimiento ¿verdad? Pero sí tengo ciertos conocimientos de
relación internacional a través de mi familia y de mis estudios".
La década de los años cincuenta.
Su regreso a la Facultad
de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y su
encuentro con la generación del Medio Siglo, a la que también pertenecían Mario
Moya, Porfirio Muñoz Ledo, Miguel Alemán Velasco y Víctor Flores Olea, entre
otros, quienes tenían como mentor a Mario de la Cueva. Era la época en que
convive con sus contemporáneos: Salvador Elizondo y Sergio Pitol, pero igual
con los jóvenes Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco. Eran años fructíferos
en todos los sentidos.
Carlos Fuentes estaba al margen de los arquetipos del intelectual. Tal
vez por esa razón se inició en el arte de escribir de un modo poco usual, ajeno
a las historias de otros que conocemos.
"La creación depende de dos realidades: una, la biografía, y la otra, la
tradición. Los libros son escritos por individuos, pero los individuos que
escriben libros emplean un lenguaje que los precede y que es de todos?La
literatura es el arte de las palabras. La literatura de una época está en
relación forzosa con el consumismo, pero también con la historia de ésa
época", consideró.
Según el propio Fuentes, su estilo y la esencia de sus obras literarias
eran la suma de su pasado, de sus lecturas, de sus preocupaciones. Llegaba la
segunda mitad de los cincuenta, era el México moderno, pleno milagro
mexicano...
Pero de igual modo, era tiempo de gran productividad ensayística, crítica de
cine y de articulismo político. Tiempo del primer libro Los días
enmascarados, una colección de cuentos, y de la publicación de la
primera novela La región más transparente.
"A mi paso, de la educación en lengua inglesa a la educación en lengua
española, le siguió la expresión de lo que en Washington fue la revelación de
una identidad. Quería escribir para demostrarme a mí mismo que mi identidad,
y mi identidad como mexicano, eran ciertas. Sólo con todos los lenguajes
compartidos, los de mis maestros y amigos, pude acercarme al cuerpo en llamas
de la literatura y pedirle un poco de fuego para La región más
transparente, Aura y La muerte de Artemio Cruz".
"¡Sí! Empiezas a escribir y descubrimos con asombro que sólo naces después
de tu acto, que debes escoger tu acto con cuidado, sin miedo de las
consecuencias, porque si eres poeta ¿El poema te creará? Y si eres novelista
¿Serás creado por la novela? De la misma manera que el poema o la narración
crean a sus lectores. Eso es así porque la literatura, lo ha dicho muchas
veces, no se limita a mostrarnos el mundo, sino que añade algo al mundo, crea
complementos verbales de la realidad y no sólo explica la realidad? Los canales
normales para el conocimiento son la ciencia y la filosofía, pero el nombre del
conocimiento literario es imaginación, incluyendo la imaginación del
pasado", agregó.
Las reuniones entre intelectuales tenían un invitado insustituible. Fuentes
tenía amistad con Max Aub, Alí Chumacero, Jaime García Terrés, Juan Soriano,
Abel Quezada y Octavio Paz. En esa época, el escritor mexicano definía su
posición política: comulga con movimientos como el de los ferrocarrileros y el
triunfo de la Revolución Cubana, y se muestra en contra de Estados Unidos y su
actividad en América Latina, y de la Unión Soviética y su política en Europa
Central. La Guerra Fría se convirtió en blanco de su pluma crítica y de sus
ensayos que denuncian.
"Las relaciones de México y Estados Unidos tienen que ser complejas por la
disparidad económica y militar, y por todo lo que hay entre los dos países.
Hemos aprendido a convivir, a respetarnos mutuamente?el país imaginario de mi
padre era real, pero más fantástico que cualquier imaginación. Era tan real
como sus fronteras físicas y espirituales. México, la única frontera entre el
mundo industrializado y el mundo subdesarrollado, la frontera entre mi país y
los Estados Unidos, pero también la frontera entre los Estados Unidos y toda
la América Latina. Entre el mundo indolatino y el anglosajón, entre
el ahorro simplificado del protestantismo y el derroche barroco del
catolicismo, entre la extensión horizontal y difusa del poder democrático y su
estructuración absolutista, piramidal y centralizada, entre el derecho
consuetudinario no escrito y el derecho romano carente de toda realidad si no
se le da la escritura", apuntó.
Los temas delicados nunca fueron un freno. Se interesaba por México, por lo que
sucedía en el país, por los procesos políticos, por la democracia.
"Tenemos una democracia, avanzamos en la democracia; pero esa
democracia no se va a consolidar mientras no se consolide la cultura del Derecho
en México, y mientras nuestras instituciones del Derecho funcionen
plenamente, y todavía no funcionan plenamente, y una de las pruebas es el
caso de Juárez... Seguimos en la democracia imperfecta, en el sentido de que
una democracia siempre es imperfecta por definición, no hay democracias
perfectas. Yo creo que Churchill lo dijo de una manera inolvidable: La
democracia es el peor sistema de gobierno que existe, con excepción de todos
los demás. Entonces, una democracia tiene que perfeccionarse o no es
democracia, tiene que estar progresando, adaptándose, creando nuevas",
dijo.
La prudencia se contaba entre sus virtudes, por eso el escritor mexicano no
hacía declaraciones de todo, en cualquier momento o a la menor provocación.
-¿Quién cree que será el
próximo Presidente?
-Eso no lo puedo contestar.
Ante esa figura de la literatura mexicana, ante el escritor galardonado, leído
en varios idiomas y reconocido en todo el mundo, la pregunta obligada llegó a
ser sobre la obtención del Premio Nobel. Fiel a su personalidad, invariablemente,
la respuesta de Fuentes fue contundente:
"El Premio Nobel considero yo que ya lo obtuve cuando se lo dieron
a Gabriel García Márquez. Es decir, lo obtuvo mi generación, lo que
representaba mi generación, de modo que me doy por bien servido, punto".
Hubo ocasiones en que la reflexión sobre la vida, el vivir y el mundo, encontró
una salida en la escritura, el pensamiento y la voz del autor mexicano.
"Nuestra presencia en el mundo es inseparable de un sentimiento de
ausencia. Este es el mundo, desde la infancia representa preguntar ¿De qué
carezco? ¿Qué le falta al mundo donde, siendo y creciendo, yo vivo? Lejos de
contentarnos con lo que es, construimos un jardín de juegos insólitos,
habitados por los espectros de lo que no es, de lo que debe ser y de lo que
fue".
Inolvidable será la imagen de Carlos Fuentes.
Nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928. Estudió Derecho en la UNAM e
ingresó al Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, además de
haber sido becario del Centro Mexicano de Escritores. Fue cofundador y
codirector de la Revista Mexicana de Literatura. uno de los editores de El
Espectador y dirigió algunos números del suplemento La Cultura en México.
Además de escribir novela, cuento y ensayo, también hizo crítica de cine y guiones
para películas como El gallo de oro y Las cautivas.
Su trabajo literario es extenso. Entre su catálogo se encuentran Las
buenas conciencias, Cambio de piel, Terra nostra, Gringo viejo, La silla del
Águila y Adán en Edén. En teatro, sobresalen Todos los gatos son
pardos, Los reinos originarios y Ceremonias del alba.
Fue embajador de México en Francia. Condecorado en muchas ocasiones,
recibió, entre otros, los premios Xavier Villaurrutia, Cervantes y Príncipe de
Asturias, además de las medallas de la Orden de la Legión de Honor y la Gran
Cruz de la Orden de Isabel la Católica.
"Aunque se empiece escribiendo para vivir, se termina siempre escribiendo
para no morir".
Carlos Fuentes, a la ‘región más transparente’
(perfil)
Cultura • 15 Mayo
2012 - 1:58pm — Milenio.com
Durante su trayectoria como
escritor fue multipremiado. Murió hoy a los 83 años de edad.
Ciudad de México •
Carlos Fuentes nació el 11 de noviembre de 1928 en Panamá. Su labor como
escritor lo llevó a obtener múltiples galardones como el Premio
Cervantes en 1987, en 1994 la Medalla Picasso de la Unesco y en 2009 el
Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Quintana Roo, entre otros.
Autor de novelas, ensayos, relatos y cuentos, Fuentes se graduó
en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Instituto Altos
Estudios Internacionales de Ginebra.
Amante del idioma en que escribía, llegó a decir que su lucha
por conservar el español duró toda su niñez, pues estuvo "a punto de
perder su idioma nativo cada 24 horas".
"El idioma quería decir para mí nacionalidad: era un
conjunto opresivo de significados sujetos siempre a lucha, a reconquista",
apuntó.
La labor del escritor además traspasó a esferas como la
política, siendo de 1972 a 1976 embajador de México en Francia y en una de sus
primeras acciones, abrió las puertas de la embajada a los refugiados políticos
latinoamericanos y a la resistencia española.
En sus obras destaca su compromiso político y social, aspecto
sobre el que afirmó: “lo que un escritor puede hacer políticamente – dijo en un
ensayo para la revista Tiempo Mexicano, en 1972 – debe hacerlo también como
ciudadano. En un país como el nuestro el escritor, el intelectual, no puede ser
ajeno a la lucha por la transformación política que, en última instancia,
supone también una transformación cultural”.
En 1972 fue elegido miembro de El Colegio Nacional. Aficionado
al cine, escribió guiones para películas como: “El gallo de oro” en 1964, “Un
alma pura” en 1965, por mencionar algunas.
Fue delegado de México ante organismos internacionales con sede
en Ginebra, en el Centro de Información de la ONU en México, en la Dirección de
Difusión Cultural de la UNAM y en la Secretaría de Relaciones Exteriores,
además de jefe de la Delegación de México en la reunión del grupo de los 19
países en desarrollo participantes en la Conferencia sobre Cooperación
Económica.
"Aura", “La región más transparente”, “Zona sagrada”,
“Cambio de piel”, “Terra nostra”, “Cristóbal Nonato” y “Los años con Laura
Díaz”, son algunas de sus obras.
Falleció este día a los 83 años.
Fuentes, “más ideológico que político”: New York
Times
Cultura • 15 Mayo
2012 - 7:29pm — Notimex
En el obituario publicado en la
página electrónica del diario neoyorquino se destaca que el escritor defendía
“derechos humanos básicos, independientemente de sus etiquetas políticas”.
Nueva York •
El escritor
mexicano Carlos Fuentes fue en sus posturas públicas “más ideológico que
político”, debido a que defendía “derechos humanos básicos”, sin importar las
etiquetas que tuvieran en la época, señaló hoy The New York Times (NYT).
“Fuentes era más ideológico que político. Tendía a defender la
justicia y los derechos humanos básicos, independientemente de sus etiquetas
políticas”, indicó el obituario publicado en la página electrónica del
diario neoyorquino.
El texto señaló que inicialmente, Fuentes, quien murió este
martes en la Ciudad de México a la
edad de 83 años, apoyó a la Revolución de Fidel Castro en Cuba, para luego
criticarla en cuanto el régimen se volvió crecientemente autoritario.
El escritor también fue un abierto simpatizante del movimiento
zapatista surgido en 1994 en el suroriental estado de Chiapas, así como un
crítico de la administración del ahora ex presidente de Estados Unidos, George
W. Bush.
The New York Times destacó que Fuentes fue uno de los
representantes, junto con Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas
Llosa, del llamado “boom” de la literatura latinoamericana.
“En la tradición de los escritores de América Latina, Fuentes
fue un extrovertido intelectual público” que criticó al gobierno de México y al
partido de Estado que dominaron al país, a menudo mediante la represión, por
más de 70 años, agregó.
El diario destacó que a diferencia del poeta y ensayista
mexicano Octavio Paz, Fuentes nunca obtuvo el Premio Nobel de Literatura,
aunque varias veces ocupó un puesto entre los finalistas.
Asimismo, refirió la amistad y el posterior enfrentamiento, nunca
olvidado ni saldado, entre ambas figuras de la literatura mexicana.
“Ninguno de los dos hombres se disculpó con el otro, lo que
disminuyó la reputación de ambos”, se destacó en el obituario, firmado por
Anthony DePalma.
El mundo
lamenta la muerte de Fuentes
Los medios del mundo anunciaron
el fallecimiento del escritor; personajes de ámbitos diversos dieron un adiós
al maestro a través de twitter.
Publicado: Martes, 15 de mayo de 2012 a las 14:52
Carlos Fuentes preparaba ya su
próximo libro, dice El Mundo. (Foto tomada del sitio ElMundo.es)
La Nación de Argentina citó a
Consuelo Saizar, titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, como
fuente. (Foto tomada del sitio LaNacion.com.ar )
La muerte del escritor mexicano
apareció en varios medios alrededor del mundo. (Foto tomada del sitio
ElPais.com)
ARTÍCULOS RELACIONADOS
CIUDAD DE MÉXICO (CNNExpansión) — Los titulares de medios del mundo
dieron a conocer el deceso del escritor:
"Prolific Mexican novelist,
essayist Carlos Fuentes dies at 83"- Washington Post de Estados
Unidos.
"Muere el escritor Carlos
Fuentes"- El País de España.
"Fallece el escritor Carlos
Fuentes" - El Mundo de España.
"L'écrivain Carlos Fuentes
est mort"- Le Figaro de
Francia.
"Falleció el escritor
mexicano Carlos Fuentes"- La Nación de Argentina.
"Murió el escritor mexicano
Carlos Fuentes"- El Comercio de Perú.
"Murió el escritor mexicano
Carlos Fuentes"- BBC Mundo.
En Twitter, personajes de ámbitos
diversos lamentaron y despidieron al maestro Carlos Fuentes:
"Lamento profundamente el
fallecimiento de nuestro querido y admirado Carlos Fuentes, escritor y mexicano
universal. Descanse en paz". Felipe Calderón, presidente
de México.
"Carlos Fuentes: México
te va a extrañar". Margarita Zavala, presidenta del DIF Nacional.
"Carlos Fuentes ha muerto en
su México. Su ausencia sacude a la patria de la ñ. Gracias por sus letras y su
pensamiento. Adiós, Maestro", Consuelo Saizar, titular de
Conaculta.
"Siento terriblemente la
muerte de Carlos Fuentes, el mayor novelista de México, generoso amigo. Un gran
abrazo a Silvia y a Cecilia". Jorge Volpi, escritor.
"SILENCIO, POR FAVOR: Mi
gran amigo CARLOS FUENTES se fue". Chavela Vargas, cantante.
"Carlos Fuentes fue un
embajador de la cultura mexicana, un referente y exponente de nuestra
literatura, un crítico severo, lo extrañaremos". José Ramón
Fernández, periodista deportivo.
""Mi solidaridad
y pésame a la familia de Carlos Fuentes. México y el mundo intelectual pierden
a un gran escritor". Manuel Espino, ex presidente Nacional del PAN.
"México ha tenido una gran
pérdida, Carlos Fuentes ha fallecido". Marcelo Ebrard, jefe de gobierno
del Distrito Federal.
"Con pesar y mucho dolor me
entero del fallecimiento de Carlos Fuentes. Mis condolencias para su familia.
La literatura universal está de luto". Josefina Vázquez Mota, aspirante
presidencial del PAN.
"La Literatura Universal está de
luto. Descanse en paz el gran Carlos Fuentes. Escritor e intelectual
mexicano. Su obra perdurará por siempre". Roberto Gómez
Bolaños, actor.
"Lamento la muerte de Carlos
Fuentes, una figura permanente en los cambios que llamamos transición". Sergio Aguayo,
periodista.
Descanse en paz el escritor
Carlos Fuentes". Cineteca Nacional.
"En Radio Ciudadana
lamentamos profundamente la muerte del gran
escritor Carlos Fuentes". Radio Ciudadana.
|
Carlos Fuentes con el pintor Jose Luis Cuevas y el cineasta Gabriel Figueroa |
La
repentina
muerte del gran cronista de México, el escritor Carlos Fuentes a los 83
años al mediodía de ayer en el Hospital Ángeles del Pedregal de la capital
mexicana debida a una afección cardiaca, conmocionó profundamente al mundo de
la cultura y a la sociedad de este país. La noticia del fallecimiento del autor
de
La región más transparente saltó en Twitter e inmediatamente corrió
como la pólvora por las redacciones de los medios de comunicación y ocupó las
pantallas de los canales de televisión, que interrumpieron su emisión con
programas especiales.
El presidente Felipe Calderón
se
apresuró a expresar sus condolencias pocos minutos después de conocer la
noticia en su cuenta de Twitter: “Lamento profundamente el fallecimiento de
nuestro querido y admirado Carlos Fuentes, escritor y mexicano universal.
Descanse en paz”.
El gigante de las letras mexicanas, autor de obras
como
La muerte de Artemio Cruz,
Aura,
Tierra Nostra
o
Gringo viejo, que recorren los avatares políticos y sociales de la
segunda mitad del siglo XX de México, era un colaborador habitual de
periódicos, entre ellos EL PAÍS. Ayer se publicó el que probablemente sea
su último artículo, en el diario mexicano Reforma (con suscripción), dedicado a los retos del
socialista François Hollande, nuevo presidente de Francia, un país que conocía
bien tras haber sido embajador de México en París en los años setenta. Fuentes
cerraba su artículo así: “Nota mexicana. Me preocupa e impacienta que estos
grandes temas de la actualidad estén fuera del debate de los candidatos a la
presidencia de México, dedicados a encontrarse defectos unos a otros y dejar de
lado la agenda del porvenir".
El novelista se había manifestado en los últimos
meses muy crítico con la falta de capacidad política e intelectual de los tres
candidatos a la presidencia de México en las elecciones del próximo 1 de julio
y decididamente contrario a la guerra frontal contra el narcotráfico lanzada
hace seis años por el presidente Calderón, que ha causado más de 50.000
muertes. Pese a ello toda la clase política lamentó ayer de forma unánime su
muerte.
El escritor Héctor Aguilar Camín comentó: “Es una
muerte inesperada, estaba con las maletas hechas para emprender el siguiente
viaje. Fue un personaje extraordinario, de vitalidad única en las letras
hispanoamericanas, de gran riqueza mental, biográfica y literaria. Es una
pérdida mayor. Muere en plenitud, en un momento de plena lucidez”.
Álvaro Mutis, el novelista colombiano residente en
México, calificó el fallecimiento como “una catástrofe muy grande”. “Tenía un
sentido crítico para todo el manejo de los problemas literarios en donde la
ambición está siempre en primera fila”, añadió. Mutis conoció a Fuentes hace 50
años y juntos construyeron una amistad “muy cordial y muy sólida”. “Era
magnífico para colocar a cada quien, a cada escritor en su lugar”, afirmó.
A Jorge Volpi, amigo de Fuentes desde hace 15 años,
la mala noticia le sorprendió en Madrid. “Siempre es triste la muerte de un
escritor, pero para mí la de Carlos es más cercana a una muerte en la familia.
Ya antes de conocerle cambió mi vida. Quería estudiar filosofía pero leí Tierra
Nostra y decidí convertirme en novelista. Carlos Fuentes convirtió México
en su principal tema y como diplomático que era lo abrió al mundo. Como Balzac
hizo de México una metáfora de la condición humana”.
El historiador Enrique Krauze, que mantuvo
profundas desavenencias políticas con Fuentes en el pasado por la cercanía del
escritor al expresidente Luis Echeverría, comentó ayer a EL PAÍS: “Fue un autor
de novelas y cuentos perdurables, con una presencia política muy vigorosa. Creo
que el centro de su creatividad fue el lenguaje, lo renovó y enriqueció de
manera incesante y admirable”.
Por su parte, el escritor Xavier Velasco afirmó:
“Fue mi maestro. Lamento no poder haber hablado con él pero nos queda su obra.
Dentro de cien años nadie se acordará de los nombres de los miembros del
Gobierno pero todo el mundo seguirá leyendo a Fuentes”.
En la muerte de Carlos
Fuentes
JOSÉ EMILIO PACHECO
Han transcurrido apenas unas horas y aún no puedo
reponerme del estremecimiento que me causó la noticia.
Con él se va mi vida entera de lector y escritor.
Durante más de medio siglo lo he leído, desde La región más trasparente
hasta Catalina Grau y La gran novela latinoamericana. Como
amigo sólo puedo darle las gracias por su infinita generosidad. Es el gran
novelista de este país y su sitio como figura intelectual nadie podrá llenarlo.
Ahora lo único que me interesa es releerlo y seguir dialogando con él en este
México trágico. inimaginable para nosotros hace cincuenta años.
El autor de La región más transparente fue
el catalizador y arquitecto del boom latinoamericano de los años
sesenta del pasado siglo. Tendió puentes entre las diversas generaciones
literarias mexicanas, desde sus maestros hasta los más jóvenes. “Era muy
generoso con los escritores que empezaban. Le mandaban su manuscrito y se lo
leía”, comentó el escritor Jorge F. Hernández, colaborador de la revista Letras
Libres. “El mejor homenaje que le podemos hacer es seguir leyéndole”,
añadió.
Hijo de diplomático, siempre sintió la tentación de
la política. En 1975 fue nombrado embajador de México en Francia y durante su
gestión abrió las puertas de la legación a los refugiados políticos
latinoamericanos y a los antifranquistas españoles. En 1977 renunció al cargo
en protesta por el nombramiento del expresidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz,
bajo cuyo mandato se produjo la matanza de estudiantes de Tatleloco en 1968,
como primer embajador de México en España tras la muerte de Franco. El Gobierno
federal prepara para el miércoles un homenaje nacional al escritor.
“No tengo ningún miedo literario”
A sus 83
años, Carlos Fuentes mantiene la juventud creativa
Con
'Federico en su balcón' recién terminada, ya planea nueva novela: 'El baile del
centenario'
El escritor Carlos
|
Carlos Fuentes con el escritor Jose Emilio Pacheco (izq) y el empresario Carlos Slim (der) |
Fuentes,
fotografiado en Barcelona en la presentación de su ensayo 'La gran novela
latinoamericana', en 2011 / Marcel.li Saenz Martinez
4.815
Carlos Fuentes llegó a Buenos Aires a comienzos de
mayo para asistir a la Feria
del Libro. Acababa de entregar un libro a su editorial y ya tenía otro en
la cabeza, iba de un almuerzo a una cena, firmó ejemplares durante tres horas,
recibió a decenas de periodistas, uno detrás de otro, respondió a cientos de
preguntas sin titubear, sin demorarse, sin dudar en un nombre ni una fecha. Y
siguió paseando sus 83 años entre América y Europa, sin atisbo de cansancio. El
secreto tiene mucho que ver con su pasión por la escritura.
"Mi sistema de juventud es trabajar mucho,
tener siempre un proyecto pendiente. Ahora he terminado un libro, Federico
en su balcón, pero ya tengo uno nuevo, El baile del centenario,
que empiezo a escribirlo el lunes en México".
Pregunta. ¿Sin horror al vacío de
la página en blanco?
Respuesta. Miedos literarios no
tengo ninguno. Siempre he sabido muy bien lo que quiero hacer y me levanto y lo
hago. Me levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo
mis notas y ya empiezo. Así que entre mis libros, mi mujer, mis amigos y mis
amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo.
P. ¿No cree que a veces al cumplir
años uno no se hace más sabio sino más torpe a medida que se afianza en sus
viejas convicciones?
R. Depende de quién. Yo soy muy
amigo de Jean Daniel, el director del Nouvel Observateur. Es un hombre que acaba de cumplir 91
años y es más lúcido que usted y yo juntos.
Nadine Gordimer tiene noventa y tantos. Luise Rainer,
la actriz, a quien veo mucho en Londres, tiene 102 años. Y va conmigo a cenas,
se pone un gorrito y va feliz de la vida. No hay reglas. El hecho es que cuando
se llega a cierta edad, o se es joven o se lo lleva a uno la chingada.
Las calles de Buenos Aires le hacen recordar a
Carlos Fuentes su adolescencia entre risas, como si acabara de sucederle ayer,
inmune a las trampas de la nostalgia.
R. Viví mucho Buenos Aires porque
mi padre llegó como consejero de la embajada de México en 1943. Como el
ministro de educación era Hugo Wast, en la escuela se daba una educación
fascista. Y le dije a mi padre: “Mira, yo vengo de la escuela pública de
Washington, no soporto esto”. Y mi padre me dijo: “Tienes toda la razón, tienes
15 años, dedícate a pasear”. Y eso hice. Durante un año me convertí en hincha
de la orquesta de Aníbal Troilo. Lo seguí por todos lados. La librería Ateneo
me alimentó con literatura argentina, me enamoré de una vecina que me doblaba
la edad. Yo tenía 15 años, ella 30. Y siempre que regreso tengo la sensación de
que rejuvenezco, de que vuelvo a tener 15 años y dónde está la francesita de
enfrente, ¿no?
P. ¿Fue correspondido?
R. Mmmuy correspondido porque el
marido estaba dirigiendo películas el día entero.
P. ¿Cómo nota ahora la ciudad?
R. Ha cambiado muy poco, es una
ciudad idéntica a sí misma. Era una ciudad que se hizo en el gran auge ganadero
y agrícola, desde [Domingo F. ] Sarmiento (1811-1888) hasta 1940. Pero están
las mismas grandes avenidas, los mismos grandes hoteles... México es una ciudad
más antigua, una ciudad india primero y después una gran ciudad de la colonia.
Pero esto era una aldea en 1820 y dio un gran salto y se convirtió en Buenos
Aires, que era la ciudad más atractiva, más moderna de América Latina. En esos
años los argentinos despreciaban mucho al resto de América Latina: los
brasileños eran macacos, los mexicanos éramos pistoleros. Y ahora ya somos
iguales todos.
P. ¿Bailaba tangos?
R. Lo bailo muy bien. Tuvimos una
cena en Montevideo que le dio el presidente [Julio María] Sanguinetti al
presidente [Ernesto] Zedillo. Sanguinetti baila el tango estupendamente. Bailó
con su mujer… ¡guau, aplausos!… Y le dijo a Zedillo: “Ahora, usted”. Y el
presidente me dijo: “Carlos, tú represéntame”. Y yo bailé con mi mujer.
Representé a México gracias al tango.
P. Un escritor que recibe trato
casi de jefe de Estado, ¿cómo se las arregla para escuchar?
R. Un escritor tiene que escuchar
porque si no, no se sabe cómo habla la gente. Anoche, por ejemplo, pasé dos
horas o tres firmando libros en la feria. Pero, sobre todo, para oír a la
gente, para ver qué piensa. Y, más que nada, yo les pregunto a ellos.
Fuentes está leyendo dos libros. Uno es Mañana
o Pasado, de su compatriota Jorge Castañeda sobre la actualidad mexicana –
“un libro muy inteligente, con el que estoy de acuerdo a veces sí y a veces no,
pero es una mirada muy inteligente”-- y el otro es Los Living, de
Martín Caparrós. “Muy buen libro de muy buen escritor”. También le encantó Libertad,
de Jonathan Franzen: “Rompe con los moldes y restricciones de la novela
americana. Él mete todo, periodismo, política, deportes… todo va entrando de
una manera natural para dar un mundo completo de esta gente tan decente y
simpática que son unos monstruos, pero que están rodeados de un mundo de
cultura verdadero”.
Cuando publicó en España su ensayo La gran novela latinoamericana
indicó que al chileno Roberto Bolaño no aparecía en el libro porque no lo
había leído y no le gustaba opinar de lo que no conoce. Esperaba leerlo cuando
encontrase más tranquilidad. Pero aún no debido encontrarla. Se declara
desbordado por la cantidad de libros y escritores que salen cada año en
Latinoamérica.
P. ¿De qué tratan su último libro
y el que va a comenzar ahora?
R. En la que he terminado, Federico
en su balcón, Nietzsche aparece resucitado en un balcón a las cinco de la
mañana y yo inicio con él una conversación. Y la que voy a empezar, El
Baile del Centenario, termina una trilogía de la Edad Romántica, que cubre
desde la celebración del centenario de la independencia en septiembre de 1910,
que lo organiza Porfirio Díaz, y la celebración del fin del centenario en 1920,
que la organiza Álvaro Obregón con José Vasconcelos, de manera que cubre diez
años de la vida de México. Tengo ya muchos capítulos, notas y personajes. Hay
una mujer que me interesa mucho, que no quiere decir nada de su pasado y se va
descubriendo poco a poco, hasta que llega al mar y se libera.
P. ¿Le atrae algo en particular de
este principio de siglo?
R. Me fascinan los cambios que
estamos viviendo. ¿Quién iba a decirle a usted que los cambios iban a empezar
en el norte de África? Y de ahí se ha extendido a buena parte de Europa y a los
Estados Unidos, donde muchos de mis estudiantes me dicen: “Yo soy doctor y no
encuentro trabajo”. O… “Mi padre ascendió a la clase media y yo siento que
estoy bajando a la clase trabajadora”. En América Latina también hay cambios
muy grandes, aunque se ha mantenido cierta estabilidad. Antes los problemas
empezaban en América Latina. Ahora parece que van a llegar a América Latina. Y
es un mundo que no sabemos nombrar. Si uno le dice a Dante, ¿qué se siente
estando en plena Edad Media?, él nos diría: “¿Y qué es la Edad Media?” No
podemos nombrar esta época pero sentimos que todo está cambiando. El
Renacimiento sabía que era el Renacimiento, la Edad Media no sabía que era la
Edad Media.
P. ¿Qué tal se maneja con Internet
y las redes sociales?
R. Yo me quedé en el fax; escribo
a mano en una página en blanco con pluma, corrijo en la página de enfrente. Es
mi esposa la que me informa de las novedades. Antes decía voy a la Enciclopedia
Británica a busca y ahora mi esposa me dice, no, le da a una tecla y aquí está.
P. ¿Considera que en las últimas
décadas se ha producido una especie de revolución silenciosa por parte de las mujeres?
R. Ha sido clamorosa, no
silenciosa. Pero no es un problema que empezó hoy. La suya es una victoria de
la humanidad, no solo de las mujeres.
P. ¿Qué opina de la expropiación
del 51% de las acciones de Repsol en YPF?
R. En México nacionalizamos el petróleo
en 1938. Hay actos que está dentro de las facultades de cada Gobierno y después
están las consecuencias de esos actos. Y eso es lo que todavía no sabemos.
Vamos a ver qué consecuencias tiene este acto. Los problemas internos de la
Argentina, que son muchos, son resueltos a veces con un golpe de
prestidigitación que acarrea el apoyo de toda la sociedad. Aquí hasta Menem se
ha manifestado a favor de esta medida. Y se olvidan un poco de algunos errores,
que ya vendrán otros.
Un chaval de 83 años
F. P.
La entrevista estaba fijada para el mediodía del
2 de mayo. Finalmente, se adelantó media hora porque todas las que atendió esa
mañana las despachó con brevedad. Vestía con traje y corbata impecable y dijo
que pensaba almorzar después en la embajada de México. La noche anterior había
aguantado dos horas de pie firmado ejemplares en la Feria del Libro. Se le
iluminaban los ojos cuando hablaba de sus escarceos de adolescente por Buenos
Aires y se confesaba fascinado por los cambios tan vertiginosos que están produciendo
en el mundo.
-Me admira la lucidez mental que tiene usted, la
juventud… - le confesé
-Espérese un poquitooo –inconfundible acento
mexicano-, espérese un poquito- dijo riéndose.
-Decía Picasso que cuando uno es joven lo es para
toda la vida.
-Yo creo que sí, yo creo que sí.
-No quiero desaprovechar la oportunidad de hablar
con una parte de la historia del boom para preguntarle por algún
recuerdo de su generación, de los escritores del boom, de sus amigos.
-Lo que era muy bonito es que éramos muy amigos
todos. Hay una foto de un año nuevo en Barcelona donde estamos Donoso, García
Márquez, Vargas Llosa y yo. Todos abrazados. Ése es un momento muy bonito.
Recuerdo ese momento en que había una gran fraternidad entre los escritores,
una generación que quería cambiar la literatura latinoamericana. Y se logró, se
cambió. Aunque las amistades se acabaron, pero la literatura prosiguió y de
gran calidad. Pero fue una decisión que en ese momento salía La ciudad de
los perros, salía Cien años de Soledad, salía La muerte de
Artemio Cruz, salía Coronación. Entonces había un momento de
efervescencia, de novedad, muy grande.
-Esa amistad surgió porque se estableció la
química, ¿no? No porque ustedes dijeran “tenemos un objetivo común”.
-No, no… era natural. Tres de ellos vivían en
Barcelona y yo los visitaba. Y yo era amigo de García Márquez desde antes de
conocerlo, porque lo había publicado en México. Eh… de manera que eran
amistades naturales, de generación, de profesión. Y aliadas a la creación de
libros que me parecen importantes.
-¿Y a usted cuando se le cita en las entrevistas
y como el autor de La muerte de Artemio Cruz o de La región más
transparente, ¿a usted qué le agrada más? ¿qué novela prefiere?
- Yo tengo una sola novela que se llama La
edad del tiempo y ahí incluyo todas. Hay unas que son muy bellas, hay
otras amargas, a otras les falta un ojo… Pero yo las quiero a todas igual.
Todas son mis hijos.
Repaso la grabación y completo el título de la
entrevista –“No tengo miedos literarios”-- con la frase tal como la pronunció:
-No tengo miedos literarios. Tengo miedo a otras
cosas. Tengo miedos políticos, pero literarios no.
Al despedirse dijo que había pasado un buen rato
y que tenía muy buenos amigos en EL PAÍS.
Acabo de
enterarme de la muerte de Carlos Fuentes y me ha dado mucha pena. Con él
desaparece un escritor cuya obra y cuya presencia han dejado una huella
profunda. Sus cuentos, novelas y ensayos están inspirados principalmente por la
historia y la problemática de México, pero él fue un hombre universal, que
conoció muchas literaturas, en muchas lenguas, y que vivió de una manera
comprometida todos los grandes problemas políticos y culturales de su tiempo.
Fue siempre un gran promotor cultural y trabajó incansablemente por unir a los
escritores y lectores de nuestra lengua a ambas orillas del Atlántico. Era un
gran trabajador, disciplinado y entusiasta, y al mismo tiempo un gran viajero,
con una curiosidad universal, pues se interesaba por todas las manifestaciones
de la vida cultural y política y escribía sobre todo con brillantez y buena
prosa. No solo sus amigos sino también sus muchos lectores lo vamos a extrañar.
Carlos Fuentes vivió feliz muchos años…70 para ser
exactos. Hasta que sufrió el mayor golpe que puede recibir un padre: la muerte
de ellos; de sus tres hijos vio morir a dos, los dos que vio nacer junto a
Silvia Lemus: Carlos (murió en 1999, víctima de la hemofilia que lo aquejaba
desde niño, y en agosto de 2005 murió Natasha, tenía 29 años; Sobrevive.
Cecilia, fruto de su primer matrimonio, con la actriz Rita Macedo. Hay una
anécdota que publica El País, en la que fue su última entrevista, y lo retrata
muy bien. Le dijo el escritor a Francisco Peregil que llegó a vivir a Bs As, a
la edad de 15 años...y que se enamoró de una dama que le doblaba la edad.:
"Yo tenía 15 años, ella 30. Y siempre que regreso tengo la sensación de
que rejuvenezco, de que vuelvo a tener 15 años y dónde está la francesita de
enfrente, ¿no? - ¿Fue correspondido?, le pregunta el reportero. A lo que
responde: - Mmmuy correspondido porque el marido estaba dirigiendo películas el
día entero. Y lo bueno que marido nunca se enteró. Fuentes fue un caballero, no
dio el nombre de aquella dama que le doblaba la edad, sólo dijo que era una
francesa. Así era Carlos Fuentes. Por cierto, la Academia le negó el Nobel.
Lástima!
|
Gabriel Garcia Marquez (a) Gabo con Carlos Fuentes |
Gabo: amigos de los amigos
|
|
Carlos Fuentes
16 May. 12
Del arte a la política; de la amistad a la memoria; de la ciudad y del
mundo... En sus artículos para Grupo Reforma, Carlos Fuentes plasmó su
análisis, sus recuerdos, su postura, su guía y sus interrogantes sobre los más
diversos temas. En memoria de nuestro colaborador, durante esta semana
republicaremos cada día uno de sus textos
Amigos de los amigos. Digo en mi libro En esto creo: "Lo que no tenemos lo
encontramos en el amigo". Gabo y yo compartimos muchas amistades y algunas
enemistades. En la política, son inevitables las diferencias de opinión y la
prueba de la amistad es que lo que podría separarnos nos une aún más: el
respeto. Dejo de lado a nuestra conflictiva latinoamericanidad, pensando a
veces que la América Latina sólo se concibe a sí misma, política y
económicamente, como un problema que obliga al mundo a fijarse en nosotros y,
una y otra vez, rescatarnos de nuestra propia incompetencia.
A Gabo le fascina el fenómeno del poder y El otoño del patriarca no sólo da fe,
sino que encarna en todas las direcciones la picaresca y la tragedia del poder.
Desde mi punto de vista, en nuestra relación con hombres de poder, destacaría
tres. Con Francois Mitterrand, un demonio de inteligencia, cultura literaria y
maquiavelismo político. En sus memorias, La paja y el grano, Mitterrand
recuerda que fue otro queridísimo amigo común, Pablo Neruda, quien le dijo:
"Lea inmediatamente Cien años de soledad.
Es la más bella novela
producida por la América Latina desde la pasada guerra". Mitterrand conoce
a García Márquez y escribe: "Es un hombre idéntico a su obra. Cuadrado,
sólido, risueño y silencioso". Con William Styron, Arthur Miller y García
Márquez, asistí a la rumbosa inauguración del Presidente Mitterrand en mayo de
1981. Durante el almuerzo de Estado en el Elíseo, el nuevo presidente nos pidió
que lo acompañáramos a su despacho a fin de atestiguar su primer acto de
gobierno: firmar sendos decretos otorgándoles la nacionalidad francesa a Milan
Kundera y a Julio Cortázar, ambos exiliados por las dictaduras, comunista la de
Praga, fascista la de Buenos Aires. La cultura literaria de un presidente
francés nunca sorprende. Neruda me contó que sus reuniones con el presidente
Pompidou, siendo Pablo embajador de Chile en Francia, tenían como pretexto
discutir la política económica del Club de París, pero en realidad eran largas
pláticas sobre la poesía de Baudelaire. Lo que sorprende es que un presidente
de los Estados Unidos lea libros.
Cosa que descubrimos Gabo y yo una noche en Martha's Vineyard, escuchando a
Bill Clinton recitar de memoria pasajes enteros de Faulkner, demostrar que él
sí había leído el Quijote y por qué Marco Aurelio era su autor de cabecera.
Pregunta innecesaria: ¿Qué habrá leído Bush? Y para cerrar el capítulo
político, otro lector-estadista: Felipe González, un hombre que habla como un
libro porque piensa como un libro porque ha leído todos los libros y sin
embargo -oh Mallarmé- no está triste. Digo que amigos y enemigos literarios Gabo
y yo hemos tenido -no siempre compartido- muchos.
Pero mirando nuestra vida de capítulos intercambiables, creo que hay un amigo
escritor o mejor dicho un escritor amigo de ambos al que Gabo y yo colocamos
por encima de todos. Es Julio Cortázar y creo que ni Gabo ni yo seríamos lo que
somos o lo que aun quisiéramos ser sin la radiante amistad del Gran Cronopio.
En Cortázar se daban cita el genio literario y la modestia personal, la cultura
universal y el coraje local ("Las Malvinas son argentinas -solía decir-.
Los desaparecidos también"). Lo había leído todo, visto todo, sólo para
compartirlo todo. Una de las noches inolvidables de nuestra amistad ocurrió en
el tren París-Praga en diciembre de 1968. Íbamos invitados por Kundera a
mantener la ficción -es decir, la esperanza- de una cultura checa independiente
en un país rodeado de tanques soviéticos. Cortázar fue hilvanando temas como un
cuentista árabe de la plaza de Marrakech. Recordó todas las novelas que
sucedían en trenes, enseguida las películas en trenes y por último, a partir
del swing de Glenn Miller, el ritmo de locomotora del jazz y, en particular,
una memoria asombrosa de la relación entre el jazz y el piano... Cuando
llegamos de madrugada a Praga, nos esperaba en la estación Kundera, nos llevó a
Gabo y a mí a un sauna y cuando pedimos una ducha para quitarnos el calor,
Milan nos condujo al río Ultava y nos empujó, encuerados como lombrices, al
agua congelada. Recuerdo el comentario de Gabo cuando salimos morados del río:
"Por un instante, Carlos, creí que íbamos a morir juntos en la tierra de
Kafka".
Vida y muerte. Cuando murió Cortázar, llamé a García Márquez, conmovido por la
desaparición de nuestro incomparable amigo. Gabo me contestó, memorablemente:
-No creas todo lo que lees en los periódicos. Es cierto: no hay mortalidad en
la literatura. Oír a Gabo hablar de libros y autores es oírle hablar de lo más
vivo, lo más próximo, lo más entrañable. Gabriel posee una memoria poética
fabulosa, hecho que -entre otros- le envidio como se lo envidio a Carlos
Monsiváis (capaz de pasar una tarde con Neruda haciendo conversación sin otras
palabras que citas de la poesía de Neruda); a Chema Pérez Gay (que además cita
a Holderlin, Goethe y Rilke en alemán); o a Antonia Fraser, que memoriza un
poema cada noche. Gabo se sabe de memoria la poesía de Garcilaso ("Escrito
está en mi alma vuestro gesto/ y cuanto escribir de vos deseo/ vos sola lo
escribisteis, yo lo leo/ tan solo, que aun de voz me guardo en esto").
A veces, García Márquez deja entrever la literatura que se guarda. Es Kafka y
La Metamorfosis la lectura que lo precipitó angustiado y anhelante en la
escritura. Es Faulkner y la convicción de que el presente empezó hace diez mil
años. Es Rulfo y el clamor de los silencios. Y es, sorpresivamente, Dumas y El
Conde de Montecristo como fábula de fábulas que encierra el enigma del enigma:
¿cómo escapar de la prisión del Castillo de If? Que el lector se ponga a pensar
y verá cómo las combinaciones posibles son infinitas, tan infinitas como la
lectura. Gabriel García Márquez y Alejandro Dumas y Franz Kafka: cómo entrar al
Castillo, cómo salir del Castillo. La llave se llama la literatura. Pero ella
también está escondida. Está en la isla del tesoro. No la de Stevenson, sino la
de Defoe, autor preferido de García Márquez no tanto por el Robinson sino por
El diario del año de la cólera. El título lo dice todo. El Robinson de Gabo es
el del muy admirado Coetzee: una noticia falsa que alguien le cuenta a Defoe.
Mi Robinson es el de Buñuel: el solitario gritando desde la cumbre de la
montaña para escuchar el eco de su voz y sentirse acompañado.
Sitios de la memoria. La Barcelona de la Gauche Divine, Carlos Barral y los
Goytisolo, "Rosa Regás, Qué buena estás" y nuestros tres
monstruólogos, Cecilia, Rodrigo y Gonzalo, rondando los cines de Sarriá a los
diez años en busca de películas de Frankenstein y Drácula, como si intuyeran
algo que los demás explicábamos con demasiada lógica: La España de Franco. La
ciudad de México, donde Gabo y yo nos hacemos cruces tratando de entender
rebeliones, asesinatos, brujas, entierros, tapados, destapados hasta que García
Márquez, salutariamente, va al Museo de Antropología, se para diez minutos
frente a la mole de la Diosa Madre Coatlicue con su falda de serpientes y se
retira diciendo: "Ya entendí".
¿Qué entendimos? En los cafés de París, en los bares de Venecia, entre tapas de
Madrid y caminatas en Oviedo, que la realidad es siempre más novelesca que la
ficción. De allí que la ficción deba superar, no a la realidad, sino a la
ficción de la realidad. Dura, dolorosa realidad de la patria colombiana, tan
orgullosa de Gabo, donde en las calles de su adorada Cartagena le saludan:
"Adiós, Don Nobel". Una patria secuestrada, acribillada, prostituida,
extenuada, engañada. Con razón Gabo encuentra en México una segunda patria que
para él es todo lo que no es para muchos mexicanos: un remanso, un acierto, una
seguridad. Tal es su voluntad mexicana y yo, mexicano, su amigo, no tengo más
remedio que respetarla.
Porque al fin y al cabo,
junto con nuestras esposas y nuestros hijos, nuestros amigos y nuestra Mamá
Grande, Papisa y Regazo de Todo Mal, Carmen Balcells, nuestra memoria es
nuestro respeto y nuestro respeto eso que los latinos llamaban verecundia, el
honor debido a quienes queremos. O como diría Bob Hope, "gracias por la
memoria".
Así es: Vivir para contar. Y saber que hoy Colombia, gobernada por nuestro
común amigo Juan Manuel Santos, se encamina a la paz y México, en año electoral
(2012), va rumbo a una renovación colectiva que supera a partidos y a
candidatos. Vivir para contar.
Manuel J. Jáuregui
16 May. 12
En el último
párrafo del último artículo que publicó Carlos Fuentes, titán de las letras
mexicanas, en este su periódico del que fue editorialista por casi 20 años dijo
el Maestro:
"Nota
mexicana: me preocupa e impacienta que estos grandes temas de la actualidad (el
resurgimiento de un socialismo 'humanista' con el triunfo de Francois Hollande
en Francia, sobre el cual escribió un agudo análisis de dos partes) esté fuera
del debate de los candidatos a la Presidencia de México, dedicados a
encontrarse defectos unos a otros y dejando de lado la agenda del
porvenir".
De nueva cuenta
tenía razón el Maestro Fuentes, fino caballero, educado, culto, digno Embajador
Plenipotenciario de los mexicanos en todo el mundo, por ACLAMACIÓN, dado el
reconocimiento que cosechó en el mundo civilizado por su gran obra.
Siempre pensamos
que el ser profeta en su tierra generó para Carlos Fuentes una subestimación de
su valía en nuestra Patria.No debimos, como nación, haber dejado que se nos
muriera sin haberlo homenajeado, reconocido y celebrado más. Triste es que sea
llegado su deceso cuando surjan para él preseas y aplausos que sobradamente
merecía estando vivo. Pero, qué le hacemos, así suele ser la vida. Somos,
fatídicamente, malinchistas los mexicanos y solíamos hacerle más boato a
escritores extranjeros avecindados aquí, que al auténtico y muy NUESTRO autor de
grandes obras, cualquiera por sí sola mereciendo la inmortalidad, mas juntas
suman un rico acervo inigualable. Muriendo Carlos Fuentes no vemos quién pueda
tomar su lugar en las letras mexicanas, así de simple.
No sabemos qué dice
esto exactamente en relación a las mismas (¿quizás que están muy venidas a
menos?), pero creo que no erramos al estimar que Fuentes es, y será,
insustituible.
Estaremos muy
atentos a lo que a este respecto diga su antes acérrimo amigo/enemigo
("friendemy"), Enrique
Krauze. Suele
suceder con hombres sobresalientes que su éxito genera envidias, así sin duda
aconteció con Fuentes durante la etapa en que de su pluma surgió "La
Región más Transparente", un opus que lo lanzó al megaestrellato literario
en 1958. Recordamos haber escuchado a uno de sus detractores decir que esta
gran obra de Fuentes no era otra cosa que un "fusil" en español de
una previa obra del gran escritor portugués/norteamericano, miembro de la
"Generación Perdida", John Dos Passos.
Dos Passos escribió
"Manhattan Transfer" en 1925, y esta novela sobre la vida en Nueva
York logró para Dos Passos lo mismo que "La Región más Transparente"
logró para Fuentes.
Sin duda que Carlos
Fuentes conoció la gran obra de Dos Passos, y de su amigo Hemingway, e
igualmente sin duda que estas obras influyeron en él, como también las de
Flaubert, Voltaire, Unamuno, Shakespeare, Ortega y Gasset, y etcétera. No se
puede ser artista, escritor, pintor o músico poseyendo el amplio conocimiento
literario, poliglotismo e inteligencia de Carlos Fuentes sin que las obras
previas de grandes artistas, tesoro de la humanidad, se conviertan en marcada
influencia que se asoma de alguna manera, no sólo en la pluma de Fuentes, sino
en toda obra subsecuente. El acervo cultural humano está construido sobre una
pirámide de conocimiento que se remonta más allá de los griegos, de los
romanos, de los egipcios o los etruscos.
Se nos hizo pequeña
entonces, y hoy risible, la crítica que en aquella ocasión escuchamos
pretendiendo minimizar la fama mítica que logró Carlos Fuentes con esta sola
obra, pero que a ese monstruo de nuestra literatura le siguieran "La
Muerte de Artemio Cruz", "Aura", "Terra Nostra",
"Gringo Viejo", "Cristóbal Nonato", "La Silla del
Águila" y un titipuchal de obras importantes adicionales resulta más que
asombroso.
Al enterarnos del
súbito deceso de Carlos Fuentes, nuestra mente voló al cajón de los recuerdos
para encontrar la memoria de una cena muy especial, hace años, cuando
escuchamos, aprendimos y le agarramos admiración y afecto a este portento de
las letras castellanas en carne y hueso.
Humano, pero
inmortal, amable y caballeroso, mas con un intelecto implacable e
incorruptible: capaz de una prosa que a la vez era seda y acero.
¡Descanse en paz un
gran hombre, un gran mexicano y un gigantesco escritor!
JAQUE MATE
Canto de ciegos
|
|
Sergio Sarmiento
16 May. 12
"No existe la
libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace
libres".
Carlos Fuentes
Apenas ayer por la
mañana leía yo la segunda parte del artículo "Viva el socialismo.
Pero...". En el texto Carlos Fuentes recordaba unas palabras de Francois
Mitterrand, presidente socialista de Francia en la década de 1980: "Nunca
fui partidario de Charles de Gaulle, explicó una vez. Pero siempre rehusé ser
su enemigo".
Para los políticos
mexicanos este pragmatismo resulta inexplicable. Aquí no hay adversarios sino
enemigos. Pero Fuentes sabía que la política debe ser realista. Se consideraba
de izquierda, pero de una izquierda sensata y constructiva. Fue feroz en sus
críticas a George Bush hijo y Nicolas Sarkozy, pero también a Hugo Chávez. La
solución a la violencia en México, dijo, debía pasar por la descriminalización
de las drogas.
Sobre los
aspirantes a la Presidencia señaló: "Los candidatos son muy
pequeños". De Enrique Peña Nieto, quien lo confundió con Enrique Krauze,
afirmó: "Este señor tiene derecho a no leerme. Lo que no tiene derecho es
a ser presidente de México a partir de la ignorancia". A Andrés Manuel
López Obrador le pidió en 2006 dejarse de payasadas: "Para payasos tenemos
bastante con Chávez". El año pasado me confesó en un programa de radio su
respaldo a Marcelo Ebrard, a quien consideraba representante de una izquierda
seria.
Fuentes no fue solo
referencia literaria; sus relatos solían tener un trasfondo político. Las
buenas conciencias (1959) era un manifiesto de rebelión contra el
conservadurismo católico del Bajío; La muerte de Artemio Cruz (1962), un
retrato de la corrupción del México surgido de la Revolución; La silla del
águila (2003), un pronóstico de que en el 2020 la política mexicana seguiría
sufriendo las mismas mezquindades de hoy.
Aura, la historia
de una joven hermosa atrapada en un mundo vetusto, fue publicada en 1962.
Narraba la entrega de esta joven a su amante con "los brazos
abiertos", al igual que "el Cristo Negro que cuelga del muro de su
faldón de seda escarlata". Aura, que "se abrirá como un altar",
era tan perturbadora que, décadas después, Carlos Abascal protestó ante la
escuela en la que estudiaba su hija porque se le había asignado este relato
como material de lectura.
Fuentes fue un
intelectual público. En vez de refugiarse en un protegido mundo literario,
escribió con frecuencia sobre temas políticos y sociales. Tiempo mexicano
(1971) compiló algunos de sus primeros artículos. En esto creo (2002) es quizá
su texto político más personal. La gran novela latinoamericana, su último
libro, publicado en 2011, era, más que un ensayo literario, una gran reflexión
sobre la historia de Latinoamérica.
Nacido en Panamá en
una familia diplomática, Fuentes creció en la embajada de México en Washington.
Hablaba un inglés y un francés tan perfectos como su español. Durante décadas
vivió la mitad del año en Londres, donde el aislamiento facilitaba su trabajo,
y la otra mitad en un México que nutría su creatividad.
"Es que no se
puede vivir aquí -decía Juan Luis, en "Un alma pura", una de las
narraciones de Cantar de ciegos de 1964-. Si sólo quieres vivir, eres un
traidor en potencia. Aquí te obligan a servir, a tomar posiciones, es un país
sin libertad de ser uno mismo". Juan Luis se marcharía a Ginebra, donde se
daría cuenta de que "ese orden de todo lo exterior" de la ciudad
suiza "estaba exigiendo un desorden interno que lo compensara".
En su primera
novela, La región más transparente (1958), Fuentes concluía: "Aquí nos
tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire". A esa
región, empero, regresó una y otra vez en su vida. Y en ella su cuerpo decidió
quedarse a descansar al final.
EL GRAN LEÓN
¿Mi recuerdo más
personal? La noche que fuimos con Silvia, Federico Reyes Heroles, Beatriz y mi
sobrina Samanta Sarmiento, entre otros, al Gran León de la colonia Roma a
bailar música tropical al ritmo de Pepe Arévalo y sus mulatos.
Twitter:
@sergiosarmient4
La eternidad en movimiento
|
|
Juan Villoro
16 May. 12
Es posible que
Carlos Fuentes haya sido el primer escritor profesional de México. Dispuesto a
vivir de la máquina de escribir, tecleaba a una velocidad frenética, usando un
solo dedo que se le torció como el aguijón de su signo zodiacal, Escorpio.
Como conferencista,
transmitía el carisma intelectual de Naphta, personaje de Thomas Mann en La
montaña mágica: "mientras hablaba, siempre tenía razón".
No inauguró la
novela urbana en México, pero transformó al Distrito Federal en protagonista
absoluto de La región más transparente, ruidoso mural de la metrópoli.
Su sostenida
aventura fue la indagación de la identidad en clave narrativa. En El espejo
enterrado recreó la tragedia de Quetzalcóatl, que no se aceptó a sí mismo.
El dios ilustrado odió el rostro reflejado en el espejo humeante de
Tezcatlipoca.
Con proteica
desmesura, Fuentes trató de restituir esa identidad perdida. Su obra de
conjunto aspira a ser leída como una rueda calendárica; es La edad del
tiempo, y su antología personal lleva un título astronómico, Los cinco
soles de México. Durante 83 años vivió convencido de la sentencia de
Platón: "El tiempo es la eternidad en movimiento".
Me enteré de su
muerte en un escenario que parece de su invención. El teléfono de un amigo sonó
poco antes de que descendiéramos a un cenote recién explorado en Chichén Itzá.
Mientras atisbaba el inframundo maya, se me agolparon imágenes del cuento
"Chac Mool", de Cambio de piel, ubicada en la pirámide de
Cholula, de "Gente de razón", relato donde dos hermanos practican
modos complementarios de entender el país: uno explora la ciudad, otro el
subsuelo.
En la gruta que
sugiere una entrada a Xibalbá, reino de los muertos, entendí que allá arriba la
superficie había cambiado. El rito de paso tenía que ver con la inmersión al
corazón de la tierra, pero también con la muerte de un insoslayable precursor.
La cueva del fin y del origen adquiría otro sentido.
Carlos Fuentes es
uno de los nombres propios de la tradición. Su vastísima obra queda abierta al
escrutinio de los lectores y los arqueólogos del tiempo. El mismo día de su
muerte leí una de sus máximas entusiastas:
|
Carlos Fuentes con Rita Macedo y Victor Flores Olea |
"Si no vives
como joven, te carga la chingada". A los 83 años su corazón se detuvo un
segundo antes de que eso sucediera.
Jorge Volpi
16 May. 12
No leí un anuncio
sino un correo electrónico: una oferta de esa naturaleza no me llega, es
cierto, todos los días. Leí y releí el aviso. Dirigido a mí, a nadie más. Se
solicita escritor joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de lengua francesa.
Capaz de hacer discursos y presentaciones. Viaje y alojamiento incluido. Y,
para colmo, ni siquiera faltaba mi nombre. Las letras negras y llamativas del
correo electrónico me informaban: Jorge Volpi. Se solicita Jorge Volpi,
escritor especializado en datos inútiles, acostumbrado a leer novelas, profesor
auxiliar en escuelas particulares (es cierto), y una cantidad que el pudor me
impide repetir. Y aunque leí todo eso, no lo tomé a broma. Universidad de
Brown. Sonaba muy impresionante.
Imaginé que otro
escritor joven –o no tanto– habría recibido el mismo correo antes, tomado la
delantera, hecho el trabajo. Traté de olvidarme. Pero al día siguiente había un
nuevo correo. Al abrirlo ahí estaban, otra vez, esas letras destacadas:
escritor joven. Tomé el interminable vuelo que me condujo a Nueva York y luego
a Providence, Rhode Island. Una isla que no es una isla. Desde ahí debí haber
sospechado. Me dejé llevar por la piedra labrada, las gárgolas, las ventanas
ensombrecidas, la luminosidad de los prados. Caminé trece pasos y subí
veintidós escalones hasta el despacho del jefe del departamento.
–Profesor –dije con
voz monótona–. Profesor...
–Sí, ya sé. Perdón,
no hay asiento.
–Recibí su correo.
–Claro, lo leyó.
¿Cómo se siente?
–Extraño.
Me aparté de la luz
para mirar su rostro.
–Voy al grano. Se
trata de que usted lo presente.
–¿Yo? ¿Por qué? Él
no necesita ninguna presentación. Y menos una mía.
–Debe hacerlo. Dos
páginas, no más...
–Pero...
–Usted aprenderá a
redactar en su estilo. Le bastará ordenar y leer sus papeles para sentirse
fascinado por esa prosa, por esa transparencia, esa, esa...
–Sí, comprendo.
–Entonces se
quedará. Su hotel está cerca de aquí.
–No sé...
Miré a un lado y de
pronto me di cuenta de que la muchacha estaba allí, esa muchacha que no alcanzaba
a ver de cuerpo entero. No podía creerlo.
–Es Aura... –le
dije al profesor.
–Le advertí que la
encontraría aquí.
–Pero no así, no
viva.
–Sí, viva. Tan viva
como usted.
La joven inclinó la
cabeza y el profesor, al mismo tiempo que ella, remedó el gesto.
–Es el señor Volpi.
No podía creerlo.
Era ella. Aura. La verdadera, la única. ¿Qué hacía ahí, con nosotros? Ella
pertenecía a otro mundo.
–Mañana será el
día. Recuérdelo.
Me retiré a mi
habitación de hotel y me pregunté si el profesor no poseería una fuerza secreta
sobre la muchacha, si la muchacha, mi hermosa Aura vestida de verde, no estaría
encerrada contra su voluntad en esta universidad vieja, sombría. Le sería, sin
embargo, tan fácil escapar mientras el profesor dormitaba en su oscuro despacho.
Quizás Aura esperaba que la salvase de las cadenas que, por alguna razón
oculta, le había impuesto el académico.
Me dediqué toda la
noche a leer los papeles. Los días enmascarados. La región más transparente.
La muerte de Artemio Cruz. Terra Nostra. Cristóbal Nonato... Y, desde
luego, Aura. Esas páginas perfectas donde la conocí antes de encontrarme
con ella, aquí, en un despacho de la Universidad de Brown. De pronto comprendí
por qué Aura estaba tan cerca: para perpetuar la ilusión de todos esos profesores
y especialistas.
Arrojé los libros a
un lado y me dediqué a buscarla por el campus. Pude contemplar cómo destazaban
su cuerpo en mesas redondas, coloquios, seminarios. Todos esos profesores la
convocaban con sus ritos: teorías estructuralistas, posestructuralistas,
feministas, deconstruccionistas, hermenéuticas, sociológicas, culturales. Por
fortuna no la despedazaban a ella, sino a su imagen. Aura permanecía en otro
lado, encerrada como un espejo. Caminé hasta encontrarla. Tomé su muñeca, esa muñeca
delgada, que temblaba...
–Aura, basta ya de
engaños.
–¿Engaños?
–Dime si estos
profesores te impiden salir, hacer tu vida. ¿Por qué han de estar presentes
cuando tú y yo...?, dime que te irás conmigo en cuanto...
–¿Irnos? ¿Adónde?
–Afuera, al mundo.
A vivir juntos. No puedes sentirte encadenada para siempre a ellos. Tienes que
renacer, Aura...
–Hay que morir
antes de renacer. Olvida, tenme confianza. Te espero esta noche –y me dio la
espalda.
Ahora estoy de
nuevo aquí. Escucho mi propia voz, sorda, transformada después de tantas horas
de silencio:
–Aura...
Repito: –Aura...
Entonces me
descubro aquí, frente a ustedes. Y, lo más extraño, lo más perturbador, también
frente a él. Un poco más allá, escondido, atisbo el rostro del profesor
animándome a comenzar. A cumplir con el trabajo que me ha encomendado. A
presentarlo. Mientras lo contemplo debajo de los reflectores, entiendo por qué
me han invitado. Y por qué he visto a Aura. El maleficio comenzó cuando leí
aquellos papeles. Cuando mis ojos se hundieron en esa frase que decía:
"Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los
días...". Es evidente: él me ha atrapado. Al leerlo me he
convertido en parte suya. Yo creía ser Jorge Volpi, escritor joven
especializado en datos inútiles, pero ahora lo sé: si me han pedido que lo
presente es porque luego de leer sus papeles me he convertido en uno de sus
personajes. Mi nombre es Felipe Montero. Ahí lo dice, pueden comprobarlo. Antes
he sido Ixca Cienfuegos y Artemio Cruz y Felipe II y Ambrose Bierce y Laura
Díaz y Cristóbal Nonato.
¿Qué más podría
decir yo de uno de esos raros escritores capaces de inventar un universo y de
construir una tradición literaria por sí mismos? Lo siento: no me atrevo a
añadir nada (y ya he excedido mi cuota de dos páginas). Sólo puedo
recomendarles que lo escuchen. Que oigan en lo que él cree.
Préstenle atención
y con un poco de suerte al final se darán cuenta de que ustedes también son sus
personajes. Y de que su mundo es, sin duda, mejor que el nuestro. Yo, mientras
tanto, me retiro. Tengo una cita pendiente allá arriba, en la oscuridad, con
Aura.
La muerte de
Carlos Fuentes
Víctor Flores Olea
Murió un gran
mexicano y un gran escritor, pero más que nada murió un amigo de toda la vida,
uno de los más cercanos y queridos. Nos encontramos hace 60 años en la Facultad
de Derecho (Carlos era el más elegante), junto con Mario de la Cueva y Manuel
Pedrozo, junto con Javier Wimer y Porfirio Muñoz Ledo, al lado de José Campillo
y encontrándonos también con Jesús Reyes Heroles, y con Salvador Elizondo y con
Rafael Ruíz Harrell. La generación de Medio Siglo y las primeras letras, las
primeras lecturas, las primeras militancias, con Jaime García Terrés y
Francisco López Cámara, y quienes están por fortuna muy vivos: Pablo González
Casanova, Luis Villoro, Enrique González Pedrero, Carlos Payán, Arturo González
Cossío.
Y siguiendo
muy de cerca y leyendo y releyendo La región
más transparente, La muerte de Artemio Cruz, Las buenas conciencias, Cambio de
piel y tantos
otros escritos y ensayos de mano maestra. Y los retiros a Tonanzintla con
nuestros queridos hermanos Guillermo Haro y Fernando Benítez.
Y siguiendo
de muy cerca la Revolución Cubana, también con Carlos en el inicio de la gesta,
y los 68 en México y en Francia, siempre analizando, siempre discutiendo con la
mejor ley que se pudiera concebir, de amigos fraternos, y luego la coincidencia
en dos embajadas, Carlos en París, un servidor en Moscú, siempre encontrándonos
y reiterando y afianzando la relación fraterna, llena de cariño y amistad. Y
sus hijos, desde muy pequeños. Y desde luego Silvia, a su lado y al lado de sus
amigos, a quien le envío un gran abrazo lleno de dolor.
Muerte
Carlos Fuentes
Texto de Carlos Fuentes (1928-2012), incluido en su libro titulado En esto creo,
del que ofrecemos un fragmento a los lectores de La Jornada, con
autorización del sello editorial Alfaguara
Cuando se trata de
acompañar a la muerte, ¿cuál es el tiempo válido para la vida? Freud nos
advierte que lo que no tiene vida existió con anterioridad a lo vivo. El fin de
toda vida es la muerte, una reina todopoderosa que nos precedió y seguirá aquí
cuando desaparezcamos. ¿Nos anunció antes de ser? ¿Nos recordará después de
haber sido? O más bien, la nada que nos precedió y que nos seguirá, ¿sólo se
vuelve consciente en tanto naturaleza, no en tanto nada, gracias a nuestro paso
por la vida? La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero
los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de
morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la
muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es. La esperamos
con grados diferentes de aceptación, de furia, de tristeza, de cuestionamiento,
de arrepentimiento, de eso que Xavier Villaurrutia llamaba nostalgia de la muerte.
Hacemos el balance de nuestra vida, pero sabemos que
el verdadero fiscal es la muerte y que su veredicto lo conocemos de antemano.
Compañera final e inevitable. Pero ¿amiga o enemiga? Enemiga y, más que
enemiga, rival, cuando nos arrebata a un ser amado. Qué injusta, qué maldita,
qué cabrona es la muerte que no nos mata a nosotros, sino a los que amamos. Sin
embargo, esa muerte enemiga es la que podemos vencer. A veces, en mis caminatas
diarias por el viejo cementerio de Brompton en Londres, paso frente a un vasto
terreno de cruces blancas. Contrastan con la elaboración suntuaria de la
mayoría de los túmulos funerarios del camposanto. Son las sencillas cruces
blancas de muchachos muertos en la primera guerra mundial.
Leo sobrecogido las fechas de nacimiento y muerte. No
he encontrado allí a un solo joven que haya rebasado los treinta años de edad.
La muerte de un joven es la injusticia misma.
En rebelión contra semejante crueldad, aprendemos por
lo menos tres cosas. La primera es que al morir un joven, ya nada nos separa de
la muerte. La segunda es saber que hay jóvenes que mueren para ser amados más.
Y la tercera, que el muerto joven al que amamos está vivo porque el amor que
nos unió sigue vivo en mi vida.
¿Son
éstas, apenas, consolaciones? ¿Son triunfos sobre la muerte? ¿O, por el
contrario, engrandecen su poder? La muerte nos dice: te engañas, lo que fue ya
no es. Le respondemos: te engañamos, lo que fue no sólo sigue siendo, sino que es
más que nunca. La muerte se ríe de nosotros. Nos desafía a pensar, no en la
muerte del otro, sino en la propia desaparición. Nos reta a creer que la
memoria de los que sobreviven será nuestra única vida más allá de la muerte. Y
aunque así sea, no lo sabremos nunca. Lo cierto es que los guardianes de la
memoria irán desapareciendo también, con la falsa esperanza de que siempre
habrá un testigo vivo que los recuerde. La muerte se burla de nosotros:
¿recordamos a nuestros muertos más allá de la cuarta o quinta generación que
nos precede?
¿Hay suficientes
leyendas de familia, retratos de los ancestros, hechos memorables, que salven
del olvido mortal a la inmensa legión de los antepasados? Después de todo, hay
treinta fantasmas detrás de cada individuo.
Si muy
pocos pueden rememorar en su genealogía a un héroe o a un genio, todos podemos
acercarnos al gran acervo verbal de la muerte por vía de la palabra poética.
Nadie,
para mí, se acerca más a mi propio sentimiento mortal que uno de los dos más
grandes poetas del Siglo de Oro español (el otro es Góngora), Francisco de
Quevedo. Evidencia de la muerte: “¡Cómo de entre mis manos te resbalas!/ ¡Oh,
cómo te deslizas, edad mía! (...) ¡Oh condición mortal, oh dura suerte!/ ¡Que
no puedo querer vivir mañana/ sin la pensión de procurar mi muerte!” Pero
evidencia, también, del amor constante más allá de la muerte: “Alma a quien
todo un dios prisión ha sido.../ su cuerpo dejará, no su cuidado;/ serán
ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado”:
John Donne le da
otro giro a la muerte temprana. La joven mujer tenía quince años, dice la “Elegía”, y
el destino no le abrió las puertas del porvenir.
Se llevó
la libertad de su propia muerte, pero convirtió a cada sobreviviente en su
delegado a fin de cumplir el destino que pudo ser el de ella. Victoria, así,
sobre la muerte: For since death will proceed to triumph still,/ He can
find nothing, after her, to kill.
Ésta es la
muerte que nos pertenece a todos. La muerte compartida de la palabra que vence
a la muerte.
Permanece,
sin embargo, el hecho de que, precedidos o sucedidos, olvidados o recordados,
morimos solos y, radicalmente, morimos para nosotros solos. Quizás no morimos
del todo para el pasado, pero ciertamente, morimos para el futuro. Quizás
seamos recordados, pero nosotros mismos ya no recordaremos. Quizás muramos
sabiendo todas las cosas del mundo, pero de ahora en adelante, nosotros mismos
seremos cosa. Vimos y fuimos vistos por el mundo. Ahora el mundo seguirá siendo
visto, pero nosotros nos habremos vuelto invisibles.
Puntuales
o impuntuales, vivimos de acuerdo con los horarios de la vida. Pero la muerte
es el tiempo sin horas. ¿Tendré más gloria que la de imaginar que mi muerte es
singular, sólo para mí, butaca preferente en el gran teatro de la eternidad?
Hay
quienes esperan que la muerte los libere de su propia memoria. Muchos suicidas.
Hay quienes lamentarán toda la vida (la que les resta) no haber prestado
atención, no haber tendido la mano o escuchado a la persona que se fue para
siempre.
Hay el
silencio del amor viril que debe esperar hasta la muerte para manifestarse,
diciéndole al muerto lo que jamás, por pudor, le dijimos al vivo. Tejido de
pesares y arrepentimientos que son como la segunda mortaja del muerto. Y éste,
¿habrá ejercido el derecho de llevarse un secreto a la tumba? ¿No es éste uno
de los grandes derechos de la vida: saber que sabemos algo que jamás diremos?
No queremos,
por más negaciones y fatalidades que se acumulen sobre nuestras cabezas, por
más testimonios y certezas de lo imposible que nos presente la fiscalía de la
muerte, renunciar a la convicción de que la muerte no es la nada, es algo, es
valiosa, aunque ella misma nos diga lo contrario. Creemos que la muerte de hoy
dará presencia a la vida de ayer. Con Pascal repetimos: “Nunca digas ‘lo he
perdido’. Mejor di: ‘lo he devuelto’”. Piensa que es cierto. Hay quienes mueren
para ser amados más.
Piensa que
el muerto amado vive porque el amor que nos unió está vivo en mi vida. Piensa
que sólo lo que no quiere sobrevivir a todo precio tiene la oportunidad de
vivir realmente. Querer sobrevivir a todo precio es la maldición del vampiro
que nos habita.
Es,
también, la oportunidad erótica. En Cumbres borrascosas, Cathy y
Heathcliff están unidos por una pasión que se reconoce destinada a la muerte.
La sombría grandeza de Heathcliff está en que sabe que todos sus actos
sociales, la venganza, el dinero, la humillación de quienes lo humillaron, el
tiempo de la infancia compartido con Cathy, no regresarán. Cathy también lo
sabe y por ello, porque “yo soy Heathcliff”, se adelanta a la única semejanza
con la tierra perdida del amor original: la tierra de la muerte. Cathy muere
para decirle a Heathcliff, la muerte es nuestro hogar verdadero, reúnete aquí
conmigo. La muerte es el reino verdadero de Eros, donde la imaginación erótica
suple las ausencias físicas, sobre toda la separación radical que es la muerte.
La muerte,
dice Georges Bataille en su maravilloso ensayo sobre Cumbres borrascosas,
es el origen disfrazado.
Puerto que
el regreso al tiempo original del amor es imposible, la pasión de los amantes
sólo puede consumarse en el tiempo eterno e inmóvil de la muerte. La muerte es
un instante sin fin. ¿Por qué? Porque la muerte, radicalmente, ha renunciado al
cálculo del interés. Nadie, muerto, puede decir “esto me conviene o no me
conviene”, “gano o pierdo”, “subo o bajo”. Éste es, en Pedro Paramo de
Juan Rulfo, el triunfo final del novelista sobre su propio personaje cruel,
calculador y, a diferencia de Heathcliff, anclado en la inmortalidad de un amor
no correspondido hacia Susana San Juan. A cambio de esta derrota, Rulfo nos
introduce, junto con todo un pueblo –Comala–, a nuestra propia muerte. Gracias
al novelista, hemos estado presentes en nuestra muerte.
Estamos
mejor preparados para entender que no existe la dualidad vida y muerte o la
opción vida o muerte, sino que la muerte es parte de la vida, todo es vida.
Imaginemos entonces que cada niño que nace cada minuto reencarna a cada una de
las personas que mueren cada minuto. No es posible saber a quién reencarnamos
porque nunca hay testigos actuales que reconozcan al ser reencarnado. Pero si
hubiese un solo testigo capaz de reconocerme como el otro que fui, ¿entonces,
qué? Me detiene en una calle... antes de descender de un auto o de entrar a un
restorán... me toma del brazo... me obliga a participar de una vida pasada que
fue la mía. Es un sobreviviente: el único capaz de saber que yo soy una
reencarnación. El único capaz de decirme: –Una vida no basta. Se necesitan
múltiples existencias para integrar una personalidad.
Pero si no
basta una vida para cumplir todas las promesas de nuestra personalidad truncada
por la muerte, ¿corremos el peligro de irnos al extremo opuesto y creer que
todo es espíritu y nada materia? Eterno aquél, perecedera ésta. ¿O es que nada
muere por completo, ni el espíritu ni la materia? ¿Son similares sus
desarrollos? Sabemos que los pensamientos se transmiten, más allá de la muerte.
¿Pueden transmitirse, también, los cuerpos?
Las ideas
nunca se realizan por completo. A veces se retraen, hibernan como algunas
bestias, esperan el momento oportuno para reaparecer. El pensamiento no muere.
Solo mide su tiempo. La idea que parecía muerta en un tiempo reaparece en otro.
El espíritu no muere. Se traslada. Se duplica. A veces suple, e incluso,
suplica. Desaparece, se le cree muerto. Reaparece. En verdad, el espíritu se
está anunciando en cada palabra que pronunciamos. No hay palabra que no esté
cargada de olvidos y memorias, teñida de ilusiones y fracasos. Y sin embargo,
no hay palabra que no venza a la muerte porque no hay palabra que no sea
portadora de una inminente renovación. La palabra lucha contra la muerte porque
es inseparable de la muerte, la huerta, la anuncia, la hereda... No hay palabra
que no sea portadora de una inminente resurrección.
Cada
palabra que decimos anuncia, simultáneamente, otra palabra que desconocemos
porque la olvidamos y una palabra que desconocemos porque la deseamos. Lo mismo
sucede con los cuerpos, que son materia. Toda materia contiene el aura de lo
que antes fue y el aura de lo que será cuando desaparezca. Vivimos por eso una
época que es la nuestra, pero somos espectro de otra época pasada y el anuncio
de una época por venir. No nos desprendamos de estas promesas de la muerte.
Fuentes y
los presidenciables: EPN, “ni pensarlo”; JVM, “no ganará”; AMLO, “hay una
esperanza”
MÉXICO, D.F. (apro).- Carlos Fuentes no llegó al primero de julio, día de
las elecciones presidenciales. Murió a las 12:05 horas en el Hospital Ángeles,
al sur de la ciudad de México.
Alguna vez Juan Carlos Onetti dijo sobre Fuentes: “Es el proteico, porque
nunca se sabe qué forma va a adoptar”. Se refería al zigzageo constante del
autor de La región más transparente: de castrista a enemigo de Fidel; de
sandinista a crítico del comandante Ortega; de defender el Halconazo de
Echeverría a asesorar a López Portillo; y finalmente hasta decir que el fraude electoral
de Calderón no existió.
A raíz de los errores de Peña Nieto en la Feria del Libro de Guadalajara, el
escritor aludió, durante una entrevista con Aristegui, a Enrique Peña Nieto:
“En el PRI, no quiero ni pensar que Peña Nieto pueda ser presidente, y no
porque no haya leído nada, pero si a mí me preguntan en una feria de libro
‘¿qué libros ha leído usted’, yo digo la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos y se acabó, ya nadie te pregunta más”, resaltó luego del
traspié del abanderado presidencial priista en la pasada Feria Internacional
del Libro (FIL), donde atribuyó erróneamente la autoría de su libro La silla
del águila al escritor Enrique Krauze.
Durante la entrevista, Fuentes se expresó sobre la izquierda en México:
“Yo estoy a favor de la izquierda. Yo favorecí a Marcelo Ebrard como
candidato. No resultó. El candidato es López Obrador y López Obrador ya sabemos
quién es, sólo que ha cambiado. En vez de ser el batallador que ocupa las
calles, etcétera, es el hombre amoroso. De repente descubrió el ‘love, love,
love’. ¡Qué bonito!”, comentó entonces el autor de La muerte de Artemio Cruz y
Aura.
“Si algunas de las mejores gentes de México se asocian con él, hay una
esperanza. Y estoy hablando de gente como Juan Ramón de la Fuente o como el
propio Marcelo Ebrard y otros”, resaltó Fuentes.
En esa entrevista, el escritor auguró “que los mexicanos ya no reeligirán al
PAN en la Presidencia, y el aspirante del PRI es muy pequeño”, acotó en alusión
al priista Enrique Peña Nieto.
Fuentes añadió: “La única posibilidad de una renovación, a pesar del
candidato, es la izquierda con López Obrador, y una izquierda que ojalá logre
el grado de unión que no tiene todavía”.
Quince días antes de su muerte, durante la FIL de Buenos Aires, Fuentes
calificó de “mediocres que nos dan retórica” a los tres candidatos
presidenciales y advirtió que “hay muchos motivos de indignación también en
América Latina”.
En ese encuentro dijo que el hubiera votado por Marcelo Ebrard, actual jefe
de gobierno capitalino. Y atizó: “En México hay cincuenta millones de personas
menores de treinta años y ningún candidato habla de ellos”.
Carlos
Fuentes: “el arte sobrevive a la política”
El escritor Carlos Fuentes concedió recientemente una entrevista a Daniel
Barrón, colaborador del blog Homozapping, que a continuación reproducimos.
A sus 83 años de edad, el escritor Carlos Fuentes está, como siempre,
poniendo el dedo en las llagas del momento. Su nombre ha sido trending topic en
Twitter debido a que Enrique Peña Nieto citó el título de una de sus novelas,
pero confundió su nombre con el de un historiador; y días después, Vicente Fox,
preguntó en público “¿Carlos Fuentes? ¿Muy leído o qué?” Pero Fuentes está
mucho más allá de esos gags de precampaña. Como subraya al final de esta charla,
la literatura, el arte sobrevive a la política.
Daniel Barrón: Empecemos con la guerra contra el narcotráfico: ¿cree que es
un buen camino?
Carlos Fuentes: No, soy parte de una comisión integrada por el expresidente
Zedillo, Fernando Henrique Cardozo, y César Gaviria, y allí estamos intentanto
que este problema se trate de otra manera, mediante la despenalización, y no
mediante en ataque frontal.
Aquí hay un problema muy grave para México, porque el mercado son los
Estados Unidos y ellos no dan un solo paso en serio, dan pasitos chiquitos,
pero no un paso en serio para combatir el consumo de la droga no, y eso es lo
que finalmente alimenta el negocio. Si no hubiese el gran mercado consumidor
norteamericano, pues no habría oferta mexicana. Y ellos hacen muy poco.
Estados como California, y otros más, están tomando medidas por su cuenta,
pero la gran medida federal, no la ha tomado el gobierno de Washington. Ese es
un problema que no tuvo Colombia; sin embargo, yo creo que con el problema de
México, que es un problema muy particular, hay que proceder a la
despenalización progresiva, para que esto se convierta en algo tan simple como
tomar alcohol.
Cuando Roosevelt en el Nuevo Trato permitió el consumo del alcohol, se acabó
Al Capone pero no se acabaron los borrachos. Entonces aquí podremos tener la
situación en que se acaben las grandes organizaciones criminales, pero se siga
consumiendo la droga quien quiera consumirla, pero ya no con el atractivo, con
el aura que da la interdicción.
— Y se convertirá simplemente en un problema de salud, y no de criminales.
— Eso es los que queremos en este grupo, que sea un problema de salud, nada
más.
—Los indignados, y el movimiento tanto en España como en Egipto, Londres y
Nueva York han cambiado la agenda política…
—Mire, donde menos se piensa salta la liebre, quién iba a decir que de
África del Norte iban a hacer este movimiento. Un hombre se inmoló en Túnez, y
prendió una llama que ha abarcado el norte de África, ha derrocado el gobierno
de Mubarak, y el gobierno de Gadafi; quién lo hubiera pensado, llevaban
treinta, cuarenta años en el poder. Se cayeron y el movimiento cruzó el
Mediterráneo y ha cruzado el Atlántico, y de allí el problema de los ocupados
en Estados Unidos. Ellos plantean un problema muy radical que es: ni demócratas
ni republicanos, vamos a buscar una nueva solución, una nueva situación
política para problemas inéditos, porque lo importante es que los partidos
tradicionales ya no tienen soluciones para los nuevos problemas, y la gente lo
sabe. Lo saben los indignados en España, lo saben todos los que se levantaron
prácticamente en armas en la Gran Bretaña, en seis, siete, diez ciudades y lo
saben los jóvenes norteamericanos —los jóvenes y viejos—, de manera que estamos
ante una novedad que no se ha manifestado en América Latina. Ha empezado en
Chile, ha habido un movimiento, pero fíjese usted que por primera vez los
problemas no empiezan en América Latina. Pero indudablemente van a llegar a
América Latina y hay que estar preparados, hay que pensar, en qué soluciones
tenemos para la gran mayoría de los mexicanos que no están contentos. Saben que
tienen problemas, tienen exigencias que no están siendo satisfechas.
—¿Por qué el movimiento de indignados no ha prendido en América Latina?
—Porque simplemente no había la urgencia aparente, digo aparente de los
problemas, que sí había para acabar con el régimen de Gadafi, o acabar en el
régimen de Mubarak, estos eran problemas muy urgentes de tiranías atroces que
duraban muchos años. Era como acabar con Porfirio Díaz, quién iba a creer que
Porfirio Díaz que celebró con un gran boato las fiestas del Centenario en
septiembre, en noviembre iba a estar en una Revolución. No era posible
pensarlo, lo mismo pasó en los regímenes del norte de África. No con nosotros
porque hemos tenido en los últimos diez o veinte años mecanismos de corrección
de problemas, Brasil ha tenido la gran fortuna de tener dos excelentes
presidentes Cardozo y Lula, entonces las cosas marchan más o menos bien, pero
en otros países marchan mal. En México hay un retraso de las soluciones, se
están creando muchos problemas que no están siendo atendidos, por el sistema
político actual, y esos problemas tarde o temprano se van a manifestar ¿Cómo?
Yo no lo sé.
—Ahora también hay una diferencia que están viendo muy bien algunos
intelectuales en Estados Unidos, pienso en Judith Butler quien señala que una
cosa es acabar con gobiernos autoritarios y otra muy distinta es cambiar todo
un sistema económico.
—Mire usted, lo que pasa en los Estados Unidos va acabar por manifestarse.
Dicen que es el 99% contra el 1%, no es exacto, pero hay un movimiento que se
ha manifestado primero en las calles, pero va a acabar por establecerse en
zonas políticas, en áreas de acción política desde Oakland, San Francisco y Los
Ángeles hasta Nueva York, entonces también va a haber un cambio político. Lo
que ha sucedido es que los Estados Unidos vivían muy contentos con una clase
media bastante rica, poderosa y con la confianza, casi la certeza, de que se
podía ascender de una clase inferior a una superior, era el estilo de vida
Americano: “yo soy de la clase media pero puedo hacerme millonario”. Hoy la
clase media americana sabe que está condenada a bajar, a empobrecerse y a no
tener las oportunidades que tuvieron sus padres. Entonces esto va a crear un
problema político muy novedoso, además de que no son ya la única potencia. De
manera que hay que adaptar a los Estados Unidos a una nueva realidad, Obama
quiere hacerlo, pero si lo hace le cuesta la Presidencia.
—Además estos cambios políticos se están dando en medio de transformaciones
sociales, como por ejemplo el uso de las redes sociales y auge de medios
periodísticos y de análisis independientes.
—¡Claro, se tienen nuevos instrumentos que no se tenían hace un par de
décadas! Lo vimos en África del Norte, el señor Mubarak no sabía que la gente
se estaba comunicando por internet, y la población sí lo sabía, y se comunicó a
través de los medios modernos y armó una revolución contra el gobierno y lo
tiró. Esto no lo esperaba el gobierno que creía que tenía el monopolio de la
información, como creen todos los gobiernos autoritarios. Yo no sé lo que va a
pasar, no puedo adivinar, lo que sí siento es que el cambio es muy grande, y
que acabará por afectarnos a todos.
—¿Utiliza su Twitter?
—No, mi esposa se encarga de los medios modernos; yo soy hombre de pluma y
papel, porque es mi sensualidad de escritor.
Me levanto temprano y escribo con papel y tinta, y no sé hacerlo de otra
manera, luego me lo pasan a máquina y lo que usted quiera; y es mi esposa la
que viene y me dice, “fíjate que el Twitter dice tal cosa o tal otra”, pero yo
no uso esos medios porque quitan mucho tiempo. El tiempo que uno debería
dedicarse a escribir, se lo dedica a los medios de información. Y allí se acabó
el asunto.
—Ahora bien usted es trending topic…
—¿Un quéeeeee?
—Que se habla todo el tiempo de usted en Twitter, a colación de lo de Peña
Nieto, de Fox…
—Yo no sé, yo no me entero.
—Pues se lo digo, usted es trending topic en las redes sociales.
—Pues yo no me entero, yo escribo mis libros en el tercer piso y ni me
entero de esas cosas.
—Me hablaba hace un momento de que los políticos de Estados Unidos parecen
vivir en el siglo pasado, pero ¿qué me dice de los políticos mexicanos?
—Ellos viven antes de la conquista española, eso es lamentable, en la
política tradicional mexicana no hay un buen panorama, pero va a surgir porque
le repito: Porfirio Díaz no sabía que iba a pasar lo que pasó, yo no creo que
vaya a haber una revolución violenta en México, pero sí creo que van a haber
cambios políticos que van a llenar el enorme vacío que hay entre el stablishmen
político, que está muy bajito y los problemas sociales que están muy altitos.
—¿Y de dónde va a surgir el cambio?
—Yo no sé, yo creo que va a surgir de la sociedad, de la clase media
mexicana, de los obreros, de los ninis, de los trabajadores, que no encuentran
un empleo apropiado o que sufren bajo condiciones de dominio y opresión
caciquiles, hay muchos motivos de descontento en México.
—¿Y estará usted allí para apoyarlos?
—No sé, yo estaré escribiendo libros que es lo que me toca hacer.
—Usted fue testigo de la Primavera de Praga, ¿podríamos compararla con la
Primavera de Egipto?
—No, porque los países son muy distintos, la situación de los países de
Europa del Este es muy distinta a la de los países de África del Norte, no, no
es comparable. Dependía todo del ingenio de los checoslovacos, por ejemplo
entraba un tren con soldados y amas soviéticas, y los trabajadores del riel se
encargaban de que el tren diera la vuelta y se regresara a Rusia.
—Pero, en aquel momento los intelectuales tenían mucha relevancia, usted
mismo que estaba allí pero ¿tienen la misma importancia ahora con el auge de
las redes sociales?
—No sé, eso me lo tendría que decir usted, yo no lo sé, porque el trabajo
intelectual es a largo plazo, pero muy largo plazo, yo le pregunto si usted
sabe quién era presidente de los Estados Unidos cuando Melville escribió Moby
Dick. No lo sabe usted ni yo tampoco, y así podemos dar muchos ejemplos, lo que
queda es la obra de arte, la literatura, la pintura y no la política, salvo
casos excepcionales, recordemos que existió Juárez y existió Cárdenas, pero yo
no sé quién era el Secretario del Interior del presidente McKinley y usted
tampoco, pero sí sabemos quién es Walt Withman, ¿verdad?
La muerte
de Carlos Fuentes
MÉXICO, D.F. (apro).- El escritor Carlos Fuentes falleció esta tarde (12.15
horas) a los 83 años de edad en el hospital Ángeles del Pedregal, debido a una
hemorragia interna provocada por una úlcera rota, informó el médico Arturo
Ballesteros del hospital ángeles del Pedregal.
Ayer La Universidad de las Islas Baleares, en España, dio a conocer que le
otorgaba el Honiris Causa, propuesta realizada por el Departamento de Filología
Española, Moderna y Clásica.
Según Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes (Conaculta), tendrá un sepelio como la periodista y esposa del autor de
La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz y Aurora, Silvia Lemus,
lo desee.
Felipe Calderón difundió en su twitter:
“Lamento profundamente el fallecimiento de nuestro querido y admirado Carlos
Fuentes, escritor y mexicano universal”.
Otras más por este mismo medio lamentaron el suceso del premio Rómulo
Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987, el Príncipe de Asturias 1994 y en 2009
la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, como Marcelo Ebrard, jefe de
Gobierno de la Ciudad de México; la Academia Mexicana de Artes y Ciencias
Cinematográficas y el Instituto Mexicano de Cinematografía.
Consuelo Sáizar señaló en su twitter que “Carlos Fuentes ha muerto en su
México. Su ausencia sacude a la patria de la ñ. Gracias por sus letras y su
pensamiento.”
También agregó que “hay una profunda tristeza y se que todo México está
llorando a Carlos Fuentes”.
La directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Teresa
Vicencio, envió un comunicado a este medio donde lamenta el deceso del
escritor, “figura de la literatura universal”:
“Con la muerte del escritor se extingue una de las conciencias más lúcidas y
críticas de nuestro tiempo, siempre libre en sus juicios y siempre sensible al
pulso de los cambios políticos, sociales y culturales de México y del mundo.
“Su obra ensayística ha sido punto de referencia para tomar conciencia respecto
a los problemas más puntuales de México. Sus novelas, reflejo del ser de
México, espejos que a partir de hoy los mexicanos habrán de desenterrar una y
otra vez para mirarse, conocerse y reconocerse.”
Los últimos dos twitters de Fuentes (@Carlos FuentesMX), donde tenían más de
11 mil seguidores, son del 19 de marzo de 2011:
–“Serán los jóvenes quienes tengan que enmendar los errores de nuestras
generaciones; pero cuentan con una gran tecnología para hacerlo.”
–“Desastre natural en Japón, Guerra en Medio Oriente, Corrupción y violencia
a las puertas de nuestro hogar. El mundo se torna muy oscuro.”
La última entrevista que otorgó fue al diario español El País, la cual se
pública hoy con el título “No tengo ningún miedo literario”.
El periodista Francisco Perejil conversó con él a principios de este mes en
Argentina, en el marco de la Feria de Libro en Buenos Aires. Le platicó:
“Mi sistema de juventud es trabajar mucho, tener siempre un proyecto
pendiente. Ahora he terminado un libro, Federico en su balcón, pero ya tengo
uno nuevo, El baile del centenario, que empiezo a escribirlo el lunes en
México”.
A su decir, no tenía ningún miedo literario:
“Siempre he sabido muy bien lo que quiero hacer y me levanto y lo hago. Me
levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo mis
notas y ya empiezo. Así que entre mis libros mi mujer, mis amigos y mis amores,
ya tengo bastantes razones para seguir viviendo.”
En junio próximo, Alfaguara México lanzará su libro Personas, donde Fuentes
presenta un conjunto de semblanzas, ensayos, recuerdos, anécdotas entorno a
personalidades que influyeron en su vida, como Luis Buñuel, el expresidente
mexicano Lázaro Cárdenas, Mario de la Cueva, Francois Miterrand, Susan Sontag y
María Zambrano, entre otras persinalides nacionales e internacionales.
Los textos van acompañados con fotografías, informa su editor Ramón Córdoba,
quien define estos escritos como “retratos emotivos que en total se refiere a
24 personas”.
El nuevo volumen va a distribuirse a varios países.
“Estoy convencido que Fuentes es bastante más que una gloria nacional. Es
uno de los pocos escritores que con cada obra seguía revolucionando las letras.
Se permitió experimentar todo lo que se le ocurrió, de allí que sus novelas de
repente sean extensa y cortas.”
Canal 22 a partir de las 16 horas hoy transmitirá programación especial en
homenaje al novelista y ensayista.
El colombiano Álvaro Mutis indicó que “el fallecimiento del escritor es una
catástrofe muy grande para el mundo de las letras”.
También ayer corrió la falsa noticia de que había fallecido otro escritor
del boom latinoamericano, el nobel Gabriel García Márquez, quien se encuentra
actualmente fuera de México, informaron en su oficina.
Su hermano, Jaime García Márquez, ingeniero y vicepresidente de la Fundación
del Nuevo Periodismo Iberoamericano, con sede en Cartagena, Colombia, dijo a
Apro desde Bogotá que él suponía que el rumor surgió de una mala interpretación
de un artículo publicado en la prensa colombiana titulado “Ojalá y Gabito se muera”.
Jaime García Márquez explicó que se trata de un artículo positivo y
cariñoso, que concluía con esa frase, tomada por los editores para cabecearla,
“de allí salió el mal entendido.”
Además aclaró que su hermano se encuentra en perfectas condiciones de salud,
pero consternado por la muerte de Fuentes. Jaime García Márquez recordó “que la
última vez que lo vio, lo notó pálido y delgado”:
“Los he conocido bien a él y su esposa Silvia, y vi de cerca el drama de sus
hijos que fue tan doloroso para ellos. En un parque de Cartagena, cuando Silvia
entrevistaba a Gabo por el Amor en los tiempos del cólera, mis hijos jugaban
junto con su hijo”.
Finalmente rememoró que cuando su hermano le presentó a Carlos Fuentes, éste
lo saludó diciéndole:
“De manera que tu eres el hermano sandwich”.
Fuentes nació en Panamá, Panamá, el 11 de noviembre de 1928. Dramaturgo,
ensayista y narrador, estudió derecho en la UNAM y cursos de economía en el
Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza. Fue delegado
mexicano en Ginebra; embajador de México en Francia; director, junto con
Octavio Paz, de la Colección Literaria Obregón; profesor en varias
universidades norteamericanas y europeas; fundador y codirector, con Emmanuel
Carballo, de la Revista Mexicana de Literatura; director de La Cultura en
México; fundador y editor de El Espectador. Miembro de El Colegio Nacional
(desde 1972), de la Academia Estadounidense de Artes y Letras, del Consejo de
Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York y de la Comisión Nacional
de Derechos Humanos de México.
Su obra se ha traducido al polaco, noruego, armenio, chino, inglés, francés,
alemán, sueco, italiano, portugués, suizo y danés.
Escritor de los guiones cinematográficos de Las dos Helenas, El gallo de oro
(en colaboración con Gabriel García Márquez y Roberto Gavaldón), Un alma pura,
Los caifanes (en colaboración con Juan Ibáñez), Pedro Páramo (en colaboración
con Manuel Barbachano Ponce y Carlos Velo), Las cautivas, ¿No oyes ladrar los
perros? y el guión del documental El espejo enterrado.
Estuvo como colaborador de El Espectador, La Cultura en México, Revista
Mexicana de Literatura, y Vuelta. Becario del CME, 1956. Miembro del SNCA, como
creador emérito, desde 1994.
Otros galardones que le dieron: Biblioteca Breve Seix Barral 1967 por Cambio
de piel. Premio Mazatlán de Literatura 1972 por Tiempo mexicano Terra Nostra.
Doctor honoris causa 1979 por la Universidad de Harvard. Premio Nacional de
Ciencias y Artes (lingüística y literatura) 1984. Doctor honoris causa 1987 por
la Universidad de Cambridge. Premio Miguel de Cervantes 1987.
Medalla de Honor de Literatura del Club Nacional de las Artes de Estados
Unidos 1988. Premio Instituto Cultural Mexicano 1995 por su labor de difusión
de la cultura y el arte de México en Estados Unidos. Doctor honoris causa 1996
por la UNAM. Doctor honoris causa 2002 por la Universidad de Salamanca, España.
Premio Don Quijote de la Mancha 2008 por su trayectoria y su labor como
impulsor de la lengua y la cultura hispanoamericanas.
Medalla Adolfo Ruiz Cortines 2008, otorgada por el Gobierno de Veracruz.
Gran Cruz de Isabel la Católica 2009 otorgada por el gobierno español. Premio
González-Ruano de Periodismo 2009, que otorga el Instituto de Cultura de la
Fundación Mapfre por el artículo “El Yucatán de Lara Zavala”. Doctorado honoris
causa por la Universidad de las Islas Baleares (UIB), 2012.
Su obra se encuentra dividida en cuento: Los días enmascarados, 1954; Las
buenas conciencias, 1959; Cantar de ciegos, 1964; Agua quemada, 1981;
Constancia y otras novelas para vírgenes, 1990; El naranjo o los círculos del
tiempo, 1993; La frontera de cristal, 2005; Todas las familias felices, 2006;
Cuentos naturales, 2007; Cuentos sobrenaturales, 2007.
En ensayo: París, la revolución de mayo, 1968; La nueva novela
hispanoamericana, 1969; Casa con dos puertas, 1971;Tiempo mexicano, 1971;
Cervantes o la crítica de la lectura, 1976; Valiente mundo nuevo. Épica, utopía
y mito en la novela hispanoamericana, FCE, Tierra Firme, 1991; El coloquio de invierno
(en colaboración con Fernando del Paso y Gabriel García Márquez), 1992; El
espejo enterrado, 1992;Geografía de la novela, 1993; Tres discursos para dos
aldeas, 1993;Nuevo tiempo mexicano, 1994; Por un progreso incluyente, 1997;
Retratos en el tiempo, 1998;Todo encuentro o descubrimiento es mutuo
(plaquette), 1998; Machado de la Mancha, 2001;Viendo visiones, 2003; Contra
Bush, 2004; Los 68. París, Praga, México, 2005.
En novela: La región más transparente, 1958, 2008; Aura, 1962; La muerte de
Artemio Cruz, 1962;Cambio de piel, 1967; Zona sagrada, 1967; Cumpleaños, 1969;
Terra Nostra, 1975; La cabeza de la hidra, 1978; Una familia lejana, 1980;
Gringo viejo, 1985;Cristóbal Nonato, 1987; La campaña, 1990; Diana o la
cazadora solitaria, 1994; La edad del tiempo (obras completas), 1994; Los años
con Laura Díaz, 1999, 2006; Los cinco soles de México. Memoria de un milenio,
2000; Instinto de Inez, 2001; La silla del águila, 2003; Fundaciones mexicanas.
Novelas 1.
(La Muerte de Artemio Cruz. Los años con Laura Díaz), 2007; Capital mexicana
(La región más transparente. Agua quemada), 2008;
Imaginaciones mexicanas (Aura. Cumpleaños. Constancia y otras novelas para
vírgenes. Instinto de Inés. Inquieta compañía), 2008. La voluntad y la fortuna,
2008;Adán en Edén, 2009.
En relato: Los hijos del conquistador, 2002; Inquietantes compañías, 2003.
En el género de teatro: Todos los gatos son pardos, 1970;El tuerto es rey,
1970; Los reinos originarios, 1971; Orquídeas a la luz de la luna, 1982;
Ceremonias del alba, 1991; En varia invención: Voluptuario, 1996; En esto creo
A/Z, 2002. En antologías: Cuerpos y ofrendas (prólogo de Octavio Paz), 1973;
Josele T. Césarman (textos y poemas, en colaboración con Héctor Azar), 1992.
Sobre
“Personas” de Carlos Fuentes… el libro por aparecer
MÉXICO, D.F. (apro).- Alfaguara entregó a apro el preámbulo
de Juan Daniel del libro Personas, escrito por Carlos Fuentes, que saldrá en
junio próximo.
Son ensayos de varias personalidades que influyeron en su vida y obra, como
Lázaro Cárdenas, Fernando Benítez, Julio Cortázar , Luis Buñuel, Arthur Millar,
Pablo Neruda, Alfonso Reyes, Susan Sontag, entre otros.
Aquí escribió el autor:
“Nada está a salvo del destino. Nunca admires al poder, ni odies al enemigo,
ni desprecies al que sufre.”
A continuación se encuentra el escrito que adelanta la editorial:
En alguna ocasión Carlos Fuentes declaró que contaba con los dedos de una
mano a sus amigos, pero que utilizaba las matemáticas de la imaginación para
hablar de sus amigas. Y cuando habla de ellas enciende luces naturales y
artificiales que duran mucho tiempo en el firmamento.
También hay que recordar la petición que hacían sus lectores: que reuniera
en un tomo los prólogos que hizo para la colección Nuestros Clásicos, de la
UNAM, porque más que invitaciones a leer a Herman Melville o a Jane Austen eran
disecciones de las grandes novelas, los grandes escritores, todo un método de
lectura, de entrar a los libros con ojos al mismo tiempo inocentes y expertos,
que supieran qué buscar y en dónde, al tiempo que pudieran asombrarse a cada
paso y con cada personaje.
Otra de sus facetas, que no siempre se tiene oportunidad y el privilegio de
disfrutar, es la de conferencista; las suyas, más que exposiciones, son
cátedras magistrales, en las que provoca inquietudes en el espectador porque
sus análisis, sus perspectivas, además de claras son entusiastas y hacen que el
público descubra características que no había visto en los personajes y en los
autores que Fuentes disecciona, desmenuza y lo entrega para que el
lector-escucha lo aprecie mejor. Y hay algo más, que no siempre comparten con
él otros grandes escritores: su generosidad, su capacidad de admirar, su
envidia de la buena. Lo ha dicho también, sin asomo de falsa modestia: “daría
todos mis libros a cambio de una línea de Pound, de Yeats, de Eliot”, y que
frente a varios poetas se siente como un mecapalero; aunque no suele hacer
muchos elogios, casi todos los que hace consagran a quienes se los otorga.
Personas, su más reciente libro, contiene estas y otras de sus cualidades;
en sus páginas habla de muchas personas, de Alfonso Reyes a Jesús de Polanco,
de Neruda a Susan Sontag, de Arthur Miller a Luis Buñuel, porque, además hay
que recordar que una de las grandes pasiones de Carlos Fuentes es la política, y
que la compara con la literatura; y no sólo eso: la ética, no como materia sino
como comportamiento, se equipara a la poesía, que, ya lo ha dicho Fuentes con
toda puntualidad, es el punto más alto de la creación humana.
En Personas, de manera voluntaria pero no ostentosa, están presentes todas
las aficiones y gustos de Carlos Fuentes: en unas líneas traza las constantes
de Julio Cortázar, pero no aisladas, más bien insertas en un contexto histórico
y social que no sólo nos obliga a leerlas al mismo tiempo que las de Borges,
hay que pensar también en el momento político en que Cortázar, con toda la
magia del ritmo, de la música y de la renovación del lenguaje, escribió en un
tiempo en que cabían las esperanzas contra las tiranías y las dictaduras que
oprimían a diversos países (y no es eso lo que mantiene vigente la obra de
Cortázar, aunque persistan esas características, aunque no en todos los lugares
que obsesionaban a Cortázar); nos hace recordar cuál es la importancia social
de la dramaturgia de Arthur Miller (al mismo tiempo que aclara la aparente
dualidad de Marilyn Monroe que explica su frivolidad, pese a su inteligencia y
su sensibilidad), que las hace tan actuales aunque ya no sean tiempos de
McCarthy (aunque no haya desaparecido el macartismo, sólo se ha transformado,
pero no siempre se ha atenuado); aclara la vigencia de la mirada de Buñuel,
pertinente no sólo en su observación de la miseria en Los olvidados, sino en la
sensualidad de los aristócratas, de las campesinas, en la sordidez o en el
esplendor (además de que, contra la corriente crítica, es contundente al
calificar a Miguel Inclán y a Pedro Armendáriz como los mejores actores
mexicanos).
En las páginas de este libro Fuentes consigue que el lector, para recrear
aunque sea en una mínima parte la elocuencia del autor, lea en voz alta; es
inimitable, pero algo de su vitalidad se contagia y se recupera; y de su
picardía, porque gran parte del libro está compuesto de anécdotas en las que el
mismo Fuentes es protagonista, lo mismo de las correrías que eran posibles en
el México de los años cuarenta y cincuenta, que en un París atiborrado de gente
esperanzada en los cambios prometidos por Mitterrand; lo mismo en las aulas de
la Facultad de Derecho (en la cafetería, más importante que aquéllas) que en
las bibliotecas privadas de sus amigos y maestros, o de sus condiscípulos y sus
colegas, en un Nueva York casi vedado a causa de sus ideas, que en la
complicidad hacia los amores prohibidos de los escritores más apasionados. Al
terminar su lectura persiste la sensación de que el mundo va a componerse, o de
que vale la pena recuperar lo mejor del pasado.
Fuentes comprende, aunque no comparta; sobre todo, respeta a los demás; en
vez de ahondar en la acusación de estalinismo con que se pretende devaluar a
ciertos autores y a ciertos libros, él defiende su derecho (de él y de ellos) a
no caer en las modas y en lo políticamente correcto, y a creer en lo que creen,
y resalta lo que tiene de valor lo literario, y de humano la conducta.
No siempre está de acuerdo con sus personajes, pero la mirada de Fuentes es
la de un lector, no la de un escrutador; ve lo que hay en las obras y no lo que
quisiera él que hubieran escrito (o compuesto o filmado) las personas de las
que habla; no intenta tampoco juzgarlas más que por sus obras, aunque les
celebre travesuras, insolencias o que se hayan desbordado, siempre y cuando sea
por sus pasiones más que por sus instintos.
Algunos de los protagonistas de Personas son políticos, o participan en la política
como observadores, críticos, consejeros, funcionarios, enemigos, alternantes,
pero representan una opción de cambio más que una posibilidad de perpetuación;
son representantes no oficiales de las minorías, pero no de las minorías
privilegiadas; no son parias, pero expresan el punto de vista de los
desposeídos, de los perseguidos y de los marginados (hay veces en que son todo
eso); usan la fuerza de su prestigio moral e intelectual para oponerse al
poder, o para obligarlo a aceptar a esos disidentes; en estas páginas brillan
por su vitalidad, por su sentido del humor, por la fiereza de su posición;
deslumbran en su aparición y perduran sus palabras y sus enfoques; cabe la
pregunta de si son así como los presenta Carlos Fuentes, o lo parecen gracias a
sus palabras, a su entusiasmo, a la magia de su literatura.
Pero ese entusiasmo no se limita a los protagonistas sociales; en estas
páginas conviven el Fuentes crítico de literatura que, como lo ha pedido
siempre, hace un esfuerzo equivalente al del creador para hacer pervivir las
obras, para explicarlas en sus andamiajes, en su estructura invisible, en la
tarea secreta de la creación; su entusiasmo no se limita a expresar sus gustos
sino a mostrar la literatura como vivencia, rescata los momentos decisivos que
se le escapan al lector común, y los hace no digeribles, pero sí comprensibles;
no facilita la lectura, pero desbroza el camino para que el lector la disfrute
mejor; está también el crítico de cine que hereda no sólo el sobrenombre con el
que Alfonso Reyes y Martín Luis Guzmán, precursores, ejercieron la reseña
cinematográfica en la segunda década del siglo XX: Fósforo. Con ese entusiasmo,
con esa inocencia del espectador con que Reyes vio en el cine la épica de
nuestra era, así Fuentes se deja convencer por las imágenes (en el doble o
triple sentido de la palabra) para encontrar una nueva manera de entrever la
realidad, transfigurarla, y darle otro sentido; así, liga, de una manera poco
evidente, el optimismo de Alfonso Reyes y la iconoclasia de Luis Buñuel, quien
reta a las masas con sus películas, pero también con sus comentarios al ver las
cintas de otros cineastas:
De diferentes maneras, son espectadores privilegiados, pero también son
dinamiteros contra el conformismo y contra la complacencia, uno con su cultura,
otro con su actitud; de acuerdo, andar con esa compañía es un desafío, que
Fuentes emprende y afronta con esa misma actitud desafiante, es su compañero en
esa destrucción de la felicidad acrítica.
Reyes, en las palabras de Fuentes, no es el presidente de la República
literaria, sino el biógrafo de la desdicha que no se conforma con serlo; es, al
mismo tiempo que un amigo generoso que abre puertas y despierta vocaciones, un
sinodal temible que puede reprobar a quien se desvíe del camino trazado por el
rigor (pero también por el placer); Buñuel expone la miseria urbana en los
tiempos en que reina el optimismo, pero también el que se ríe de las
excentricidades de los burgueses, el que compadece al que sufre del temblor del
deseo insatisfecho, y del que se complace en sufrir a manos de una villana
sensual y provocadora, y es también el que está de parte de la que llega a
destruir hogares felices; así, con esa misma tónica de la amistad del discípulo
adelantado, es quien vuelve a rendir homenaje al maestro que no enseña, sino
que impulsa, que evoca e invoca y todo lo liga con la literatura; es quien ve
de lejos pero admira de cerca al presidente Cárdenas, que con sus reformas, su
pasión de justicia, da vida a un México que se debate entre el pasado y el
futuro, sin desperdiciar el presente, y quien a lo largo de su vida representa
la rectitud y la sensibilidad social, y afronta con serenidad el presente; es
el seguidor de un Fernando Benítez ebrio de gozo, pero empeñado en dar vida a
los más marginados de un México que se niega entender sus raíces; es el lector
de un Neruda que no deja impávido a los lectores, y que vive una vida de
aventuras y de riesgo por defender su ideal político, y que por ello muere,
como siempre, perseguido, no obstante su fama, su prestigio y los galardones
que debían de haberle dado inmunidad; es el admirador de Cortázar, de Malraux,
de Arthur Miller, quienes llevaron a la literatura, la intensidad de su vida
íntima, en la que caben todas las expresiones, menos la de la indignidad;
criticados por su pasión política, por su cercanía o simpatía a algunos
gobernantes, no dieron un apoyo incondicional, sino crítico y condicionado; esa
misma posición fue la que sostuvo Arthur Schlesinger, quien discrepó de Kennedy
aunque creyó en su ofrecimiento de apertura, y finalmente fue quien mostró la
verdadera cara del poder estadounidense.
Otra faceta de esa actitud crítica y condicionada es la que Fuentes observa
en Simone Weil, conciencia de cualquier gobernante desde los años cincuenta, o
la de Susan Sontag, quien combatió hasta su misma postura política, y sobre
todo, combatió a la enfermedad sin medro, sin temor, con gallardía, y quien
puso en evidencia lo que todo poder ofrece, pero sin maniqueísmos, sin tratar
de imponerse como poseedora de la verdad, sino de todas las dudas.
Que Fuentes es más que un literato se confirma cuando ve la labor de sus
pares pero que se dedican a otra cosa, como en el caso de Tom Wicker, testigo
presencial del asesinato de Kennedy, y quien se dedicó a mostrar las entretelas
del poder, de la guerra como negocio, de la actitud persistente de bloqueos y
conjuras para sojuzgar a los gobiernos indóciles, independientes. Y la manera
en que observa los altibajos de William Styron, quien como literato desafía las
buenas costumbres y por ello es atacado por los que defiende; pero también está
el Styron acometido por los reveses, las enfermedades (orgánicas y anímicas) de
las que se sobrepone con una fuerza más que humana, sin dejar nunca de ser una
presencia molesta para todos; y la eterna juventud de Jean Daniel, para quien
los movimientos juveniles de los años sesenta nada tuvieron de juveniles y sí
de rebeldía ante el poder, ante la conformidad, ante la apatía; o la filosofía
como creación literaria, como el caso de María Zambrano, aparentemente lejana
de la realidad pero con la necesidad de transformarla.
Todas estas personas son vistas desde diferentes ángulos: desde la potencia
creadora hasta la fuerza de la adversidad; en sus momentos cumbres o peleando
contra los enemigos poderosos (así sean sus propios demonios); desde la
algarabía de haber triunfado o en la serenidad de una derrota momentánea (tan
momentánea como una victoria); muchas veces estuvo a su lado, como testigo de
la tranquilidad con que Cárdenas veía la Revolución Cubana como una posible
secuela de la Revolución Mexicana; como partícipe del optimismo con que los
inteligentes de todo el mundo veían la posibilidad del cambio que representaba
Mitterrand, y de alguna manera correspondía a los esfuerzos de Malraux aun con
De Gaulle en la silla presidencial; en los escenarios donde el hombre
contemporáneo se veía retratado en las obras de Miller, Sontag, Styron, Neruda,
Cortázar, Judith Stein que era minoría en todos lados; o en los reclamos
justos, irrebatibles de Weil y de Zambrano que representaban nuevas ópticas,
ineludibles después de ellas. Al lado de ellos, como espectador o como cómplice
jubiloso, Fuentes saca las energías necesarias para hacer un lado las
esperanzas y ver cómo se hace para que esos cambios, esos reclamos, sean
universales y estén presentes todo el tiempo. Y es la misma fuerza y la misma
asombrada atención frente a Manuel Pedroso que hace ver que la única manera en
que prevalezca el derecho es por la fuerza de la literatura, o con la que
parece un discípulo que descubre el mundo a través de la música que se vuelve
literatura que se vuelve la mirada implacable que se vuelve lucha contra la
tiranía, contra el destino, contra uno mismo.
Después de leer Personas, el lector entiende por qué Carlos Fuentes sigue
siendo el novelista inventivo y singular que en cada libro revoluciona nuestras
letras.
Deja Fuentes huella indeleble en cine
|
|
|
|
El narrador
escribió críticas cinematográficas bajo el seudónimo de Fósforo II.
Foto: archivo
|
|
|
|
|
En Twitter, Diego Luna y Guillermo Arriaga lamentaron la muerte del
escritor
Mario Abner
Colina
Ciudad de México (16 mayo
2012).- Si bien el
legado universalmente conocido de Carlos Fuentes quedó eternizado en papel y
tinta, el escritor mexicano, fallecido ayer a los 83 años, dejó también una
huella indeleble en el séptimo arte.
Su importancia trascendió generaciones, y figuras del cine nacional, como
Guillermo Arriaga y Diego Luna, manifestaron en sus cuentas de Twitter su
pesar por la muerte del narrador.
"Me entero de la muerte de Carlos Fuentes. Que tristeza caray. Lo
lamento", escribió el escritor de Amores Perros.
"Un fuerte abrazo a la familia de Carlos Fuentes. Un día muy
triste....", concordó el director de Abel.
El autor de novelas como "Cambio de Piel", "La Región Más
Transparente" y "Terra Nostra", ganador de los Premios
Cervantes, Rómulo Gallegos y Príncipe de Asturias, entre otros, participó en
el cine como guionista, actor y hasta director.
Incursionó como escritor de guiones con El Gallo de Oro, de Roberto
Gavaldón, en 1964, adaptando junto con su amigo Gabriel García Márquez y el
propio cineasta una historia de Juan Rulfo.
En 1965, de nuevo al lado del escritor de "Cien Años de Soledad",
construyó la historia de Tiempo de Morir, de Arturo Ripstein, y un año
más tarde hizo lo propio con la adaptación al cine que Carlos Velo hizo de la
emblemática novela "Pedro Páramo". La película de culto Los
Caifanes (1967), de Juan Ibáñez, también contó con su pluma.
Su extensa obra también fue sujeta a la adaptación fílmica, muchas veces con
él como escritor. Su icónica novela "Aura", sobre fantasmas, fue
llevada al cine en Italia en 1966 bajo el nombre de La Strega in Amore.
Lo mismo sucedió con su cuento "Muñeca Reina", hecho largometraje
en 1972 por Sergio Olhovic, y sus novelas "La Cabeza de la Hidra" y
"Gringo Viejo", trasladadas a imagen y sonido en 1981 y 1989 por
Paul Leduc y Luis Puenzo, respectivamente.
Colocarse tras las cámaras como director no le fue ajeno, y realizó, al lado
de Héctor Casillas, en 1974, el largometraje Enigma Compartida, que
obtuvo galardones como el Premio Indio Fernández.
Cultivó, desde joven, al igual que sus compañeros del Boom Latinoamericano
García Márquez y Mario Vargas Llosa, la crítica cinematográfica: escribía
reseñas y críticas, usualmente en la Revista de la Universidad de México,
firmadas con el seudónimo Fósforo II, en homenaje al intelectual Alfonso
Reyes.
Hasta en sus columnas, publicadas en REFORMA, Fuentes constantemente
manifestaba su cinefilia al comentar películas independientes modernas, como Meek's
Cutoff, de Kelly Reichardt, o desmenuzando largo y tendido cintas como Biutiful,
de Alejandro González Iñárritu.
"Biutiful toca el gran problema irresuelto de la globalidad. ¿Por
qué si en un mundo globalizado, circulan sin trabas el dinero, los valores,
las empresas, no puede circular el trabajo?", se preguntó en un texto
firmado un par de años atrás.
En 2008, durante la celebración de sus 80 años, Fuentes y su amigo Carlos
Monsiváis fungieron como programadores de la Cineteca Nacional, seleccionando
varias de sus películas favoritas, como La Gran Ilusión, de Jean
Renoir, y Amanecer, de F.W. Murnau.
Hacen mofa en radio de su fallecimiento
En su programa radial Dispara, Margot, Dispara, transmitido por Exa,
el locutor Sergio Zurita se burló de la muerte del escritor mexicano Carlos
Fuentes.
"La única manera de empezar este programa es así", dijo Zurita
luego de comunicar el fallecimiento del escritor, y acto seguido corrió la
festiva canción "Conga", de Gloria Stefan.
"Estamos desechos, súper tristes, por el deceso de Carlos Fuentes, que,
pues, la verdad no hizo más que pura paparruchada, que no entiendo por qué le
aplaudieron, nunca. Un escritor pésimo, el clarísimo ejemplo del intelectual
cortesano, siempre cerca del poder, siempre lambisconeando a quien tenía que
lambisconear", agregó.
Zurita, mientras se ganaba las risas de sus co-conductores Fausto Ponce y
Claudia Silva, agregó que tres de las novelas más famosas de Fuentes,
"Aura", "La Muerte de Artemio Cruz" y "La Región Más
Transparente", se parecen sospechosamente a "The Aspern
Papers", de Henry James: "Mientras Agonizo", de William
Faulkner, y "Manhattan Transfer", de John Dos Passos.
|