jueves, 17 de mayo de 2012

Terra Nostra


·        

Carlos Fuentes fue escritor, abogado por la UNAM y economista por la Escuela de Altos Estudios de Ginebra, Suiza

El presidente de Francia, Francois Hollande, calificó a Carlos Fuentes como un gran amigo de su país y un hombre comprometido
PARÍS, Francia, mayo 16, 2012.- El nuevo presidente francés, François Hollande, rindió hoy homenaje al fallecido escritor mexicano Carlos Fuentes, de quien destacó su carácter comprometido y ser un "gran amigo" de Francia.
Hollande señaló en un comunicado haber recibido "con emoción" la noticia de la muerte de Fuentes y rindió "homenaje al hombre comprometido, rebelde a las normas y a los dogmas, que defendió con ardor una idea simple y digna de la humanidad".
También recordó a Fuentes como "el gran escritor de la identidad mexicana que tan bien supo expresar el genio de ese país convergente a través de una producción literaria profundamente rica y original".
"En nombre de Francia saludo con respeto a este nombre de la literatura universal y a este gran amigo de nuestro país", señaló el jefe del Estado francés.
Embajador mexicano en Francia durante los años 70, el autor de obras como "La muerte de Artemio Cruz" (1962), "Gringo Viejo" (1985) y "Terra Nostra" (1975) murió ayer, a los 83 años, en un hospital de la capital mexicana, donde fue ingresado de urgencia.

Carlos Fuentes, mexicano, al centro, con el escritor peruano Mario Vargas LLosa y con el escritor colombiano Gabriel Garcia Marquez


Viva el socialismo. Pero... (1)
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes ha publicado treinta novelas y libros de ensayos. Ha recibido el Premio Cervantes y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Ha sustentado la Cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge y la Cátedra Robert F. Kennedy de la Universidad de Harvard. Inauguró la Cátedra "México" de Trinity College, Dublín y la Cátedra Alfonso Reyes de la Universidad de París. Es co-presidente del Foro Iberoamérica.

14 May. 12

La historia se anuncia. Luego duerme la siesta. Y, al cabo, despierta. Los acontecimientos de mayo de 1968 en París fueron una fiesta. "Debajo de los pavimentos, las playas". "Prohibido prohibir". Marx y Rimbaud, compañeros. Asistí a esa fiesta. Era una forma de embriaguez colectiva. Pero tenía un fondo sobrio. Había que modernizar a Francia. El Partido Comunista se negó al movimiento. Las fábricas no fueron a la huelga. Se inició el gran declive del PC, que en Francia había llegado a ser partido que sumó la fuerza del proletariado a una doctrina nacionalista ajena al internacionalismo de Marx.
1968 redujo al PC pero no encontró con qué sustituirlo. El gran partido socialista de Jean Jaurés (1859-1914) fue revitalizado por León Blum, quien en el corto espacio de un año, 1936-1937, estableció el derecho a vacaciones pagadas, la semana de cuarenta horas y el contrato colectivo de trabajo. Esta herencia fue disipada por el Partido Socialista de la post-guerra, llegando, con Guy Mollet a participar en la guerra del Canal de Suez contra el presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser. Mayo del 68 confirmó tanto el desprestigio del PS como el del PC. En el Congreso socialista de Épinay, Francois Mitterrand decidió revertir el declive y devolverle un sentido al PS. ¿Pero cuál sentido?
Tuve una relación personal, de amistad política, con Mitterrand. Vecinos en la misma calle parisina en los años setenta, aplaudí su viaje a México en oposición a opiniones estrechamente oficialistas.
El fruto de la visita lo obtuvimos cuando Mitterrand llegó a la presidencia de Francia en 1981 y puso en marcha un programa renovador que le devolvió prestigio y fuerza al maltratado PS. Mitterrand tuvo la audacia (comparable a la de Lázaro Cárdenas en México) de tomar las medidas que el país entero, incluyendo a la burguesía, necesitaba para prosperar. Nacionalizó la banca para modernizarla. Puso la justicia en manos de un gran abogado, Robert Badinter, quien abolió la pena de muerte y modernizó las cárceles. Descentralizó la administración pública. Redujo la semana de trabajo. Aumentó el periodo de vacaciones. Exigió a los patronos aprobación gubernamental antes de despedir trabajadores. Más empleo. Más vivienda popular. Un programa de gasto deficitario que no encontró eco en las políticas de reducción de gastos y de impuestos de otras naciones capitalistas. No obstante, las políticas de Mitterrand quedaron, como dicen los franceses, "en reserva de la república" y hoy regresan al primer plano dada la actual opción crítica entre la austeridad como promesa de desarrollo que sólo prolongan la depresión y un retorno a la política de Mitterrand: Expansión y desarrollo.
Al cabo, la derecha francesa, tan asustada por Mitterrand, entendió (a medias) la necesidad de las reformas para alcanzar la prosperidad colectiva, incluyendo la de la burguesía. Nuevamente, se impone la comparación con Cárdenas en México, Franklin Roosevelt en EE.UU., López Pumarejo en Colombia y el Frente Popular en Chile.
La política exterior de Mitterrand, que tanta alarma inicial causó en Washington, se situó en la realidad europea. "Moscú puede usar el arma atómica contra Francia en cosa de minutos", me dijo un día Mitterrand. Su política aisló y debilitó al PC francés, que al cabo se retiró del gobierno. El filósofo francés Jacques Derrida viajó a Praga a dar clases privadas de filosofía, toda vez que el gobierno sólo permitía versiones ortodoxas. Derrida fue detenido y encarcelado. Mitterrand le exigió a Praga la liberación inmediata o la ruptura de relaciones. Praga cedió. Heredero de la política de cooperación en vez de guerra con Alemania, política iniciada por Robert Schuman y Konrad Adenauer. Mitterrand reforzó los lazos con el vecino del Rin. Viajó a Cancún con asesores de izquierda (Regis Debray, Jean Daniel). Observó las indiscreciones del Ronald Reagan. Se admiró de que los EE.UU. eligiesen presidente a un actor de Hollywood. Prosiguió una política independiente para Francia y al cabo, cuando la elección de 1986 la ganó la derecha, Mitterrand "cohabitó" como presidente con el Primer Ministro golista, Jacques Chirac. Sólo que, si el zorro Chirac sabía muchas cosas, el erizo Mitterrand sabía una gran verdad: que la oposición cometa los errores, yo me limito a presidir. Así ganó la elección presidencial de 1988 con una mayoría del 54%. A mitades entre las regresiones de Chirac y las renovaciones socialistas, Mitterrand en su segundo periodo resucitó el salario mínimo, un programa de empleo y un impuesto sobre las grandes fortunas.
La elección de Francois Hollande, el primer presidente socialista desde Mitterrand, hereda el pasado que aquí evoco. Pero lo hereda en un mundo muy distinto al que le tocó a Mitterrand. (Sigue mañana).
Viva el socialismo. Pero... (2)
Carlos Fuentes
15 May. 12
Nadie ha explicado la continuidad de la historia de Francia mejor que Francois Mitterrand. Nunca fui partidario de Charles De Gaulle, explicó una vez. Pero siempre rehusé ser su enemigo, afirmó. ¿Por qué? porque existía. Porque sus actos lo creaban, convencido de que él era Francia, a la cual, añade Mitterrand, De Gaulle quería con un amor visceral, exclusivo. Es más: De Gaulle afirmaba la presencia francesa en todos los frentes a la vez. Exigía admiración y lealtad. Un viejo chiste propone que De Gaulle, ante su gabinete, decidió un día invadir la Unión Soviética.
-¡Dios mío! -exclamó un ministro.
-No exagere -le contestó De Gaulle.
Si evoco este pasado, es para acercarme al presente que enfrenta el recién electo Francois Hollande y para contrastar el gran talento político de De Gaulle, tan admirado por su opositor Mitterrand, con la pequeñez del antecesor inmediato de Hollande, Nicolas Sarkozy. Presidente de un solo período, Sarkozy lo inició con frivolidad: cenas suntuosas, viajes en yacht, relojes de setenta mil dólares, bikinis y un profundo desprecio por la gente de la calle: "cállate, pendejo", le dijo a un ciudadano opositor. Confieso mi antipatía. El año de México en Francia fue cancelado por la exigencia de Sarkozy: cada acto del centenar previsto debía comenzar con la defensa de la encarcelada Florence Cassez: cine, arte, arqueología, literatura mexicanas, pero primero, defensa de Cassez. La exigencia de Sarkozy dinamitó el año de México en Francia.
A la postre, la realidad europea e internacional redujo a Sarkozy al papel de socio menor de la canciller Angela Merkel. Pero era Francia, al cabo, el ente secundario.
Francois Hollande hereda todo lo que llevo dicho. La idea de la grandeza nacional que encarnó De Gaulle. Las posibilidades de la reforma social en régimen capitalista, que fue la apuesta de Mitterrand. La posición de Francia en la comunidad europea y la relación con la Alemania Federal, que fue el problema de Sarkozy. Y algo más: la respuesta de Francia al gran desafío de la sociedad civil y que pone en entredicho a todos los gobiernos. Desploma a los autoritarismos pétreos de Egipto, Libia y Túnez. Desnuda al ya bastante encuerado Berlusconi en Italia. No se contenta con Zapatero ni con Rajoy en España. Multiplica la oposición en Gran Bretaña y le resta poder electoral a Cameron sin dárselo del todo al jefe laborista Edward Miliband. En los EE.UU., se separa del Partido Republicano, disminuye y ridiculiza al "Tea party" y sólo le dará una victoria condicionada a Obama en noviembre. Son los "Ocupantes".
¿Cómo responderá Francois Hollande a este nuevo desafío, el de una sociedad que al cabo no se reconoce en ninguna de las tribus políticas tradicionales: izquierda, centro o derecha? Conocemos algunas de sus respuestas, todas ellas adecuadas a la situación que describo. Hollande quiere un gobierno que se defina menos por su perfil tecnocrático y más por lo que los franceses entienden por "humanismo", y esto significa una preocupación mayor -como la tuvo Mitterrand- por la calidad del trabajo, la remuneración salarial y la descentralización administrativa. Más empleo, mejor vivienda. ¿Más austeridad? Hollande ha declarado que la austeridad no puede ser una fatalidad. ¿Cómo convertir la austeridad no sólo en virtud, sino en motor del crecimiento? ¿Y es más, en convicción colectiva?
Los desafíos a Hollande son inmensos. La inmigración del mundo musulmán, parte de ella ya instalada en Francia, reclama no ser tratada como la llamó Sarkozy: "la basura". Hollande debe darle al inmigrante norafricano diálogo y un horizonte en la política de inclusión social y creación de empleo que es la suya. El inmigrante de África del norte debe sentir que es parte de esta política, no mero accidente adjunto de la misma. Hollande deberá dialogar con norafricanos y afroeuropeos para alcanzar, con todos, maneras de tratar el conflicto social y racial con las comunidades que exigen derechos y una situación manumitida. Lo que haga Hollande en este renglón tendrá una repercusión europea y global. El trabajo migratorio no puede ser, a la vez, necesario y castigado. Si ya hay libertad para el capital, la inversión y el cambio, debe haberlo también para el trabajo. Se trata, ni más ni menos, de revertir la política sarkoziana de proteccionismo y en contra de la inmigración.
El gran desafío del nuevo presidente de Francia consiste en poner en marcha una política de crecimiento contraria a la política de rigor sin crecimiento dictada por Merkel. Que existe un acuerdo franco-germano es cierto. Hollande deberá convencer a Merkel -cosa difícil- de cambiar los términos de la relación. O al menos, de añadir un apéndice sobre la necesidad de crecer, sin engañar a nadie con políticas proteccionistas y subsidios a la ineficiencia.
El socialismo en el poder debe presentarse como una affectio societatis que concierne no sólo a la empresa o al trabajo, sino al conjunto social.
No será fácil. Pero Mitterrand demostró que, dentro de los límites, el socialismo puede hacer lo que la derecha ni siquiera piensa en hacer. "La austeridad no puede ser una fatalidad" -explica Hollande-. Y darle una nueva dimensión a la construcción europea. Y decírselo cuanto antes a Europa y a Alemania. Crecimiento con disciplina. Tal es la propuesta de Hollande. Ojalá que tenga tiempo y éxito. La impaciencia de los "ocupantes", la sociedad civil emergente, es muy grande.
Nota mexicana.- Me preocupa e impacienta que estos grandes temas de la actualidad estén fuera del debate de los candidatos a la presidencia de México, dedicados a encontrarse defectos unos a otros y dejar de lado la agenda del porvenir.


  • La personalidad del escritor mexicano Carlos Fuentes fue el resultado de una búsqueda. Es la victoria de alguien que luchó por encontrar una identidad en medio de dos culturas opuestas
CIUDAD DE MÉXICO, México, mayo 15, 2012.-¿Voluntarioso? Algunos dirían que sí.

Sin embargo, la personalidad de Carlos Fuentes no fue fácil de construir. Fue el resultado de una búsqueda donde los tropiezos no faltaron, de un arduo caminar. Es la victoria de alguien que luchó por encontrar una identidad en medio de dos culturas opuestas; un oscilar entre lo ajeno y lo propio.

Carlos Fuentes nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928. Creció en los años 30, en Estados Unidos, ajeno a México.

"Yo crecí en un mundo vibrante, el de la década de los 30s, en los Estados Unidos, más o menos desde la inauguración del ciudadano Roosevelt y la interdicción del ciudadano Kane. Mi padre era consejero de la Embajada de México en Washington y me obligaba en casa a leer la historia mexicana, conocer su biografía, sus hombres, sus sueños, sus derrotas; un país inexistente, pensaba yo entonces, inventado por mi padre para alimentar mi imaginación infantil, por un paisaje y un alma tan distintos de los norteamericanos que parecía una fantasía, una fantasía cruel", relató Fuentes.

"De la noche a la mañana, yo me convertí en un leproso en mi escuela, hombros fríos, miradas agresivas, epítetos y, a veces, golpes.
Nadie sabe ser más cruel que un niño, y la crueldad de los grandes es el más seguro residuo de ese malestar infantil ante las carencias que eliminamos en el mundo, y en nosotros mismos. Aprendemos a ser jóvenes?, agregó en una entrevista.

"Descubrí que el país de mi padre era real, y que yo pertenecía a él. Era mi identidad, y yo carecía de ambos, de ella y de él".

"Los Estados Unidos me habían hecho creer que vivíamos solamente para el porvenir. México, Cárdenas, los acontecimientos de 1938, me hicieron comprender que sólo en un acto del presente se hacen presentes tanto el pasado como el futuro. Ser mexicano era identificar un hambre de ser, un sueño de dignidad, la carencia y el deseo de muchos siglos olvidados, y de muchos siglos por venir, para hacerlo hoy, en el instante, en ese tiempo vigilante actual de México que más tarde aprendí a comprender en las serpientes de piedra de Teotihuacan, de los ángeles policromados de Tonantzintla. Añado, que siguiendo la vida diplomática de mi padre, viajé a Chile y entré de lleno a la lengua hispana, de la política latinoamericana y sus carencias".

Luego de su paso por Sudamérica, Fuentes regresa a México. Tiene su primer encuentro con El Quijote. El impacto fue tal que, desde entonces, cada año hace una lectura de la obra de Cervantes. Es la época en que conoce a varios intelectuales mexicanos como Alfonso Reyes. También empieza a publicar en revistas y diarios algunos relatos cortos, así como reportajes y artículos políticos. La bohemia lo seduce...

Sin embargo, como escribió el autor en alguna ocasión, quiso ser rígido consigo mismo. Se trasladó a Suiza para iniciar su formación diplomática, estudió con varios internacionalistas europeos de renombre. También hizo su contacto personal con la diplomacia: se convirtió en secretario de Roberto Córdoba, quien era representante de México en la Comisión de Derecho Internacional de la ONU.

La diplomacia le era casi inherente.

"La preparación que tengo es familiar, pues mi padre fue durante 45 años miembro del Servicio Exterior Mexicano. Ocupó los puestos de embajador de México en Panamá, en Holanda, en Portugal y en Italia. Yo mismo ingresé al Servicio Exterior Mexicano siendo muy joven, en 1950, estuve en la representación de México ante la Organización Internacional del Trabajo, en Ginebra, y estuve comisionado en la Secretaría de Relaciones Exteriores, en la sección de prensa y publicidad, y como jefe en el departamento de Relaciones Culturales, en (19)69, después de la publicación de La región más transparente me retiré de la diplomacia y me dediqué íntegramente a mi trabajo literario, por otro lado, hice estudios de derecho internacional, soy diplomado del Instituto de Relaciones Internacionales de Ginebra; no quiero decir que soy un hombre del renacimiento ¿verdad? Pero sí tengo ciertos conocimientos de relación internacional a través de mi familia y de mis estudios".

La década de los años cincuenta.
Su regreso a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y su encuentro con la generación del Medio Siglo, a la que también pertenecían Mario Moya, Porfirio Muñoz Ledo, Miguel Alemán Velasco y Víctor Flores Olea, entre otros, quienes tenían como mentor a Mario de la Cueva. Era la época en que convive con sus contemporáneos: Salvador Elizondo y Sergio Pitol, pero igual con los jóvenes Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco. Eran años fructíferos en todos los sentidos.

Carlos Fuentes estaba al margen de los arquetipos del intelectual. Tal vez por esa razón se inició en el arte de escribir de un modo poco usual, ajeno a las historias de otros que conocemos.

"La creación depende de dos realidades: una, la biografía, y la otra, la tradición. Los libros son escritos por individuos, pero los individuos que escriben libros emplean un lenguaje que los precede y que es de todos?La literatura es el arte de las palabras. La literatura de una época está en relación forzosa con el consumismo, pero también con la historia de ésa época", consideró.

Según el propio Fuentes, su estilo y la esencia de sus obras literarias eran la suma de su pasado, de sus lecturas, de sus preocupaciones. Llegaba la segunda mitad de los cincuenta, era el México moderno, pleno milagro mexicano...

Pero de igual modo, era tiempo de gran productividad ensayística, crítica de cine y de articulismo político. Tiempo del primer libro Los días enmascarados, una colección de cuentos, y de la publicación de la primera novela La región más transparente.

"A mi paso, de la educación en lengua inglesa a la educación en lengua española, le siguió la expresión de lo que en Washington fue la revelación de una identidad. Quería escribir para demostrarme a mí mismo que mi identidad, y mi identidad como mexicano, eran ciertas. Sólo con todos los lenguajes compartidos, los de mis maestros y amigos, pude acercarme al cuerpo en llamas de la literatura y pedirle un poco de fuego para La región más transparente, Aura y La muerte de Artemio Cruz".

"¡Sí! Empiezas a escribir y descubrimos con asombro que sólo naces después de tu acto, que debes escoger tu acto con cuidado, sin miedo de las consecuencias, porque si eres poeta ¿El poema te creará? Y si eres novelista ¿Serás creado por la novela? De la misma manera que el poema o la narración crean a sus lectores. Eso es así porque la literatura,  lo ha dicho muchas veces, no se limita a mostrarnos el mundo, sino que añade algo al mundo, crea complementos verbales de la realidad y no sólo explica la realidad? Los canales normales para el conocimiento son la ciencia y la filosofía, pero el nombre del conocimiento literario es imaginación, incluyendo la imaginación del pasado", agregó.

Las reuniones entre intelectuales tenían un invitado insustituible. Fuentes tenía amistad con Max Aub, Alí Chumacero, Jaime García Terrés, Juan Soriano, Abel Quezada y Octavio Paz. En esa época, el escritor mexicano definía su posición política: comulga con movimientos como el de los ferrocarrileros y el triunfo de la Revolución Cubana, y se muestra en contra de Estados Unidos y su actividad en América Latina, y de la Unión Soviética y su política en Europa Central. La Guerra Fría se convirtió en blanco de su pluma crítica y de sus ensayos que denuncian.

"Las relaciones de México y Estados Unidos tienen que ser complejas por la disparidad económica y militar, y por todo lo que hay entre los dos países. Hemos aprendido a convivir, a respetarnos mutuamente?el país imaginario de mi padre era real, pero más fantástico que cualquier imaginación. Era tan real como sus fronteras físicas y espirituales. México, la única frontera entre el mundo industrializado y el mundo subdesarrollado, la frontera entre mi país y los Estados Unidos, pero también la frontera entre los Estados Unidos y toda la América Latina. Entre el mundo indolatino  y el anglosajón, entre el ahorro simplificado del protestantismo y el derroche barroco del catolicismo, entre la extensión horizontal y difusa del poder democrático y su estructuración absolutista, piramidal y centralizada, entre el derecho consuetudinario no escrito y el derecho romano carente de toda realidad si no se le da la escritura", apuntó.

Los temas delicados nunca fueron un freno. Se interesaba por México, por lo que sucedía en el país, por los procesos políticos, por la democracia.

"Tenemos una democracia, avanzamos en la democracia;  pero esa democracia no se va a consolidar mientras no se consolide la cultura del Derecho en México, y mientras nuestras instituciones del Derecho funcionen plenamente, y  todavía no funcionan plenamente, y una de las pruebas es el caso de Juárez... Seguimos en la democracia imperfecta, en el sentido de que una democracia siempre es imperfecta por definición, no hay democracias perfectas. Yo creo que Churchill lo dijo de una manera inolvidable: La democracia es el peor sistema de gobierno que existe, con excepción de todos los demás. Entonces, una democracia tiene que perfeccionarse o no es democracia, tiene que estar progresando, adaptándose, creando nuevas", dijo.

La prudencia se contaba entre sus virtudes, por eso el escritor mexicano no hacía declaraciones de todo, en cualquier momento o a la menor provocación.
-¿Quién cree que será el próximo Presidente?
-Eso no lo puedo contestar.

Ante esa figura de la literatura mexicana, ante el escritor galardonado, leído en varios idiomas y reconocido en todo el mundo, la pregunta obligada llegó a ser sobre la obtención del Premio Nobel. Fiel a su personalidad, invariablemente, la respuesta de Fuentes fue contundente:

"El Premio Nobel considero yo que ya lo obtuve cuando se lo dieron a Gabriel García Márquez. Es decir, lo obtuvo mi generación, lo que representaba mi generación, de modo que me doy por bien servido, punto".

Hubo ocasiones en que la reflexión sobre la vida, el vivir y el mundo, encontró una salida en la escritura, el pensamiento y la voz del autor mexicano.

"Nuestra presencia en el mundo es inseparable de un sentimiento de ausencia. Este es el mundo, desde la infancia representa preguntar ¿De qué carezco? ¿Qué le falta al mundo donde, siendo y creciendo, yo vivo? Lejos de contentarnos con lo que es, construimos un  jardín de juegos insólitos, habitados por los espectros de lo que no es, de lo que debe ser y de lo que fue".

Inolvidable será la imagen de Carlos Fuentes.

Nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928. Estudió Derecho en la UNAM e ingresó al Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, además de haber sido becario del Centro Mexicano de Escritores. Fue cofundador y codirector de la Revista Mexicana de Literatura. uno de los editores de El Espectador y dirigió algunos números del suplemento La Cultura en México.

Además de escribir novela, cuento y ensayo, también hizo crítica de cine y guiones para películas como El gallo de oro y Las cautivas. Su trabajo literario es extenso. Entre su catálogo se encuentran Las buenas conciencias, Cambio de piel, Terra nostra, Gringo viejo, La silla del Águila y Adán en Edén. En teatro, sobresalen Todos los gatos son pardos, Los reinos originarios y Ceremonias del alba.

Fue embajador de México en Francia. Condecorado en muchas ocasiones, recibió, entre otros, los premios Xavier Villaurrutia, Cervantes y Príncipe de Asturias, además de las medallas de la Orden de la Legión de Honor y la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.

"Aunque se empiece escribiendo para vivir, se termina siempre escribiendo para no morir".
Carlos Fuentes, a la ‘región más transparente’ (perfil)
Cultura • 15 Mayo 2012 - 1:58pm — Milenio.com
Durante su trayectoria como escritor fue multipremiado. Murió hoy a los 83 años de edad.
Ciudad de México • Carlos Fuentes nació el 11 de noviembre de 1928 en Panamá. Su labor como escritor lo llevó a obtener múltiples galardones como el Premio Cervantes en 1987, en 1994 la Medalla Picasso de la Unesco y en 2009 el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Quintana Roo, entre otros.
Autor de novelas, ensayos, relatos y cuentos, Fuentes se graduó en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Instituto Altos Estudios Internacionales de Ginebra.
Amante del idioma en que escribía, llegó a decir que su lucha por conservar el español duró toda su niñez, pues estuvo "a punto de perder su idioma nativo cada 24 horas".
"El idioma quería decir para mí nacionalidad: era un conjunto opresivo de significados sujetos siempre a lucha, a reconquista", apuntó.
La labor del escritor además traspasó a esferas como la política, siendo de 1972 a 1976 embajador de México en Francia y en una de sus primeras acciones, abrió las puertas de la embajada a los refugiados políticos latinoamericanos y a la resistencia española.
En sus obras destaca su compromiso político y social, aspecto sobre el que afirmó: “lo que un escritor puede hacer políticamente – dijo en un ensayo para la revista Tiempo Mexicano, en 1972 – debe hacerlo también como ciudadano. En un país como el nuestro el escritor, el intelectual, no puede ser ajeno a la lucha por la transformación política que, en última instancia, supone también una transformación cultural”.
En 1972 fue elegido miembro de El Colegio Nacional. Aficionado al cine, escribió guiones para películas como: “El gallo de oro” en 1964, “Un alma pura” en 1965, por mencionar algunas.
Fue delegado de México ante organismos internacionales con sede en Ginebra, en el Centro de Información de la ONU en México, en la Dirección de Difusión Cultural de la UNAM y en la Secretaría de Relaciones Exteriores, además de jefe de la Delegación de México en la reunión del grupo de los 19 países en desarrollo participantes en la Conferencia sobre Cooperación Económica.
"Aura", “La región más transparente”, “Zona sagrada”, “Cambio de piel”, “Terra nostra”, “Cristóbal Nonato” y “Los años con Laura Díaz”, son algunas de sus obras.
Falleció este día a los 83 años.
Fuentes, “más ideológico que político”: New York Times
Cultura • 15 Mayo 2012 - 7:29pm — Notimex
En el obituario publicado en la página electrónica del diario neoyorquino se destaca que el escritor defendía “derechos humanos básicos, independientemente de sus etiquetas políticas”.
Nueva York • El escritor mexicano Carlos Fuentes fue en sus posturas públicas “más ideológico que político”, debido a que defendía “derechos humanos básicos”, sin importar las etiquetas que tuvieran en la época, señaló hoy The New York Times (NYT).
“Fuentes era más ideológico que político. Tendía a defender la justicia y los derechos humanos básicos, independientemente de sus etiquetas políticas”, indicó el obituario publicado en la página electrónica del diario neoyorquino.
El texto señaló que inicialmente, Fuentes, quien murió este martes en la Ciudad de México a la edad de 83 años, apoyó a la Revolución de Fidel Castro en Cuba, para luego criticarla en cuanto el régimen se volvió crecientemente autoritario.
El escritor también fue un abierto simpatizante del movimiento zapatista surgido en 1994 en el suroriental estado de Chiapas, así como un crítico de la administración del ahora ex presidente de Estados Unidos, George W. Bush.
The New York Times destacó que Fuentes fue uno de los representantes, junto con Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, del llamado “boom” de la literatura latinoamericana.
“En la tradición de los escritores de América Latina, Fuentes fue un extrovertido intelectual público” que criticó al gobierno de México y al partido de Estado que dominaron al país, a menudo mediante la represión, por más de 70 años, agregó.
El diario destacó que a diferencia del poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, Fuentes nunca obtuvo el Premio Nobel de Literatura, aunque varias veces ocupó un puesto entre los finalistas.
Asimismo, refirió la amistad y el posterior enfrentamiento, nunca olvidado ni saldado, entre ambas figuras de la literatura mexicana.
“Ninguno de los dos hombres se disculpó con el otro, lo que disminuyó la reputación de ambos”, se destacó en el obituario, firmado por Anthony DePalma.
El mundo lamenta la muerte de Fuentes
Los medios del mundo anunciaron el fallecimiento del escritor; personajes de ámbitos diversos dieron un adiós al maestro a través de twitter.
Publicado: Martes, 15 de mayo de 2012 a las 14:52
Carlos Fuentes preparaba ya su próximo libro, dice El Mundo. (Foto tomada del sitio ElMundo.es)
La Nación de Argentina citó a Consuelo Saizar, titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, como fuente. (Foto tomada del sitio LaNacion.com.ar )
La muerte del escritor mexicano apareció en varios medios alrededor del mundo. (Foto tomada del sitio ElPais.com)
ARTÍCULOS RELACIONADOS



CIUDAD DE MÉXICO (CNNExpansión) — Los titulares de medios del mundo dieron a conocer el deceso del escritor:
"Prolific Mexican novelist, essayist Carlos Fuentes dies at 83"- Washington Post de Estados Unidos.
"Muere el escritor Carlos Fuentes"- El País de España.
"Fallece el escritor Carlos Fuentes" - El Mundo de España.
"L'écrivain Carlos Fuentes est mort"- Le Figaro de Francia.
 "Falleció el escritor mexicano Carlos Fuentes"- La Nación de Argentina.
"Murió el escritor mexicano Carlos Fuentes"- El Comercio de Perú.
"Murió el escritor mexicano Carlos Fuentes"- BBC Mundo.
 
En Twitter, personajes de ámbitos diversos lamentaron y despidieron al maestro Carlos Fuentes:
"Lamento profundamente el fallecimiento de nuestro querido y admirado Carlos Fuentes, escritor y mexicano universal. Descanse en paz".  Felipe Calderón, presidente de México.
"Carlos Fuentes: México te va a extrañar". Margarita Zavala, presidenta del DIF Nacional.
"Carlos Fuentes ha muerto en su México. Su ausencia sacude a la patria de la ñ. Gracias por sus letras y su pensamiento. Adiós, Maestro", Consuelo Saizar, titular de Conaculta.
"Siento terriblemente la muerte de Carlos Fuentes, el mayor novelista de México, generoso amigo. Un gran abrazo a Silvia y a Cecilia". Jorge Volpi, escritor.
"SILENCIO, POR FAVOR: Mi gran amigo CARLOS FUENTES se fue". Chavela Vargas, cantante.
"Carlos Fuentes fue un embajador de la cultura mexicana, un referente y exponente de nuestra literatura, un crítico severo, lo extrañaremos". José Ramón Fernández, periodista deportivo.
 ""Mi solidaridad y pésame a la familia de Carlos Fuentes. México y el mundo intelectual pierden a un gran escritor". Manuel Espino, ex presidente Nacional del PAN.
"México ha tenido una gran pérdida, Carlos Fuentes ha fallecido". Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del Distrito Federal.
"Con pesar y mucho dolor me entero del fallecimiento de Carlos Fuentes. Mis condolencias para su familia. La literatura universal está de luto". Josefina Vázquez Mota, aspirante presidencial del PAN.
"La Literatura Universal está de luto. Descanse en paz el gran Carlos Fuentes. Escritor e intelectual mexicano. Su obra perdurará por siempre". Roberto Gómez Bolaños, actor.  
"Lamento la muerte de Carlos Fuentes, una figura permanente en los cambios que llamamos transición". Sergio Aguayo, periodista.
Descanse en paz el escritor Carlos Fuentes". Cineteca Nacional.
"En Radio Ciudadana lamentamos profundamente la muerte del gran escritor Carlos Fuentes". Radio Ciudadana.

Carlos Fuentes con el pintor Jose Luis Cuevas y el cineasta Gabriel Figueroa

La repentina muerte del gran cronista de México, el escritor Carlos Fuentes a los 83 años al mediodía de ayer en el Hospital Ángeles del Pedregal de la capital mexicana debida a una afección cardiaca, conmocionó profundamente al mundo de la cultura y a la sociedad de este país. La noticia del fallecimiento del autor de La región más transparente saltó en Twitter e inmediatamente corrió como la pólvora por las redacciones de los medios de comunicación y ocupó las pantallas de los canales de televisión, que interrumpieron su emisión con programas especiales.
El presidente Felipe Calderón se apresuró a expresar sus condolencias pocos minutos después de conocer la noticia en su cuenta de Twitter: “Lamento profundamente el fallecimiento de nuestro querido y admirado Carlos Fuentes, escritor y mexicano universal. Descanse en paz”.
El gigante de las letras mexicanas, autor de obras como La muerte de Artemio Cruz, Aura, Tierra Nostra o Gringo viejo, que recorren los avatares políticos y sociales de la segunda mitad del siglo XX de México, era un colaborador habitual de periódicos, entre ellos EL PAÍS. Ayer se publicó el que probablemente sea su último artículo, en el diario mexicano Reforma (con suscripción), dedicado a los retos del socialista François Hollande, nuevo presidente de Francia, un país que conocía bien tras haber sido embajador de México en París en los años setenta. Fuentes cerraba su artículo así: “Nota mexicana. Me preocupa e impacienta que estos grandes temas de la actualidad estén fuera del debate de los candidatos a la presidencia de México, dedicados a encontrarse defectos unos a otros y dejar de lado la agenda del porvenir".
El novelista se había manifestado en los últimos meses muy crítico con la falta de capacidad política e intelectual de los tres candidatos a la presidencia de México en las elecciones del próximo 1 de julio y decididamente contrario a la guerra frontal contra el narcotráfico lanzada hace seis años por el presidente Calderón, que ha causado más de 50.000 muertes. Pese a ello toda la clase política lamentó ayer de forma unánime su muerte.
El escritor Héctor Aguilar Camín comentó: “Es una muerte inesperada, estaba con las maletas hechas para emprender el siguiente viaje. Fue un personaje extraordinario, de vitalidad única en las letras hispanoamericanas, de gran riqueza mental, biográfica y literaria. Es una pérdida mayor. Muere en plenitud, en un momento de plena lucidez”.
Álvaro Mutis, el novelista colombiano residente en México, calificó el fallecimiento como “una catástrofe muy grande”. “Tenía un sentido crítico para todo el manejo de los problemas literarios en donde la ambición está siempre en primera fila”, añadió. Mutis conoció a Fuentes hace 50 años y juntos construyeron una amistad “muy cordial y muy sólida”. “Era magnífico para colocar a cada quien, a cada escritor en su lugar”, afirmó.
A Jorge Volpi, amigo de Fuentes desde hace 15 años, la mala noticia le sorprendió en Madrid. “Siempre es triste la muerte de un escritor, pero para mí la de Carlos es más cercana a una muerte en la familia. Ya antes de conocerle cambió mi vida. Quería estudiar filosofía pero leí Tierra Nostra y decidí convertirme en novelista. Carlos Fuentes convirtió México en su principal tema y como diplomático que era lo abrió al mundo. Como Balzac hizo de México una metáfora de la condición humana”.
El historiador Enrique Krauze, que mantuvo profundas desavenencias políticas con Fuentes en el pasado por la cercanía del escritor al expresidente Luis Echeverría, comentó ayer a EL PAÍS: “Fue un autor de novelas y cuentos perdurables, con una presencia política muy vigorosa. Creo que el centro de su creatividad fue el lenguaje, lo renovó y enriqueció de manera incesante y admirable”.
Por su parte, el escritor Xavier Velasco afirmó: “Fue mi maestro. Lamento no poder haber hablado con él pero nos queda su obra. Dentro de cien años nadie se acordará de los nombres de los miembros del Gobierno pero todo el mundo seguirá leyendo a Fuentes”.

En la muerte de Carlos Fuentes

JOSÉ EMILIO PACHECO
Han transcurrido apenas unas horas y aún no puedo reponerme del estremecimiento que me causó la noticia.
Con él se va mi vida entera de lector y escritor. Durante más de medio siglo lo he leído, desde La región más trasparente hasta Catalina Grau y La gran novela latinoamericana. Como amigo sólo puedo darle las gracias por su infinita generosidad. Es el gran novelista de este país y su sitio como figura intelectual nadie podrá llenarlo. Ahora lo único que me interesa es releerlo y seguir dialogando con él en este México trágico. inimaginable para nosotros hace cincuenta años.
El autor de La región más transparente fue el catalizador y arquitecto del boom latinoamericano de los años sesenta del pasado siglo. Tendió puentes entre las diversas generaciones literarias mexicanas, desde sus maestros hasta los más jóvenes. “Era muy generoso con los escritores que empezaban. Le mandaban su manuscrito y se lo leía”, comentó el escritor Jorge F. Hernández, colaborador de la revista Letras Libres. “El mejor homenaje que le podemos hacer es seguir leyéndole”, añadió.
Hijo de diplomático, siempre sintió la tentación de la política. En 1975 fue nombrado embajador de México en Francia y durante su gestión abrió las puertas de la legación a los refugiados políticos latinoamericanos y a los antifranquistas españoles. En 1977 renunció al cargo en protesta por el nombramiento del expresidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz, bajo cuyo mandato se produjo la matanza de estudiantes de Tatleloco en 1968, como primer embajador de México en España tras la muerte de Franco. El Gobierno federal prepara para el miércoles un homenaje nacional al escritor.

“No tengo ningún miedo literario”

A sus 83 años, Carlos Fuentes mantiene la juventud creativa
Con 'Federico en su balcón' recién terminada, ya planea nueva novela: 'El baile del centenario'
El escritor Carlos
Carlos Fuentes con el escritor Jose Emilio Pacheco (izq) y el empresario Carlos Slim (der)

 Fuentes, fotografiado en Barcelona en la presentación de su ensayo 'La gran novela latinoamericana', en 2011 / Marcel.li Saenz Martinez
4.815
Carlos Fuentes llegó a Buenos Aires a comienzos de mayo para asistir a la Feria del Libro. Acababa de entregar un libro a su editorial y ya tenía otro en la cabeza, iba de un almuerzo a una cena, firmó ejemplares durante tres horas, recibió a decenas de periodistas, uno detrás de otro, respondió a cientos de preguntas sin titubear, sin demorarse, sin dudar en un nombre ni una fecha. Y siguió paseando sus 83 años entre América y Europa, sin atisbo de cansancio. El secreto tiene mucho que ver con su pasión por la escritura.
"Mi sistema de juventud es trabajar mucho, tener siempre un proyecto pendiente. Ahora he terminado un libro, Federico en su balcón, pero ya tengo uno nuevo, El baile del centenario, que empiezo a escribirlo el lunes en México".
Pregunta. ¿Sin horror al vacío de la página en blanco?
Respuesta. Miedos literarios no tengo ninguno. Siempre he sabido muy bien lo que quiero hacer y me levanto y lo hago. Me levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo mis notas y ya empiezo. Así que entre mis libros, mi mujer, mis amigos y mis amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo.
P. ¿No cree que a veces al cumplir años uno no se hace más sabio sino más torpe a medida que se afianza en sus viejas convicciones?
R. Depende de quién. Yo soy muy amigo de Jean Daniel, el director del Nouvel Observateur. Es un hombre que acaba de cumplir 91 años y es más lúcido que usted y yo juntos.
Nadine Gordimer tiene noventa y tantos. Luise Rainer, la actriz, a quien veo mucho en Londres, tiene 102 años. Y va conmigo a cenas, se pone un gorrito y va feliz de la vida. No hay reglas. El hecho es que cuando se llega a cierta edad, o se es joven o se lo lleva a uno la chingada.
Las calles de Buenos Aires le hacen recordar a Carlos Fuentes su adolescencia entre risas, como si acabara de sucederle ayer, inmune a las trampas de la nostalgia.
R. Viví mucho Buenos Aires porque mi padre llegó como consejero de la embajada de México en 1943. Como el ministro de educación era Hugo Wast, en la escuela se daba una educación fascista. Y le dije a mi padre: “Mira, yo vengo de la escuela pública de Washington, no soporto esto”. Y mi padre me dijo: “Tienes toda la razón, tienes 15 años, dedícate a pasear”. Y eso hice. Durante un año me convertí en hincha de la orquesta de Aníbal Troilo. Lo seguí por todos lados. La librería Ateneo me alimentó con literatura argentina, me enamoré de una vecina que me doblaba la edad. Yo tenía 15 años, ella 30. Y siempre que regreso tengo la sensación de que rejuvenezco, de que vuelvo a tener 15 años y dónde está la francesita de enfrente, ¿no?
P. ¿Fue correspondido?
R. Mmmuy correspondido porque el marido estaba dirigiendo películas el día entero.
P. ¿Cómo nota ahora la ciudad?
R. Ha cambiado muy poco, es una ciudad idéntica a sí misma. Era una ciudad que se hizo en el gran auge ganadero y agrícola, desde [Domingo F. ] Sarmiento (1811-1888) hasta 1940. Pero están las mismas grandes avenidas, los mismos grandes hoteles... México es una ciudad más antigua, una ciudad india primero y después una gran ciudad de la colonia. Pero esto era una aldea en 1820 y dio un gran salto y se convirtió en Buenos Aires, que era la ciudad más atractiva, más moderna de América Latina. En esos años los argentinos despreciaban mucho al resto de América Latina: los brasileños eran macacos, los mexicanos éramos pistoleros. Y ahora ya somos iguales todos.
P. ¿Bailaba tangos?
R. Lo bailo muy bien. Tuvimos una cena en Montevideo que le dio el presidente [Julio María] Sanguinetti al presidente [Ernesto] Zedillo. Sanguinetti baila el tango estupendamente. Bailó con su mujer… ¡guau, aplausos!… Y le dijo a Zedillo: “Ahora, usted”. Y el presidente me dijo: “Carlos, tú represéntame”. Y yo bailé con mi mujer. Representé a México gracias al tango.
P. Un escritor que recibe trato casi de jefe de Estado, ¿cómo se las arregla para escuchar?
R. Un escritor tiene que escuchar porque si no, no se sabe cómo habla la gente. Anoche, por ejemplo, pasé dos horas o tres firmando libros en la feria. Pero, sobre todo, para oír a la gente, para ver qué piensa. Y, más que nada, yo les pregunto a ellos.

Fuentes está leyendo dos libros. Uno es Mañana o Pasado, de su compatriota Jorge Castañeda sobre la actualidad mexicana – “un libro muy inteligente, con el que estoy de acuerdo a veces sí y a veces no, pero es una mirada muy inteligente”-- y el otro es Los Living, de Martín Caparrós. “Muy buen libro de muy buen escritor”. También le encantó Libertad, de Jonathan Franzen: “Rompe con los moldes y restricciones de la novela americana. Él mete todo, periodismo, política, deportes… todo va entrando de una manera natural para dar un mundo completo de esta gente tan decente y simpática que son unos monstruos, pero que están rodeados de un mundo de cultura verdadero”.
Cuando publicó en España su ensayo La gran novela latinoamericana indicó que al chileno Roberto Bolaño no aparecía en el libro porque no lo había leído y no le gustaba opinar de lo que no conoce. Esperaba leerlo cuando encontrase más tranquilidad. Pero aún no debido encontrarla. Se declara desbordado por la cantidad de libros y escritores que salen cada año en Latinoamérica.
P. ¿De qué tratan su último libro y el que va a comenzar ahora?
R. En la que he terminado, Federico en su balcón, Nietzsche aparece resucitado en un balcón a las cinco de la mañana y yo inicio con él una conversación. Y la que voy a empezar, El Baile del Centenario, termina una trilogía de la Edad Romántica, que cubre desde la celebración del centenario de la independencia en septiembre de 1910, que lo organiza Porfirio Díaz, y la celebración del fin del centenario en 1920, que la organiza Álvaro Obregón con José Vasconcelos, de manera que cubre diez años de la vida de México. Tengo ya muchos capítulos, notas y personajes. Hay una mujer que me interesa mucho, que no quiere decir nada de su pasado y se va descubriendo poco a poco, hasta que llega al mar y se libera.
P. ¿Le atrae algo en particular de este principio de siglo?
R. Me fascinan los cambios que estamos viviendo. ¿Quién iba a decirle a usted que los cambios iban a empezar en el norte de África? Y de ahí se ha extendido a buena parte de Europa y a los Estados Unidos, donde muchos de mis estudiantes me dicen: “Yo soy doctor y no encuentro trabajo”. O… “Mi padre ascendió a la clase media y yo siento que estoy bajando a la clase trabajadora”. En América Latina también hay cambios muy grandes, aunque se ha mantenido cierta estabilidad. Antes los problemas empezaban en América Latina. Ahora parece que van a llegar a América Latina. Y es un mundo que no sabemos nombrar. Si uno le dice a Dante, ¿qué se siente estando en plena Edad Media?, él nos diría: “¿Y qué es la Edad Media?” No podemos nombrar esta época pero sentimos que todo está cambiando. El Renacimiento sabía que era el Renacimiento, la Edad Media no sabía que era la Edad Media.
P. ¿Qué tal se maneja con Internet y las redes sociales?
R. Yo me quedé en el fax; escribo a mano en una página en blanco con pluma, corrijo en la página de enfrente. Es mi esposa la que me informa de las novedades. Antes decía voy a la Enciclopedia Británica a busca y ahora mi esposa me dice, no, le da a una tecla y aquí está.
P. ¿Considera que en las últimas décadas se ha producido una especie de revolución silenciosa por parte de las mujeres?
R. Ha sido clamorosa, no silenciosa. Pero no es un problema que empezó hoy. La suya es una victoria de la humanidad, no solo de las mujeres.
P. ¿Qué opina de la expropiación del 51% de las acciones de Repsol en YPF?
R. En México nacionalizamos el petróleo en 1938. Hay actos que está dentro de las facultades de cada Gobierno y después están las consecuencias de esos actos. Y eso es lo que todavía no sabemos. Vamos a ver qué consecuencias tiene este acto. Los problemas internos de la Argentina, que son muchos, son resueltos a veces con un golpe de prestidigitación que acarrea el apoyo de toda la sociedad. Aquí hasta Menem se ha manifestado a favor de esta medida. Y se olvidan un poco de algunos errores, que ya vendrán otros.

Un chaval de 83 años

F. P.
La entrevista estaba fijada para el mediodía del 2 de mayo. Finalmente, se adelantó media hora porque todas las que atendió esa mañana las despachó con brevedad. Vestía con traje y corbata impecable y dijo que pensaba almorzar después en la embajada de México. La noche anterior había aguantado dos horas de pie firmado ejemplares en la Feria del Libro. Se le iluminaban los ojos cuando hablaba de sus escarceos de adolescente por Buenos Aires y se confesaba fascinado por los cambios tan vertiginosos que están produciendo en el mundo.
-Me admira la lucidez mental que tiene usted, la juventud… - le confesé
-Espérese un poquitooo –inconfundible acento mexicano-, espérese un poquito- dijo riéndose.
-Decía Picasso que cuando uno es joven lo es para toda la vida.
-Yo creo que sí, yo creo que sí.
-No quiero desaprovechar la oportunidad de hablar con una parte de la historia del boom para preguntarle por algún recuerdo de su generación, de los escritores del boom, de sus amigos.
-Lo que era muy bonito es que éramos muy amigos todos. Hay una foto de un año nuevo en Barcelona donde estamos Donoso, García Márquez, Vargas Llosa y yo. Todos abrazados. Ése es un momento muy bonito. Recuerdo ese momento en que había una gran fraternidad entre los escritores, una generación que quería cambiar la literatura latinoamericana. Y se logró, se cambió. Aunque las amistades se acabaron, pero la literatura prosiguió y de gran calidad. Pero fue una decisión que en ese momento salía La ciudad de los perros, salía Cien años de Soledad, salía La muerte de Artemio Cruz, salía Coronación. Entonces había un momento de efervescencia, de novedad, muy grande.
-Esa amistad surgió porque se estableció la química, ¿no? No porque ustedes dijeran “tenemos un objetivo común”.
-No, no… era natural. Tres de ellos vivían en Barcelona y yo los visitaba. Y yo era amigo de García Márquez desde antes de conocerlo, porque lo había publicado en México. Eh… de manera que eran amistades naturales, de generación, de profesión. Y aliadas a la creación de libros que me parecen importantes.
-¿Y a usted cuando se le cita en las entrevistas y como el autor de La muerte de Artemio Cruz o de La región más transparente, ¿a usted qué le agrada más? ¿qué novela prefiere?
- Yo tengo una sola novela que se llama La edad del tiempo y ahí incluyo todas. Hay unas que son muy bellas, hay otras amargas, a otras les falta un ojo… Pero yo las quiero a todas igual. Todas son mis hijos.
Repaso la grabación y completo el título de la entrevista –“No tengo miedos literarios”-- con la frase tal como la pronunció:
-No tengo miedos literarios. Tengo miedo a otras cosas. Tengo miedos políticos, pero literarios no.
Al despedirse dijo que había pasado un buen rato y que tenía muy buenos amigos en EL PAÍS.

Acabo de enterarme de la muerte de Carlos Fuentes y me ha dado mucha pena. Con él desaparece un escritor cuya obra y cuya presencia han dejado una huella profunda. Sus cuentos, novelas y ensayos están inspirados principalmente por la historia y la problemática de México, pero él fue un hombre universal, que conoció muchas literaturas, en muchas lenguas, y que vivió de una manera comprometida todos los grandes problemas políticos y culturales de su tiempo. Fue siempre un gran promotor cultural y trabajó incansablemente por unir a los escritores y lectores de nuestra lengua a ambas orillas del Atlántico. Era un gran trabajador, disciplinado y entusiasta, y al mismo tiempo un gran viajero, con una curiosidad universal, pues se interesaba por todas las manifestaciones de la vida cultural y política y escribía sobre todo con brillantez y buena prosa. No solo sus amigos sino también sus muchos lectores lo vamos a extrañar.
Carlos Fuentes vivió feliz muchos años…70 para ser exactos. Hasta que sufrió el mayor golpe que puede recibir un padre: la muerte de ellos; de sus tres hijos vio morir a dos, los dos que vio nacer junto a Silvia Lemus: Carlos (murió en 1999, víctima de la hemofilia que lo aquejaba desde niño, y en agosto de 2005 murió Natasha, tenía 29 años; Sobrevive. Cecilia, fruto de su primer matrimonio, con la actriz Rita Macedo. Hay una anécdota que publica El País, en la que fue su última entrevista, y lo retrata muy bien. Le dijo el escritor a Francisco Peregil que llegó a vivir a Bs As, a la edad de 15 años...y que se enamoró de una dama que le doblaba la edad.: "Yo tenía 15 años, ella 30. Y siempre que regreso tengo la sensación de que rejuvenezco, de que vuelvo a tener 15 años y dónde está la francesita de enfrente, ¿no? - ¿Fue correspondido?, le pregunta el reportero. A lo que responde: - Mmmuy correspondido porque el marido estaba dirigiendo películas el día entero. Y lo bueno que marido nunca se enteró. Fuentes fue un caballero, no dio el nombre de aquella dama que le doblaba la edad, sólo dijo que era una francesa. Así era Carlos Fuentes. Por cierto, la Academia le negó el Nobel. Lástima!
Gabriel Garcia Marquez (a) Gabo con Carlos Fuentes


Gabo: amigos de los amigos
Carlos Fuentes
16 May. 12
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/pix.gif
Del arte a la política; de la amistad a la memoria; de la ciudad y del mundo... En sus artículos para Grupo Reforma, Carlos Fuentes plasmó su análisis, sus recuerdos, su postura, su guía y sus interrogantes sobre los más diversos temas. En memoria de nuestro colaborador, durante esta semana republicaremos cada día uno de sus textos


Amigos de los amigos. Digo en mi libro En esto creo: "Lo que no tenemos lo encontramos en el amigo". Gabo y yo compartimos muchas amistades y algunas enemistades. En la política, son inevitables las diferencias de opinión y la prueba de la amistad es que lo que podría separarnos nos une aún más: el respeto. Dejo de lado a nuestra conflictiva latinoamericanidad, pensando a veces que la América Latina sólo se concibe a sí misma, política y económicamente, como un problema que obliga al mundo a fijarse en nosotros y, una y otra vez, rescatarnos de nuestra propia incompetencia.


A Gabo le fascina el fenómeno del poder y El otoño del patriarca no sólo da fe, sino que encarna en todas las direcciones la picaresca y la tragedia del poder. Desde mi punto de vista, en nuestra relación con hombres de poder, destacaría tres. Con Francois Mitterrand, un demonio de inteligencia, cultura literaria y maquiavelismo político. En sus memorias, La paja y el grano, Mitterrand recuerda que fue otro queridísimo amigo común, Pablo Neruda, quien le dijo: "Lea inmediatamente Cien años de soledad.
Es la más bella novela producida por la América Latina desde la pasada guerra". Mitterrand conoce a García Márquez y escribe: "Es un hombre idéntico a su obra. Cuadrado, sólido, risueño y silencioso". Con William Styron, Arthur Miller y García Márquez, asistí a la rumbosa inauguración del Presidente Mitterrand en mayo de 1981. Durante el almuerzo de Estado en el Elíseo, el nuevo presidente nos pidió que lo acompañáramos a su despacho a fin de atestiguar su primer acto de gobierno: firmar sendos decretos otorgándoles la nacionalidad francesa a Milan Kundera y a Julio Cortázar, ambos exiliados por las dictaduras, comunista la de Praga, fascista la de Buenos Aires. La cultura literaria de un presidente francés nunca sorprende. Neruda me contó que sus reuniones con el presidente Pompidou, siendo Pablo embajador de Chile en Francia, tenían como pretexto discutir la política económica del Club de París, pero en realidad eran largas pláticas sobre la poesía de Baudelaire. Lo que sorprende es que un presidente de los Estados Unidos lea libros.


Cosa que descubrimos Gabo y yo una noche en Martha's Vineyard, escuchando a Bill Clinton recitar de memoria pasajes enteros de Faulkner, demostrar que él sí había leído el Quijote y por qué Marco Aurelio era su autor de cabecera. Pregunta innecesaria: ¿Qué habrá leído Bush? Y para cerrar el capítulo político, otro lector-estadista: Felipe González, un hombre que habla como un libro porque piensa como un libro porque ha leído todos los libros y sin embargo -oh Mallarmé- no está triste. Digo que amigos y enemigos literarios Gabo y yo hemos tenido -no siempre compartido- muchos.


Pero mirando nuestra vida de capítulos intercambiables, creo que hay un amigo escritor o mejor dicho un escritor amigo de ambos al que Gabo y yo colocamos por encima de todos. Es Julio Cortázar y creo que ni Gabo ni yo seríamos lo que somos o lo que aun quisiéramos ser sin la radiante amistad del Gran Cronopio. En Cortázar se daban cita el genio literario y la modestia personal, la cultura universal y el coraje local ("Las Malvinas son argentinas -solía decir-. Los desaparecidos también"). Lo había leído todo, visto todo, sólo para compartirlo todo. Una de las noches inolvidables de nuestra amistad ocurrió en el tren París-Praga en diciembre de 1968. Íbamos invitados por Kundera a mantener la ficción -es decir, la esperanza- de una cultura checa independiente en un país rodeado de tanques soviéticos. Cortázar fue hilvanando temas como un cuentista árabe de la plaza de Marrakech. Recordó todas las novelas que sucedían en trenes, enseguida las películas en trenes y por último, a partir del swing de Glenn Miller, el ritmo de locomotora del jazz y, en particular, una memoria asombrosa de la relación entre el jazz y el piano... Cuando llegamos de madrugada a Praga, nos esperaba en la estación Kundera, nos llevó a Gabo y a mí a un sauna y cuando pedimos una ducha para quitarnos el calor, Milan nos condujo al río Ultava y nos empujó, encuerados como lombrices, al agua congelada. Recuerdo el comentario de Gabo cuando salimos morados del río: "Por un instante, Carlos, creí que íbamos a morir juntos en la tierra de Kafka".


Vida y muerte. Cuando murió Cortázar, llamé a García Márquez, conmovido por la desaparición de nuestro incomparable amigo. Gabo me contestó, memorablemente: -No creas todo lo que lees en los periódicos. Es cierto: no hay mortalidad en la literatura. Oír a Gabo hablar de libros y autores es oírle hablar de lo más vivo, lo más próximo, lo más entrañable. Gabriel posee una memoria poética fabulosa, hecho que -entre otros- le envidio como se lo envidio a Carlos Monsiváis (capaz de pasar una tarde con Neruda haciendo conversación sin otras palabras que citas de la poesía de Neruda); a Chema Pérez Gay (que además cita a Holderlin, Goethe y Rilke en alemán); o a Antonia Fraser, que memoriza un poema cada noche. Gabo se sabe de memoria la poesía de Garcilaso ("Escrito está en mi alma vuestro gesto/ y cuanto escribir de vos deseo/ vos sola lo escribisteis, yo lo leo/ tan solo, que aun de voz me guardo en esto").


A veces, García Márquez deja entrever la literatura que se guarda. Es Kafka y La Metamorfosis la lectura que lo precipitó angustiado y anhelante en la escritura. Es Faulkner y la convicción de que el presente empezó hace diez mil años. Es Rulfo y el clamor de los silencios. Y es, sorpresivamente, Dumas y El Conde de Montecristo como fábula de fábulas que encierra el enigma del enigma: ¿cómo escapar de la prisión del Castillo de If? Que el lector se ponga a pensar y verá cómo las combinaciones posibles son infinitas, tan infinitas como la lectura. Gabriel García Márquez y Alejandro Dumas y Franz Kafka: cómo entrar al Castillo, cómo salir del Castillo. La llave se llama la literatura. Pero ella también está escondida. Está en la isla del tesoro. No la de Stevenson, sino la de Defoe, autor preferido de García Márquez no tanto por el Robinson sino por El diario del año de la cólera. El título lo dice todo. El Robinson de Gabo es el del muy admirado Coetzee: una noticia falsa que alguien le cuenta a Defoe. Mi Robinson es el de Buñuel: el solitario gritando desde la cumbre de la montaña para escuchar el eco de su voz y sentirse acompañado.


Sitios de la memoria. La Barcelona de la Gauche Divine, Carlos Barral y los Goytisolo, "Rosa Regás, Qué buena estás" y nuestros tres monstruólogos, Cecilia, Rodrigo y Gonzalo, rondando los cines de Sarriá a los diez años en busca de películas de Frankenstein y Drácula, como si intuyeran algo que los demás explicábamos con demasiada lógica: La España de Franco. La ciudad de México, donde Gabo y yo nos hacemos cruces tratando de entender rebeliones, asesinatos, brujas, entierros, tapados, destapados hasta que García Márquez, salutariamente, va al Museo de Antropología, se para diez minutos frente a la mole de la Diosa Madre Coatlicue con su falda de serpientes y se retira diciendo: "Ya entendí".


¿Qué entendimos? En los cafés de París, en los bares de Venecia, entre tapas de Madrid y caminatas en Oviedo, que la realidad es siempre más novelesca que la ficción. De allí que la ficción deba superar, no a la realidad, sino a la ficción de la realidad. Dura, dolorosa realidad de la patria colombiana, tan orgullosa de Gabo, donde en las calles de su adorada Cartagena le saludan: "Adiós, Don Nobel". Una patria secuestrada, acribillada, prostituida, extenuada, engañada. Con razón Gabo encuentra en México una segunda patria que para él es todo lo que no es para muchos mexicanos: un remanso, un acierto, una seguridad. Tal es su voluntad mexicana y yo, mexicano, su amigo, no tengo más remedio que respetarla.
Porque al fin y al cabo, junto con nuestras esposas y nuestros hijos, nuestros amigos y nuestra Mamá Grande, Papisa y Regazo de Todo Mal, Carmen Balcells, nuestra memoria es nuestro respeto y nuestro respeto eso que los latinos llamaban verecundia, el honor debido a quienes queremos. O como diría Bob Hope, "gracias por la memoria".




Así es: Vivir para contar. Y saber que hoy Colombia, gobernada por nuestro común amigo Juan Manuel Santos, se encamina a la paz y México, en año electoral (2012), va rumbo a una renovación colectiva que supera a partidos y a candidatos. Vivir para contar.



'Nota mexicana'
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/pix.gif
Manuel J. Jáuregui
16 May. 12
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/pix.gif
En el último párrafo del último artículo que publicó Carlos Fuentes, titán de las letras mexicanas, en este su periódico del que fue editorialista por casi 20 años dijo el Maestro:
 
"Nota mexicana: me preocupa e impacienta que estos grandes temas de la actualidad (el resurgimiento de un socialismo 'humanista' con el triunfo de Francois Hollande en Francia, sobre el cual escribió un agudo análisis de dos partes) esté fuera del debate de los candidatos a la Presidencia de México, dedicados a encontrarse defectos unos a otros y dejando de lado la agenda del porvenir".

De nueva cuenta tenía razón el Maestro Fuentes, fino caballero, educado, culto, digno Embajador Plenipotenciario de los mexicanos en todo el mundo, por ACLAMACIÓN, dado el reconocimiento que cosechó en el mundo civilizado por su gran obra.

Siempre pensamos que el ser profeta en su tierra generó para Carlos Fuentes una subestimación de su valía en nuestra Patria.No debimos, como nación, haber dejado que se nos muriera sin haberlo homenajeado, reconocido y celebrado más. Triste es que sea llegado su deceso cuando surjan para él preseas y aplausos que sobradamente merecía estando vivo. Pero, qué le hacemos, así suele ser la vida. Somos, fatídicamente, malinchistas los mexicanos y solíamos hacerle más boato a escritores extranjeros avecindados aquí, que al auténtico y muy NUESTRO autor de grandes obras, cualquiera por sí sola mereciendo la inmortalidad, mas juntas suman un rico acervo inigualable. Muriendo Carlos Fuentes no vemos quién pueda tomar su lugar en las letras mexicanas, así de simple.

No sabemos qué dice esto exactamente en relación a las mismas (¿quizás que están muy venidas a menos?), pero creo que no erramos al estimar que Fuentes es, y será, insustituible.

Estaremos muy atentos a lo que a este respecto diga su antes acérrimo amigo/enemigo ("friendemy"), Enrique
Krauze. Suele suceder con hombres sobresalientes que su éxito genera envidias, así sin duda aconteció con Fuentes durante la etapa en que de su pluma surgió "La Región más Transparente", un opus que lo lanzó al megaestrellato literario en 1958. Recordamos haber escuchado a uno de sus detractores decir que esta gran obra de Fuentes no era otra cosa que un "fusil" en español de una previa obra del gran escritor portugués/norteamericano, miembro de la "Generación Perdida", John Dos Passos.

Dos Passos escribió "Manhattan Transfer" en 1925, y esta novela sobre la vida en Nueva York logró para Dos Passos lo mismo que "La Región más Transparente" logró para Fuentes.

Sin duda que Carlos Fuentes conoció la gran obra de Dos Passos, y de su amigo Hemingway, e igualmente sin duda que estas obras influyeron en él, como también las de Flaubert, Voltaire, Unamuno, Shakespeare, Ortega y Gasset, y etcétera. No se puede ser artista, escritor, pintor o músico poseyendo el amplio conocimiento literario, poliglotismo e inteligencia de Carlos Fuentes sin que las obras previas de grandes artistas, tesoro de la humanidad, se conviertan en marcada influencia que se asoma de alguna manera, no sólo en la pluma de Fuentes, sino en toda obra subsecuente. El acervo cultural humano está construido sobre una pirámide de conocimiento que se remonta más allá de los griegos, de los romanos, de los egipcios o los etruscos.

Se nos hizo pequeña entonces, y hoy risible, la crítica que en aquella ocasión escuchamos pretendiendo minimizar la fama mítica que logró Carlos Fuentes con esta sola obra, pero que a ese monstruo de nuestra literatura le siguieran "La Muerte de Artemio Cruz", "Aura", "Terra Nostra", "Gringo Viejo", "Cristóbal Nonato", "La Silla del Águila" y un titipuchal de obras importantes adicionales resulta más que asombroso.

Al enterarnos del súbito deceso de Carlos Fuentes, nuestra mente voló al cajón de los recuerdos para encontrar la memoria de una cena muy especial, hace años, cuando escuchamos, aprendimos y le agarramos admiración y afecto a este portento de las letras castellanas en carne y hueso.

Humano, pero inmortal, amable y caballeroso, mas con un intelecto implacable e incorruptible: capaz de una prosa que a la vez era seda y acero.

¡Descanse en paz un gran hombre, un gran mexicano y un gigantesco escritor!



 
JAQUE MATE
Canto de ciegos
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/pix.gif
Sergio Sarmiento
16 May. 12
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/pix.gif
"No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres".

Carlos Fuentes
 
 
Apenas ayer por la mañana leía yo la segunda parte del artículo "Viva el socialismo. Pero...". En el texto Carlos Fuentes recordaba unas palabras de Francois Mitterrand, presidente socialista de Francia en la década de 1980: "Nunca fui partidario de Charles de Gaulle, explicó una vez. Pero siempre rehusé ser su enemigo".

Para los políticos mexicanos este pragmatismo resulta inexplicable. Aquí no hay adversarios sino enemigos. Pero Fuentes sabía que la política debe ser realista. Se consideraba de izquierda, pero de una izquierda sensata y constructiva. Fue feroz en sus críticas a George Bush hijo y Nicolas Sarkozy, pero también a Hugo Chávez. La solución a la violencia en México, dijo, debía pasar por la descriminalización de las drogas.

Sobre los aspirantes a la Presidencia señaló: "Los candidatos son muy pequeños". De Enrique Peña Nieto, quien lo confundió con Enrique Krauze, afirmó: "Este señor tiene derecho a no leerme. Lo que no tiene derecho es a ser presidente de México a partir de la ignorancia". A Andrés Manuel López Obrador le pidió en 2006 dejarse de payasadas: "Para payasos tenemos bastante con Chávez". El año pasado me confesó en un programa de radio su respaldo a Marcelo Ebrard, a quien consideraba representante de una izquierda seria.

Fuentes no fue solo referencia literaria; sus relatos solían tener un trasfondo político. Las buenas conciencias (1959) era un manifiesto de rebelión contra el conservadurismo católico del Bajío; La muerte de Artemio Cruz (1962), un retrato de la corrupción del México surgido de la Revolución; La silla del águila (2003), un pronóstico de que en el 2020 la política mexicana seguiría sufriendo las mismas mezquindades de hoy.

Aura, la historia de una joven hermosa atrapada en un mundo vetusto, fue publicada en 1962. Narraba la entrega de esta joven a su amante con "los brazos abiertos", al igual que "el Cristo Negro que cuelga del muro de su faldón de seda escarlata". Aura, que "se abrirá como un altar", era tan perturbadora que, décadas después, Carlos Abascal protestó ante la escuela en la que estudiaba su hija porque se le había asignado este relato como material de lectura.

Fuentes fue un intelectual público. En vez de refugiarse en un protegido mundo literario, escribió con frecuencia sobre temas políticos y sociales. Tiempo mexicano (1971) compiló algunos de sus primeros artículos. En esto creo (2002) es quizá su texto político más personal. La gran novela latinoamericana, su último libro, publicado en 2011, era, más que un ensayo literario, una gran reflexión sobre la historia de Latinoamérica.

Nacido en Panamá en una familia diplomática, Fuentes creció en la embajada de México en Washington. Hablaba un inglés y un francés tan perfectos como su español. Durante décadas vivió la mitad del año en Londres, donde el aislamiento facilitaba su trabajo, y la otra mitad en un México que nutría su creatividad.

"Es que no se puede vivir aquí -decía Juan Luis, en "Un alma pura", una de las narraciones de Cantar de ciegos de 1964-. Si sólo quieres vivir, eres un traidor en potencia. Aquí te obligan a servir, a tomar posiciones, es un país sin libertad de ser uno mismo". Juan Luis se marcharía a Ginebra, donde se daría cuenta de que "ese orden de todo lo exterior" de la ciudad suiza "estaba exigiendo un desorden interno que lo compensara".

En su primera novela, La región más transparente (1958), Fuentes concluía: "Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire". A esa región, empero, regresó una y otra vez en su vida. Y en ella su cuerpo decidió quedarse a descansar al final.

 
 
EL GRAN LEÓN
 
 
¿Mi recuerdo más personal? La noche que fuimos con Silvia, Federico Reyes Heroles, Beatriz y mi sobrina Samanta Sarmiento, entre otros, al Gran León de la colonia Roma a bailar música tropical al ritmo de Pepe Arévalo y sus mulatos.

 
Twitter: @sergiosarmient4

La eternidad en movimiento
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/pix.gif
Juan Villoro
16 May. 12
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/pix.gif
Es posible que Carlos Fuentes haya sido el primer escritor profesional de México. Dispuesto a vivir de la máquina de escribir, tecleaba a una velocidad frenética, usando un solo dedo que se le torció como el aguijón de su signo zodiacal, Escorpio.

Como conferencista, transmitía el carisma intelectual de Naphta, personaje de Thomas Mann en La montaña mágica: "mientras hablaba, siempre tenía razón".

No inauguró la novela urbana en México, pero transformó al Distrito Federal en protagonista absoluto de La región más transparente, ruidoso mural de la metrópoli.

Su sostenida aventura fue la indagación de la identidad en clave narrativa. En El espejo enterrado recreó la tragedia de Quetzalcóatl, que no se aceptó a sí mismo. El dios ilustrado odió el rostro reflejado en el espejo humeante de Tezcatlipoca.

Con proteica desmesura, Fuentes trató de restituir esa identidad perdida. Su obra de conjunto aspira a ser leída como una rueda calendárica; es La edad del tiempo, y su antología personal lleva un título astronómico, Los cinco soles de México. Durante 83 años vivió convencido de la sentencia de Platón: "El tiempo es la eternidad en movimiento".

Me enteré de su muerte en un escenario que parece de su invención. El teléfono de un amigo sonó poco antes de que descendiéramos a un cenote recién explorado en Chichén Itzá. Mientras atisbaba el inframundo maya, se me agolparon imágenes del cuento "Chac Mool", de Cambio de piel, ubicada en la pirámide de Cholula, de "Gente de razón", relato donde dos hermanos practican modos complementarios de entender el país: uno explora la ciudad, otro el subsuelo.

En la gruta que sugiere una entrada a Xibalbá, reino de los muertos, entendí que allá arriba la superficie había cambiado. El rito de paso tenía que ver con la inmersión al corazón de la tierra, pero también con la muerte de un insoslayable precursor. La cueva del fin y del origen adquiría otro sentido.

Carlos Fuentes es uno de los nombres propios de la tradición. Su vastísima obra queda abierta al escrutinio de los lectores y los arqueólogos del tiempo. El mismo día de su muerte leí una de sus máximas entusiastas:
Carlos Fuentes con Rita Macedo y Victor Flores Olea
"Si no vives como joven, te carga la chingada". A los 83 años su corazón se detuvo un segundo antes de que eso sucediera.



Fuentes
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/pix.gif
Jorge Volpi
16 May. 12
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/pix.gif
No leí un anuncio sino un correo electrónico: una oferta de esa naturaleza no me llega, es cierto, todos los días. Leí y releí el aviso. Dirigido a mí, a nadie más. Se solicita escritor joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de lengua francesa. Capaz de hacer discursos y presentaciones. Viaje y alojamiento incluido. Y, para colmo, ni siquiera faltaba mi nombre. Las letras negras y llamativas del correo electrónico me informaban: Jorge Volpi. Se solicita Jorge Volpi, escritor especializado en datos inútiles, acostumbrado a leer novelas, profesor auxiliar en escuelas particulares (es cierto), y una cantidad que el pudor me impide repetir. Y aunque leí todo eso, no lo tomé a broma. Universidad de Brown. Sonaba muy impresionante.

Imaginé que otro escritor joven –o no tanto– habría recibido el mismo correo antes, tomado la delantera, hecho el trabajo. Traté de olvidarme. Pero al día siguiente había un nuevo correo. Al abrirlo ahí estaban, otra vez, esas letras destacadas: escritor joven. Tomé el interminable vuelo que me condujo a Nueva York y luego a Providence, Rhode Island. Una isla que no es una isla. Desde ahí debí haber sospechado. Me dejé llevar por la piedra labrada, las gárgolas, las ventanas ensombrecidas, la luminosidad de los prados. Caminé trece pasos y subí veintidós escalones hasta el despacho del jefe del departamento.

–Profesor –dije con voz monótona–. Profesor...

–Sí, ya sé. Perdón, no hay asiento.

–Recibí su correo.

–Claro, lo leyó. ¿Cómo se siente?

–Extraño.

Me aparté de la luz para mirar su rostro.

–Voy al grano. Se trata de que usted lo presente.

–¿Yo? ¿Por qué? Él no necesita ninguna presentación. Y menos una mía.

–Debe hacerlo. Dos páginas, no más...
–Pero...

–Usted aprenderá a redactar en su estilo. Le bastará ordenar y leer sus papeles para sentirse fascinado por esa prosa, por esa transparencia, esa, esa...

–Sí, comprendo.

–Entonces se quedará. Su hotel está cerca de aquí.

–No sé...

Miré a un lado y de pronto me di cuenta de que la muchacha estaba allí, esa muchacha que no alcanzaba a ver de cuerpo entero. No podía creerlo.

–Es Aura... –le dije al profesor.

–Le advertí que la encontraría aquí.

–Pero no así, no viva.

–Sí, viva. Tan viva como usted.

La joven inclinó la cabeza y el profesor, al mismo tiempo que ella, remedó el gesto.

–Es el señor Volpi.

No podía creerlo. Era ella. Aura. La verdadera, la única. ¿Qué hacía ahí, con nosotros? Ella pertenecía a otro mundo.

–Mañana será el día. Recuérdelo.

Me retiré a mi habitación de hotel y me pregunté si el profesor no poseería una fuerza secreta sobre la muchacha, si la muchacha, mi hermosa Aura vestida de verde, no estaría encerrada contra su voluntad en esta universidad vieja, sombría. Le sería, sin embargo, tan fácil escapar mientras el profesor dormitaba en su oscuro despacho. Quizás Aura esperaba que la salvase de las cadenas que, por alguna razón oculta, le había impuesto el académico.

Me dediqué toda la noche a leer los papeles. Los días enmascarados. La región más transparente. La muerte de Artemio Cruz. Terra Nostra. Cristóbal Nonato... Y, desde luego, Aura. Esas páginas perfectas donde la conocí antes de encontrarme con ella, aquí, en un despacho de la Universidad de Brown. De pronto comprendí por qué Aura estaba tan cerca: para perpetuar la ilusión de todos esos profesores y especialistas.

Arrojé los libros a un lado y me dediqué a buscarla por el campus. Pude contemplar cómo destazaban su cuerpo en mesas redondas, coloquios, seminarios. Todos esos profesores la convocaban con sus ritos: teorías estructuralistas, posestructuralistas, feministas, deconstruccionistas, hermenéuticas, sociológicas, culturales. Por fortuna no la despedazaban a ella, sino a su imagen. Aura permanecía en otro lado, encerrada como un espejo. Caminé hasta encontrarla. Tomé su muñeca, esa muñeca delgada, que temblaba...

–Aura, basta ya de engaños.

–¿Engaños?

–Dime si estos profesores te impiden salir, hacer tu vida. ¿Por qué han de estar presentes cuando tú y yo...?, dime que te irás conmigo en cuanto...

–¿Irnos? ¿Adónde?

–Afuera, al mundo. A vivir juntos. No puedes sentirte encadenada para siempre a ellos. Tienes que renacer, Aura...
–Hay que morir antes de renacer. Olvida, tenme confianza. Te espero esta noche –y me dio la espalda.

Ahora estoy de nuevo aquí. Escucho mi propia voz, sorda, transformada después de tantas horas de silencio:

–Aura...

Repito: –Aura...

Entonces me descubro aquí, frente a ustedes. Y, lo más extraño, lo más perturbador, también frente a él. Un poco más allá, escondido, atisbo el rostro del profesor animándome a comenzar. A cumplir con el trabajo que me ha encomendado. A presentarlo. Mientras lo contemplo debajo de los reflectores, entiendo por qué me han invitado. Y por qué he visto a Aura. El maleficio comenzó cuando leí aquellos papeles. Cuando mis ojos se hundieron en esa frase que decía: "Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días...". Es evidente: él me ha atrapado. Al leerlo me he convertido en parte suya. Yo creía ser Jorge Volpi, escritor joven especializado en datos inútiles, pero ahora lo sé: si me han pedido que lo presente es porque luego de leer sus papeles me he convertido en uno de sus personajes. Mi nombre es Felipe Montero. Ahí lo dice, pueden comprobarlo. Antes he sido Ixca Cienfuegos y Artemio Cruz y Felipe II y Ambrose Bierce y Laura Díaz y Cristóbal Nonato.

¿Qué más podría decir yo de uno de esos raros escritores capaces de inventar un universo y de construir una tradición literaria por sí mismos? Lo siento: no me atrevo a añadir nada (y ya he excedido mi cuota de dos páginas). Sólo puedo recomendarles que lo escuchen. Que oigan en lo que él cree.
Préstenle atención y con un poco de suerte al final se darán cuenta de que ustedes también son sus personajes. Y de que su mundo es, sin duda, mejor que el nuestro. Yo, mientras tanto, me retiro. Tengo una cita pendiente allá arriba, en la oscuridad, con Aura.

La muerte de Carlos Fuentes
Víctor Flores Olea
Murió un gran mexicano y un gran escritor, pero más que nada murió un amigo de toda la vida, uno de los más cercanos y queridos. Nos encontramos hace 60 años en la Facultad de Derecho (Carlos era el más elegante), junto con Mario de la Cueva y Manuel Pedrozo, junto con Javier Wimer y Porfirio Muñoz Ledo, al lado de José Campillo y encontrándonos también con Jesús Reyes Heroles, y con Salvador Elizondo y con Rafael Ruíz Harrell. La generación de Medio Siglo y las primeras letras, las primeras lecturas, las primeras militancias, con Jaime García Terrés y Francisco López Cámara, y quienes están por fortuna muy vivos: Pablo González Casanova, Luis Villoro, Enrique González Pedrero, Carlos Payán, Arturo González Cossío.
Y siguiendo muy de cerca y leyendo y releyendo La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz, Las buenas conciencias, Cambio de piel y tantos otros escritos y ensayos de mano maestra. Y los retiros a Tonanzintla con nuestros queridos hermanos Guillermo Haro y Fernando Benítez.
Y siguiendo de muy cerca la Revolución Cubana, también con Carlos en el inicio de la gesta, y los 68 en México y en Francia, siempre analizando, siempre discutiendo con la mejor ley que se pudiera concebir, de amigos fraternos, y luego la coincidencia en dos embajadas, Carlos en París, un servidor en Moscú, siempre encontrándonos y reiterando y afianzando la relación fraterna, llena de cariño y amistad. Y sus hijos, desde muy pequeños. Y desde luego Silvia, a su lado y al lado de sus amigos, a quien le envío un gran abrazo lleno de dolor.
Muerte
Carlos Fuentes

Texto de Carlos Fuentes (1928-2012), incluido en su libro titulado En esto creo, del que ofrecemos un fragmento a los lectores de La Jornada, con autorización del sello editorial Alfaguara
Cuando se trata de acompañar a la muerte, ¿cuál es el tiempo válido para la vida? Freud nos advierte que lo que no tiene vida existió con anterioridad a lo vivo. El fin de toda vida es la muerte, una reina todopoderosa que nos precedió y seguirá aquí cuando desaparezcamos. ¿Nos anunció antes de ser? ¿Nos recordará después de haber sido? O más bien, la nada que nos precedió y que nos seguirá, ¿sólo se vuelve consciente en tanto naturaleza, no en tanto nada, gracias a nuestro paso por la vida? La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es. La esperamos con grados diferentes de aceptación, de furia, de tristeza, de cuestionamiento, de arrepentimiento, de eso que Xavier Villaurrutia llamaba nostalgia de la muerte.

Hacemos el balance de nuestra vida, pero sabemos que el verdadero fiscal es la muerte y que su veredicto lo conocemos de antemano. Compañera final e inevitable. Pero ¿amiga o enemiga? Enemiga y, más que enemiga, rival, cuando nos arrebata a un ser amado. Qué injusta, qué maldita, qué cabrona es la muerte que no nos mata a nosotros, sino a los que amamos. Sin embargo, esa muerte enemiga es la que podemos vencer. A veces, en mis caminatas diarias por el viejo cementerio de Brompton en Londres, paso frente a un vasto terreno de cruces blancas. Contrastan con la elaboración suntuaria de la mayoría de los túmulos funerarios del camposanto. Son las sencillas cruces blancas de muchachos muertos en la primera guerra mundial.
Leo sobrecogido las fechas de nacimiento y muerte. No he encontrado allí a un solo joven que haya rebasado los treinta años de edad. La muerte de un joven es la injusticia misma.
En rebelión contra semejante crueldad, aprendemos por lo menos tres cosas. La primera es que al morir un joven, ya nada nos separa de la muerte. La segunda es saber que hay jóvenes que mueren para ser amados más. Y la tercera, que el muerto joven al que amamos está vivo porque el amor que nos unió sigue vivo en mi vida.
¿Son éstas, apenas, consolaciones? ¿Son triunfos sobre la muerte? ¿O, por el contrario, engrandecen su poder? La muerte nos dice: te engañas, lo que fue ya no es. Le respondemos: te engañamos, lo que fue no sólo sigue siendo, sino que es más que nunca. La muerte se ríe de nosotros. Nos desafía a pensar, no en la muerte del otro, sino en la propia desaparición. Nos reta a creer que la memoria de los que sobreviven será nuestra única vida más allá de la muerte. Y aunque así sea, no lo sabremos nunca. Lo cierto es que los guardianes de la memoria irán desapareciendo también, con la falsa esperanza de que siempre habrá un testigo vivo que los recuerde. La muerte se burla de nosotros: ¿recordamos a nuestros muertos más allá de la cuarta o quinta generación que nos precede?
¿Hay suficientes leyendas de familia, retratos de los ancestros, hechos memorables, que salven del olvido mortal a la inmensa legión de los antepasados? Después de todo, hay treinta fantasmas detrás de cada individuo.
Si muy pocos pueden rememorar en su genealogía a un héroe o a un genio, todos podemos acercarnos al gran acervo verbal de la muerte por vía de la palabra poética.

Nadie, para mí, se acerca más a mi propio sentimiento mortal que uno de los dos más grandes poetas del Siglo de Oro español (el otro es Góngora), Francisco de Quevedo. Evidencia de la muerte: “¡Cómo de entre mis manos te resbalas!/ ¡Oh, cómo te deslizas, edad mía! (...) ¡Oh condición mortal, oh dura suerte!/ ¡Que no puedo querer vivir mañana/ sin la pensión de procurar mi muerte!” Pero evidencia, también, del amor constante más allá de la muerte: “Alma a quien todo un dios prisión ha sido.../ su cuerpo dejará, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado”:
John Donne le da otro giro a la muerte temprana. La joven mujer tenía quince años, dice la “Elegía”, y el destino no le abrió las puertas del porvenir.
Se llevó la libertad de su propia muerte, pero convirtió a cada sobreviviente en su delegado a fin de cumplir el destino que pudo ser el de ella. Victoria, así, sobre la muerte: For since death will proceed to triumph still,/ He can find nothing, after her, to kill.
Ésta es la muerte que nos pertenece a todos. La muerte compartida de la palabra que vence a la muerte.
Permanece, sin embargo, el hecho de que, precedidos o sucedidos, olvidados o recordados, morimos solos y, radicalmente, morimos para nosotros solos. Quizás no morimos del todo para el pasado, pero ciertamente, morimos para el futuro. Quizás seamos recordados, pero nosotros mismos ya no recordaremos. Quizás muramos sabiendo todas las cosas del mundo, pero de ahora en adelante, nosotros mismos seremos cosa. Vimos y fuimos vistos por el mundo. Ahora el mundo seguirá siendo visto, pero nosotros nos habremos vuelto invisibles.
Puntuales o impuntuales, vivimos de acuerdo con los horarios de la vida. Pero la muerte es el tiempo sin horas. ¿Tendré más gloria que la de imaginar que mi muerte es singular, sólo para mí, butaca preferente en el gran teatro de la eternidad?






Hay quienes esperan que la muerte los libere de su propia memoria. Muchos suicidas. Hay quienes lamentarán toda la vida (la que les resta) no haber prestado atención, no haber tendido la mano o escuchado a la persona que se fue para siempre.
Hay el silencio del amor viril que debe esperar hasta la muerte para manifestarse, diciéndole al muerto lo que jamás, por pudor, le dijimos al vivo. Tejido de pesares y arrepentimientos que son como la segunda mortaja del muerto. Y éste, ¿habrá ejercido el derecho de llevarse un secreto a la tumba? ¿No es éste uno de los grandes derechos de la vida: saber que sabemos algo que jamás diremos?
No queremos, por más negaciones y fatalidades que se acumulen sobre nuestras cabezas, por más testimonios y certezas de lo imposible que nos presente la fiscalía de la muerte, renunciar a la convicción de que la muerte no es la nada, es algo, es valiosa, aunque ella misma nos diga lo contrario. Creemos que la muerte de hoy dará presencia a la vida de ayer. Con Pascal repetimos: “Nunca digas ‘lo he perdido’. Mejor di: ‘lo he devuelto’”. Piensa que es cierto. Hay quienes mueren para ser amados más.
Piensa que el muerto amado vive porque el amor que nos unió está vivo en mi vida. Piensa que sólo lo que no quiere sobrevivir a todo precio tiene la oportunidad de vivir realmente. Querer sobrevivir a todo precio es la maldición del vampiro que nos habita.
Es, también, la oportunidad erótica. En Cumbres borrascosas, Cathy y Heathcliff están unidos por una pasión que se reconoce destinada a la muerte. La sombría grandeza de Heathcliff está en que sabe que todos sus actos sociales, la venganza, el dinero, la humillación de quienes lo humillaron, el tiempo de la infancia compartido con Cathy, no regresarán. Cathy también lo sabe y por ello, porque “yo soy Heathcliff”, se adelanta a la única semejanza con la tierra perdida del amor original: la tierra de la muerte. Cathy muere para decirle a Heathcliff, la muerte es nuestro hogar verdadero, reúnete aquí conmigo. La muerte es el reino verdadero de Eros, donde la imaginación erótica suple las ausencias físicas, sobre toda la separación radical que es la muerte.



La muerte, dice Georges Bataille en su maravilloso ensayo sobre Cumbres borrascosas, es el origen disfrazado.
Puerto que el regreso al tiempo original del amor es imposible, la pasión de los amantes sólo puede consumarse en el tiempo eterno e inmóvil de la muerte. La muerte es un instante sin fin. ¿Por qué? Porque la muerte, radicalmente, ha renunciado al cálculo del interés. Nadie, muerto, puede decir “esto me conviene o no me conviene”, “gano o pierdo”, “subo o bajo”. Éste es, en Pedro Paramo de Juan Rulfo, el triunfo final del novelista sobre su propio personaje cruel, calculador y, a diferencia de Heathcliff, anclado en la inmortalidad de un amor no correspondido hacia Susana San Juan. A cambio de esta derrota, Rulfo nos introduce, junto con todo un pueblo –Comala–, a nuestra propia muerte. Gracias al novelista, hemos estado presentes en nuestra muerte.
Estamos mejor preparados para entender que no existe la dualidad vida y muerte o la opción vida o muerte, sino que la muerte es parte de la vida, todo es vida. Imaginemos entonces que cada niño que nace cada minuto reencarna a cada una de las personas que mueren cada minuto. No es posible saber a quién reencarnamos porque nunca hay testigos actuales que reconozcan al ser reencarnado. Pero si hubiese un solo testigo capaz de reconocerme como el otro que fui, ¿entonces, qué? Me detiene en una calle... antes de descender de un auto o de entrar a un restorán... me toma del brazo... me obliga a participar de una vida pasada que fue la mía. Es un sobreviviente: el único capaz de saber que yo soy una reencarnación. El único capaz de decirme: –Una vida no basta. Se necesitan múltiples existencias para integrar una personalidad.



Pero si no basta una vida para cumplir todas las promesas de nuestra personalidad truncada por la muerte, ¿corremos el peligro de irnos al extremo opuesto y creer que todo es espíritu y nada materia? Eterno aquél, perecedera ésta. ¿O es que nada muere por completo, ni el espíritu ni la materia? ¿Son similares sus desarrollos? Sabemos que los pensamientos se transmiten, más allá de la muerte. ¿Pueden transmitirse, también, los cuerpos?
Las ideas nunca se realizan por completo. A veces se retraen, hibernan como algunas bestias, esperan el momento oportuno para reaparecer. El pensamiento no muere. Solo mide su tiempo. La idea que parecía muerta en un tiempo reaparece en otro. El espíritu no muere. Se traslada. Se duplica. A veces suple, e incluso, suplica. Desaparece, se le cree muerto. Reaparece. En verdad, el espíritu se está anunciando en cada palabra que pronunciamos. No hay palabra que no esté cargada de olvidos y memorias, teñida de ilusiones y fracasos. Y sin embargo, no hay palabra que no venza a la muerte porque no hay palabra que no sea portadora de una inminente renovación. La palabra lucha contra la muerte porque es inseparable de la muerte, la huerta, la anuncia, la hereda... No hay palabra que no sea portadora de una inminente resurrección.
Cada palabra que decimos anuncia, simultáneamente, otra palabra que desconocemos porque la olvidamos y una palabra que desconocemos porque la deseamos. Lo mismo sucede con los cuerpos, que son materia. Toda materia contiene el aura de lo que antes fue y el aura de lo que será cuando desaparezca. Vivimos por eso una época que es la nuestra, pero somos espectro de otra época pasada y el anuncio de una época por venir. No nos desprendamos de estas promesas de la muerte.


Fuentes y los presidenciables: EPN, “ni pensarlo”; JVM, “no ganará”; AMLO, “hay una esperanza”
MÉXICO, D.F. (apro).- Carlos Fuentes no llegó al primero de julio, día de las elecciones presidenciales. Murió a las 12:05 horas en el Hospital Ángeles, al sur de la ciudad de México.
Alguna vez Juan Carlos Onetti dijo sobre Fuentes: “Es el proteico, porque nunca se sabe qué forma va a adoptar”. Se refería al zigzageo constante del autor de La región más transparente: de castrista a enemigo de Fidel; de sandinista a crítico del comandante Ortega; de defender el Halconazo de Echeverría a asesorar a López Portillo; y finalmente hasta decir que el fraude electoral de Calderón no existió.
A raíz de los errores de Peña Nieto en la Feria del Libro de Guadalajara, el escritor aludió, durante una entrevista con Aristegui, a Enrique Peña Nieto:
“En el PRI, no quiero ni pensar que Peña Nieto pueda ser presidente, y no porque no haya leído nada, pero si a mí me preguntan en una feria de libro ‘¿qué libros ha leído usted’, yo digo la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y se acabó, ya nadie te pregunta más”, resaltó luego del traspié del abanderado presidencial priista en la pasada Feria Internacional del Libro (FIL), donde atribuyó erróneamente la autoría de su libro La silla del águila al escritor Enrique Krauze.
Durante la entrevista, Fuentes se expresó sobre la izquierda en México:
“Yo estoy a favor de la izquierda. Yo favorecí a Marcelo Ebrard como candidato. No resultó. El candidato es López Obrador y López Obrador ya sabemos quién es, sólo que ha cambiado. En vez de ser el batallador que ocupa las calles, etcétera, es el hombre amoroso. De repente descubrió el ‘love, love, love’. ¡Qué bonito!”, comentó entonces el autor de La muerte de Artemio Cruz y Aura.
“Si algunas de las mejores gentes de México se asocian con él, hay una esperanza. Y estoy hablando de gente como Juan Ramón de la Fuente o como el propio Marcelo Ebrard y otros”, resaltó Fuentes.
En esa entrevista, el escritor auguró “que los mexicanos ya no reeligirán al PAN en la Presidencia, y el aspirante del PRI es muy pequeño”, acotó en alusión al priista Enrique Peña Nieto.
Fuentes añadió: “La única posibilidad de una renovación, a pesar del candidato, es la izquierda con López Obrador, y una izquierda que ojalá logre el grado de unión que no tiene todavía”.
Quince días antes de su muerte, durante la FIL de Buenos Aires, Fuentes calificó de “mediocres que nos dan retórica” a los tres candidatos presidenciales y advirtió que “hay muchos motivos de indignación también en América Latina”.
En ese encuentro dijo que el hubiera votado por Marcelo Ebrard, actual jefe de gobierno capitalino. Y atizó: “En México hay cincuenta millones de personas menores de treinta años y ningún candidato habla de ellos”.
Carlos Fuentes: “el arte sobrevive a la política”
El escritor Carlos Fuentes concedió recientemente una entrevista a Daniel Barrón, colaborador del blog Homozapping, que a continuación reproducimos.
A sus 83 años de edad, el escritor Carlos Fuentes está, como siempre, poniendo el dedo en las llagas del momento. Su nombre ha sido trending topic en Twitter debido a que Enrique Peña Nieto citó el título de una de sus novelas, pero confundió su nombre con el de un historiador; y días después, Vicente Fox, preguntó en público “¿Carlos Fuentes? ¿Muy leído o qué?” Pero Fuentes está mucho más allá de esos gags de precampaña. Como subraya al final de esta charla, la literatura, el arte sobrevive a la política.
Daniel Barrón: Empecemos con la guerra contra el narcotráfico: ¿cree que es un buen camino?
Carlos Fuentes: No, soy parte de una comisión integrada por el expresidente Zedillo, Fernando Henrique Cardozo, y César Gaviria, y allí estamos intentanto que este problema se trate de otra manera, mediante la despenalización, y no mediante en ataque frontal.
Aquí hay un problema muy grave para México, porque el mercado son los Estados Unidos y ellos no dan un solo paso en serio, dan pasitos chiquitos, pero no un paso en serio para combatir el consumo de la droga no, y eso es lo que finalmente alimenta el negocio. Si no hubiese el gran mercado consumidor norteamericano, pues no habría oferta mexicana. Y ellos hacen muy poco.
Estados como California, y otros más, están tomando medidas por su cuenta, pero la gran medida federal, no la ha tomado el gobierno de Washington. Ese es un problema que no tuvo Colombia; sin embargo, yo creo que con el problema de México, que es un problema muy particular, hay que proceder a la despenalización progresiva, para que esto se convierta en algo tan simple como tomar alcohol.


Cuando Roosevelt en el Nuevo Trato permitió el consumo del alcohol, se acabó Al Capone pero no se acabaron los borrachos. Entonces aquí podremos tener la situación en que se acaben las grandes organizaciones criminales, pero se siga consumiendo la droga quien quiera consumirla, pero ya no con el atractivo, con el aura que da la interdicción.
— Y se convertirá simplemente en un problema de salud, y no de criminales.
— Eso es los que queremos en este grupo, que sea un problema de salud, nada más.
—Los indignados, y el movimiento tanto en España como en Egipto, Londres y Nueva York han cambiado la agenda política…
—Mire, donde menos se piensa salta la liebre, quién iba a decir que de África del Norte iban a hacer este movimiento. Un hombre se inmoló en Túnez, y prendió una llama que ha abarcado el norte de África, ha derrocado el gobierno de Mubarak, y el gobierno de Gadafi; quién lo hubiera pensado, llevaban treinta, cuarenta años en el poder. Se cayeron y el movimiento cruzó el Mediterráneo y ha cruzado el Atlántico, y de allí el problema de los ocupados en Estados Unidos. Ellos plantean un problema muy radical que es: ni demócratas ni republicanos, vamos a buscar una nueva solución, una nueva situación política para problemas inéditos, porque lo importante es que los partidos tradicionales ya no tienen soluciones para los nuevos problemas, y la gente lo sabe. Lo saben los indignados en España, lo saben todos los que se levantaron prácticamente en armas en la Gran Bretaña, en seis, siete, diez ciudades y lo saben los jóvenes norteamericanos —los jóvenes y viejos—, de manera que estamos ante una novedad que no se ha manifestado en América Latina. Ha empezado en Chile, ha habido un movimiento, pero fíjese usted que por primera vez los problemas no empiezan en América Latina. Pero indudablemente van a llegar a América Latina y hay que estar preparados, hay que pensar, en qué soluciones tenemos para la gran mayoría de los mexicanos que no están contentos. Saben que tienen problemas, tienen exigencias que no están siendo satisfechas.
—¿Por qué el movimiento de indignados no ha prendido en América Latina?
—Porque simplemente no había la urgencia aparente, digo aparente de los problemas, que sí había para acabar con el régimen de Gadafi, o acabar en el régimen de Mubarak, estos eran problemas muy urgentes de tiranías atroces que duraban muchos años. Era como acabar con Porfirio Díaz, quién iba a creer que Porfirio Díaz que celebró con un gran boato las fiestas del Centenario en septiembre, en noviembre iba a estar en una Revolución. No era posible pensarlo, lo mismo pasó en los regímenes del norte de África. No con nosotros porque hemos tenido en los últimos diez o veinte años mecanismos de corrección de problemas, Brasil ha tenido la gran fortuna de tener dos excelentes presidentes Cardozo y Lula, entonces las cosas marchan más o menos bien, pero en otros países marchan mal. En México hay un retraso de las soluciones, se están creando muchos problemas que no están siendo atendidos, por el sistema político actual, y esos problemas tarde o temprano se van a manifestar ¿Cómo? Yo no lo sé.
—Ahora también hay una diferencia que están viendo muy bien algunos intelectuales en Estados Unidos, pienso en Judith Butler quien señala que una cosa es acabar con gobiernos autoritarios y otra muy distinta es cambiar todo un sistema económico.
—Mire usted, lo que pasa en los Estados Unidos va acabar por manifestarse. Dicen que es el 99% contra el 1%, no es exacto, pero hay un movimiento que se ha manifestado primero en las calles, pero va a acabar por establecerse en zonas políticas, en áreas de acción política desde Oakland, San Francisco y Los Ángeles hasta Nueva York, entonces también va a haber un cambio político. Lo que ha sucedido es que los Estados Unidos vivían muy contentos con una clase media bastante rica, poderosa y con la confianza, casi la certeza, de que se podía ascender de una clase inferior a una superior, era el estilo de vida Americano: “yo soy de la clase media pero puedo hacerme millonario”. Hoy la clase media americana sabe que está condenada a bajar, a empobrecerse y a no tener las oportunidades que tuvieron sus padres. Entonces esto va a crear un problema político muy novedoso, además de que no son ya la única potencia. De manera que hay que adaptar a los Estados Unidos a una nueva realidad, Obama quiere hacerlo, pero si lo hace le cuesta la Presidencia.
—Además estos cambios políticos se están dando en medio de transformaciones sociales, como por ejemplo el uso de las redes sociales y auge de medios periodísticos y de análisis independientes.
—¡Claro, se tienen nuevos instrumentos que no se tenían hace un par de décadas! Lo vimos en África del Norte, el señor Mubarak no sabía que la gente se estaba comunicando por internet, y la población sí lo sabía, y se comunicó a través de los medios modernos y armó una revolución contra el gobierno y lo tiró. Esto no lo esperaba el gobierno que creía que tenía el monopolio de la información, como creen todos los gobiernos autoritarios. Yo no sé lo que va a pasar, no puedo adivinar, lo que sí siento es que el cambio es muy grande, y que acabará por afectarnos a todos.
—¿Utiliza su Twitter?
—No, mi esposa se encarga de los medios modernos; yo soy hombre de pluma y papel, porque es mi sensualidad de escritor.
Me levanto temprano y escribo con papel y tinta, y no sé hacerlo de otra manera, luego me lo pasan a máquina y lo que usted quiera; y es mi esposa la que viene y me dice, “fíjate que el Twitter dice tal cosa o tal otra”, pero yo no uso esos medios porque quitan mucho tiempo. El tiempo que uno debería dedicarse a escribir, se lo dedica a los medios de información. Y allí se acabó el asunto.
—Ahora bien usted es trending topic…
—¿Un quéeeeee?
—Que se habla todo el tiempo de usted en Twitter, a colación de lo de Peña Nieto, de Fox…
—Yo no sé, yo no me entero.
—Pues se lo digo, usted es trending topic en las redes sociales.
—Pues yo no me entero, yo escribo mis libros en el tercer piso y ni me entero de esas cosas.
—Me hablaba hace un momento de que los políticos de Estados Unidos parecen vivir en el siglo pasado, pero ¿qué me dice de los políticos mexicanos?
—Ellos viven antes de la conquista española, eso es lamentable, en la política tradicional mexicana no hay un buen panorama, pero va a surgir porque le repito: Porfirio Díaz no sabía que iba a pasar lo que pasó, yo no creo que vaya a haber una revolución violenta en México, pero sí creo que van a haber cambios políticos que van a llenar el enorme vacío que hay entre el stablishmen político, que está muy bajito y los problemas sociales que están muy altitos.
—¿Y de dónde va a surgir el cambio?
—Yo no sé, yo creo que va a surgir de la sociedad, de la clase media mexicana, de los obreros, de los ninis, de los trabajadores, que no encuentran un empleo apropiado o que sufren bajo condiciones de dominio y opresión caciquiles, hay muchos motivos de descontento en México.
—¿Y estará usted allí para apoyarlos?
—No sé, yo estaré escribiendo libros que es lo que me toca hacer.
—Usted fue testigo de la Primavera de Praga, ¿podríamos compararla con la Primavera de Egipto?
—No, porque los países son muy distintos, la situación de los países de Europa del Este es muy distinta a la de los países de África del Norte, no, no es comparable. Dependía todo del ingenio de los checoslovacos, por ejemplo entraba un tren con soldados y amas soviéticas, y los trabajadores del riel se encargaban de que el tren diera la vuelta y se regresara a Rusia.
—Pero, en aquel momento los intelectuales tenían mucha relevancia, usted mismo que estaba allí pero ¿tienen la misma importancia ahora con el auge de las redes sociales?
—No sé, eso me lo tendría que decir usted, yo no lo sé, porque el trabajo intelectual es a largo plazo, pero muy largo plazo, yo le pregunto si usted sabe quién era presidente de los Estados Unidos cuando Melville escribió Moby Dick. No lo sabe usted ni yo tampoco, y así podemos dar muchos ejemplos, lo que queda es la obra de arte, la literatura, la pintura y no la política, salvo casos excepcionales, recordemos que existió Juárez y existió Cárdenas, pero yo no sé quién era el Secretario del Interior del presidente McKinley y usted tampoco, pero sí sabemos quién es Walt Withman, ¿verdad?
La muerte de Carlos Fuentes
MÉXICO, D.F. (apro).- El escritor Carlos Fuentes falleció esta tarde (12.15 horas) a los 83 años de edad en el hospital Ángeles del Pedregal, debido a una hemorragia interna provocada por una úlcera rota, informó el médico Arturo Ballesteros del hospital ángeles del Pedregal.
Ayer La Universidad de las Islas Baleares, en España, dio a conocer que le otorgaba el Honiris Causa, propuesta realizada por el Departamento de Filología Española, Moderna y Clásica.
Según Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), tendrá un sepelio como la periodista y esposa del autor de La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz y Aurora, Silvia Lemus, lo desee.
Felipe Calderón difundió en su twitter:
“Lamento profundamente el fallecimiento de nuestro querido y admirado Carlos Fuentes, escritor y mexicano universal”.
Otras más por este mismo medio lamentaron el suceso del premio Rómulo Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987, el Príncipe de Asturias 1994 y en 2009 la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, como Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno de la Ciudad de México; la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas y el Instituto Mexicano de Cinematografía.
Consuelo Sáizar señaló en su twitter que “Carlos Fuentes ha muerto en su México. Su ausencia sacude a la patria de la ñ. Gracias por sus letras y su pensamiento.”
También agregó que “hay una profunda tristeza y se que todo México está llorando a Carlos Fuentes”.
La directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Teresa Vicencio, envió un comunicado a este medio donde lamenta el deceso del escritor, “figura de la literatura universal”:
“Con la muerte del escritor se extingue una de las conciencias más lúcidas y críticas de nuestro tiempo, siempre libre en sus juicios y siempre sensible al pulso de los cambios políticos, sociales y culturales de México y del mundo.
“Su obra ensayística ha sido punto de referencia para tomar conciencia respecto a los problemas más puntuales de México. Sus novelas, reflejo del ser de México, espejos que a partir de hoy los mexicanos habrán de desenterrar una y otra vez para mirarse, conocerse y reconocerse.”
Los últimos dos twitters de Fuentes (@Carlos FuentesMX), donde tenían más de 11 mil seguidores, son del 19 de marzo de 2011:
–“Serán los jóvenes quienes tengan que enmendar los errores de nuestras generaciones; pero cuentan con una gran tecnología para hacerlo.”
–“Desastre natural en Japón, Guerra en Medio Oriente, Corrupción y violencia a las puertas de nuestro hogar. El mundo se torna muy oscuro.”
La última entrevista que otorgó fue al diario español El País, la cual se pública hoy con el título “No tengo ningún miedo literario”.
El periodista Francisco Perejil conversó con él a principios de este mes en Argentina, en el marco de la Feria de Libro en Buenos Aires. Le platicó:
“Mi sistema de juventud es trabajar mucho, tener siempre un proyecto pendiente. Ahora he terminado un libro, Federico en su balcón, pero ya tengo uno nuevo, El baile del centenario, que empiezo a escribirlo el lunes en México”.
A su decir, no tenía ningún miedo literario:
“Siempre he sabido muy bien lo que quiero hacer y me levanto y lo hago. Me levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo mis notas y ya empiezo. Así que entre mis libros mi mujer, mis amigos y mis amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo.”
En junio próximo, Alfaguara México lanzará su libro Personas, donde Fuentes presenta un conjunto de semblanzas, ensayos, recuerdos, anécdotas entorno a personalidades que influyeron en su vida, como Luis Buñuel, el expresidente mexicano Lázaro Cárdenas, Mario de la Cueva, Francois Miterrand, Susan Sontag y María Zambrano, entre otras persinalides nacionales e internacionales.
Los textos van acompañados con fotografías, informa su editor Ramón Córdoba, quien define estos escritos como “retratos emotivos que en total se refiere a 24 personas”.
El nuevo volumen va a distribuirse a varios países.
“Estoy convencido que Fuentes es bastante más que una gloria nacional. Es uno de los pocos escritores que con cada obra seguía revolucionando las letras. Se permitió experimentar todo lo que se le ocurrió, de allí que sus novelas de repente sean extensa y cortas.”
Canal 22 a partir de las 16 horas hoy transmitirá programación especial en homenaje al novelista y ensayista.
El colombiano Álvaro Mutis indicó que “el fallecimiento del escritor es una catástrofe muy grande para el mundo de las letras”.
También ayer corrió la falsa noticia de que había fallecido otro escritor del boom latinoamericano, el nobel Gabriel García Márquez, quien se encuentra actualmente fuera de México, informaron en su oficina.
Su hermano, Jaime García Márquez, ingeniero y vicepresidente de la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano, con sede en Cartagena, Colombia, dijo a Apro desde Bogotá que él suponía que el rumor surgió de una mala interpretación de un artículo publicado en la prensa colombiana titulado “Ojalá y Gabito se muera”.
Jaime García Márquez explicó que se trata de un artículo positivo y cariñoso, que concluía con esa frase, tomada por los editores para cabecearla, “de allí salió el mal entendido.”
Además aclaró que su hermano se encuentra en perfectas condiciones de salud, pero consternado por la muerte de Fuentes. Jaime García Márquez recordó “que la última vez que lo vio, lo notó pálido y delgado”:
“Los he conocido bien a él y su esposa Silvia, y vi de cerca el drama de sus hijos que fue tan doloroso para ellos. En un parque de Cartagena, cuando Silvia entrevistaba a Gabo por el Amor en los tiempos del cólera, mis hijos jugaban junto con su hijo”.
Finalmente rememoró que cuando su hermano le presentó a Carlos Fuentes, éste lo saludó diciéndole:
“De manera que tu eres el hermano sandwich”.
Fuentes nació en Panamá, Panamá, el 11 de noviembre de 1928. Dramaturgo, ensayista y narrador, estudió derecho en la UNAM y cursos de economía en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza. Fue delegado mexicano en Ginebra; embajador de México en Francia; director, junto con Octavio Paz, de la Colección Literaria Obregón; profesor en varias universidades norteamericanas y europeas; fundador y codirector, con Emmanuel Carballo, de la Revista Mexicana de Literatura; director de La Cultura en México; fundador y editor de El Espectador. Miembro de El Colegio Nacional (desde 1972), de la Academia Estadounidense de Artes y Letras, del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México.
Su obra se ha traducido al polaco, noruego, armenio, chino, inglés, francés, alemán, sueco, italiano, portugués, suizo y danés.
Escritor de los guiones cinematográficos de Las dos Helenas, El gallo de oro (en colaboración con Gabriel García Márquez y Roberto Gavaldón), Un alma pura, Los caifanes (en colaboración con Juan Ibáñez), Pedro Páramo (en colaboración con Manuel Barbachano Ponce y Carlos Velo), Las cautivas, ¿No oyes ladrar los perros? y el guión del documental El espejo enterrado.
Estuvo como colaborador de El Espectador, La Cultura en México, Revista Mexicana de Literatura, y Vuelta. Becario del CME, 1956. Miembro del SNCA, como creador emérito, desde 1994.
Otros galardones que le dieron: Biblioteca Breve Seix Barral 1967 por Cambio de piel. Premio Mazatlán de Literatura 1972 por Tiempo mexicano Terra Nostra.
Doctor honoris causa 1979 por la Universidad de Harvard. Premio Nacional de Ciencias y Artes (lingüística y literatura) 1984. Doctor honoris causa 1987 por la Universidad de Cambridge. Premio Miguel de Cervantes 1987.
Medalla de Honor de Literatura del Club Nacional de las Artes de Estados Unidos 1988. Premio Instituto Cultural Mexicano 1995 por su labor de difusión de la cultura y el arte de México en Estados Unidos. Doctor honoris causa 1996 por la UNAM. Doctor honoris causa 2002 por la Universidad de Salamanca, España. Premio Don Quijote de la Mancha 2008 por su trayectoria y su labor como impulsor de la lengua y la cultura hispanoamericanas.
Medalla Adolfo Ruiz Cortines 2008, otorgada por el Gobierno de Veracruz. Gran Cruz de Isabel la Católica 2009 otorgada por el gobierno español. Premio González-Ruano de Periodismo 2009, que otorga el Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre por el artículo “El Yucatán de Lara Zavala”. Doctorado honoris causa por la Universidad de las Islas Baleares (UIB), 2012.
Su obra se encuentra dividida en cuento: Los días enmascarados, 1954; Las buenas conciencias, 1959; Cantar de ciegos, 1964; Agua quemada, 1981; Constancia y otras novelas para vírgenes, 1990; El naranjo o los círculos del tiempo, 1993; La frontera de cristal, 2005; Todas las familias felices, 2006; Cuentos naturales, 2007; Cuentos sobrenaturales, 2007.
En ensayo: París, la revolución de mayo, 1968; La nueva novela hispanoamericana, 1969; Casa con dos puertas, 1971;Tiempo mexicano, 1971; Cervantes o la crítica de la lectura, 1976; Valiente mundo nuevo. Épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana, FCE, Tierra Firme, 1991; El coloquio de invierno (en colaboración con Fernando del Paso y Gabriel García Márquez), 1992; El espejo enterrado, 1992;Geografía de la novela, 1993; Tres discursos para dos aldeas, 1993;Nuevo tiempo mexicano, 1994; Por un progreso incluyente, 1997; Retratos en el tiempo, 1998;Todo encuentro o descubrimiento es mutuo (plaquette), 1998; Machado de la Mancha, 2001;Viendo visiones, 2003; Contra Bush, 2004; Los 68. París, Praga, México, 2005.
En novela: La región más transparente, 1958, 2008; Aura, 1962; La muerte de Artemio Cruz, 1962;Cambio de piel, 1967; Zona sagrada, 1967; Cumpleaños, 1969; Terra Nostra, 1975; La cabeza de la hidra, 1978; Una familia lejana, 1980; Gringo viejo, 1985;Cristóbal Nonato, 1987; La campaña, 1990; Diana o la cazadora solitaria, 1994; La edad del tiempo (obras completas), 1994; Los años con Laura Díaz, 1999, 2006; Los cinco soles de México. Memoria de un milenio, 2000; Instinto de Inez, 2001; La silla del águila, 2003; Fundaciones mexicanas. Novelas 1.
(La Muerte de Artemio Cruz. Los años con Laura Díaz), 2007; Capital mexicana (La región más transparente. Agua quemada), 2008;
Imaginaciones mexicanas (Aura. Cumpleaños. Constancia y otras novelas para vírgenes. Instinto de Inés. Inquieta compañía), 2008. La voluntad y la fortuna, 2008;Adán en Edén, 2009.
En relato: Los hijos del conquistador, 2002; Inquietantes compañías, 2003. En el género de teatro: Todos los gatos son pardos, 1970;El tuerto es rey, 1970; Los reinos originarios, 1971; Orquídeas a la luz de la luna, 1982; Ceremonias del alba, 1991; En varia invención: Voluptuario, 1996; En esto creo A/Z, 2002. En antologías: Cuerpos y ofrendas (prólogo de Octavio Paz), 1973; Josele T. Césarman (textos y poemas, en colaboración con Héctor Azar), 1992.
Sobre “Personas” de Carlos Fuentes… el libro por aparecer

MÉXICO, D.F. (apro).- Alfaguara entregó a apro el preámbulo de Juan Daniel del libro Personas, escrito por Carlos Fuentes, que saldrá en junio próximo.
Son ensayos de varias personalidades que influyeron en su vida y obra, como Lázaro Cárdenas, Fernando Benítez, Julio Cortázar , Luis Buñuel, Arthur Millar, Pablo Neruda, Alfonso Reyes, Susan Sontag, entre otros.
Aquí escribió el autor:
“Nada está a salvo del destino. Nunca admires al poder, ni odies al enemigo, ni desprecies al que sufre.”
A continuación se encuentra el escrito que adelanta la editorial:
En alguna ocasión Carlos Fuentes declaró que contaba con los dedos de una mano a sus amigos, pero que utilizaba las matemáticas de la imaginación para hablar de sus amigas. Y cuando habla de ellas enciende luces naturales y artificiales que duran mucho tiempo en el firmamento.
También hay que recordar la petición que hacían sus lectores: que reuniera en un tomo los prólogos que hizo para la colección Nuestros Clásicos, de la UNAM, porque más que invitaciones a leer a Herman Melville o a Jane Austen eran disecciones de las grandes novelas, los grandes escritores, todo un método de lectura, de entrar a los libros con ojos al mismo tiempo inocentes y expertos, que supieran qué buscar y en dónde, al tiempo que pudieran asombrarse a cada paso y con cada personaje.
Otra de sus facetas, que no siempre se tiene oportunidad y el privilegio de disfrutar, es la de conferencista; las suyas, más que exposiciones, son cátedras magistrales, en las que provoca inquietudes en el espectador porque sus análisis, sus perspectivas, además de claras son entusiastas y hacen que el público descubra características que no había visto en los personajes y en los autores que Fuentes disecciona, desmenuza y lo entrega para que el lector-escucha lo aprecie mejor. Y hay algo más, que no siempre comparten con él otros grandes escritores: su generosidad, su capacidad de admirar, su envidia de la buena. Lo ha dicho también, sin asomo de falsa modestia: “daría todos mis libros a cambio de una línea de Pound, de Yeats, de Eliot”, y que frente a varios poetas se siente como un mecapalero; aunque no suele hacer muchos elogios, casi todos los que hace consagran a quienes se los otorga.
Personas, su más reciente libro, contiene estas y otras de sus cualidades; en sus páginas habla de muchas personas, de Alfonso Reyes a Jesús de Polanco, de Neruda a Susan Sontag, de Arthur Miller a Luis Buñuel, porque, además hay que recordar que una de las grandes pasiones de Carlos Fuentes es la política, y que la compara con la literatura; y no sólo eso: la ética, no como materia sino como comportamiento, se equipara a la poesía, que, ya lo ha dicho Fuentes con toda puntualidad, es el punto más alto de la creación humana.
En Personas, de manera voluntaria pero no ostentosa, están presentes todas las aficiones y gustos de Carlos Fuentes: en unas líneas traza las constantes de Julio Cortázar, pero no aisladas, más bien insertas en un contexto histórico y social que no sólo nos obliga a leerlas al mismo tiempo que las de Borges, hay que pensar también en el momento político en que Cortázar, con toda la magia del ritmo, de la música y de la renovación del lenguaje, escribió en un tiempo en que cabían las esperanzas contra las tiranías y las dictaduras que oprimían a diversos países (y no es eso lo que mantiene vigente la obra de Cortázar, aunque persistan esas características, aunque no en todos los lugares que obsesionaban a Cortázar); nos hace recordar cuál es la importancia social de la dramaturgia de Arthur Miller (al mismo tiempo que aclara la aparente dualidad de Marilyn Monroe que explica su frivolidad, pese a su inteligencia y su sensibilidad), que las hace tan actuales aunque ya no sean tiempos de McCarthy (aunque no haya desaparecido el macartismo, sólo se ha transformado, pero no siempre se ha atenuado); aclara la vigencia de la mirada de Buñuel, pertinente no sólo en su observación de la miseria en Los olvidados, sino en la sensualidad de los aristócratas, de las campesinas, en la sordidez o en el esplendor (además de que, contra la corriente crítica, es contundente al calificar a Miguel Inclán y a Pedro Armendáriz como los mejores actores mexicanos).
En las páginas de este libro Fuentes consigue que el lector, para recrear aunque sea en una mínima parte la elocuencia del autor, lea en voz alta; es inimitable, pero algo de su vitalidad se contagia y se recupera; y de su picardía, porque gran parte del libro está compuesto de anécdotas en las que el mismo Fuentes es protagonista, lo mismo de las correrías que eran posibles en el México de los años cuarenta y cincuenta, que en un París atiborrado de gente esperanzada en los cambios prometidos por Mitterrand; lo mismo en las aulas de la Facultad de Derecho (en la cafetería, más importante que aquéllas) que en las bibliotecas privadas de sus amigos y maestros, o de sus condiscípulos y sus colegas, en un Nueva York casi vedado a causa de sus ideas, que en la complicidad hacia los amores prohibidos de los escritores más apasionados. Al terminar su lectura persiste la sensación de que el mundo va a componerse, o de que vale la pena recuperar lo mejor del pasado.
Fuentes comprende, aunque no comparta; sobre todo, respeta a los demás; en vez de ahondar en la acusación de estalinismo con que se pretende devaluar a ciertos autores y a ciertos libros, él defiende su derecho (de él y de ellos) a no caer en las modas y en lo políticamente correcto, y a creer en lo que creen, y resalta lo que tiene de valor lo literario, y de humano la conducta.
No siempre está de acuerdo con sus personajes, pero la mirada de Fuentes es la de un lector, no la de un escrutador; ve lo que hay en las obras y no lo que quisiera él que hubieran escrito (o compuesto o filmado) las personas de las que habla; no intenta tampoco juzgarlas más que por sus obras, aunque les celebre travesuras, insolencias o que se hayan desbordado, siempre y cuando sea por sus pasiones más que por sus instintos.
Algunos de los protagonistas de Personas son políticos, o participan en la política como observadores, críticos, consejeros, funcionarios, enemigos, alternantes, pero representan una opción de cambio más que una posibilidad de perpetuación; son representantes no oficiales de las minorías, pero no de las minorías privilegiadas; no son parias, pero expresan el punto de vista de los desposeídos, de los perseguidos y de los marginados (hay veces en que son todo eso); usan la fuerza de su prestigio moral e intelectual para oponerse al poder, o para obligarlo a aceptar a esos disidentes; en estas páginas brillan por su vitalidad, por su sentido del humor, por la fiereza de su posición; deslumbran en su aparición y perduran sus palabras y sus enfoques; cabe la pregunta de si son así como los presenta Carlos Fuentes, o lo parecen gracias a sus palabras, a su entusiasmo, a la magia de su literatura.
Pero ese entusiasmo no se limita a los protagonistas sociales; en estas páginas conviven el Fuentes crítico de literatura que, como lo ha pedido siempre, hace un esfuerzo equivalente al del creador para hacer pervivir las obras, para explicarlas en sus andamiajes, en su estructura invisible, en la tarea secreta de la creación; su entusiasmo no se limita a expresar sus gustos sino a mostrar la literatura como vivencia, rescata los momentos decisivos que se le escapan al lector común, y los hace no digeribles, pero sí comprensibles; no facilita la lectura, pero desbroza el camino para que el lector la disfrute mejor; está también el crítico de cine que hereda no sólo el sobrenombre con el que Alfonso Reyes y Martín Luis Guzmán, precursores, ejercieron la reseña cinematográfica en la segunda década del siglo XX: Fósforo. Con ese entusiasmo, con esa inocencia del espectador con que Reyes vio en el cine la épica de nuestra era, así Fuentes se deja convencer por las imágenes (en el doble o triple sentido de la palabra) para encontrar una nueva manera de entrever la realidad, transfigurarla, y darle otro sentido; así, liga, de una manera poco evidente, el optimismo de Alfonso Reyes y la iconoclasia de Luis Buñuel, quien reta a las masas con sus películas, pero también con sus comentarios al ver las cintas de otros cineastas:
De diferentes maneras, son espectadores privilegiados, pero también son dinamiteros contra el conformismo y contra la complacencia, uno con su cultura, otro con su actitud; de acuerdo, andar con esa compañía es un desafío, que Fuentes emprende y afronta con esa misma actitud desafiante, es su compañero en esa destrucción de la felicidad acrítica.
Reyes, en las palabras de Fuentes, no es el presidente de la República literaria, sino el biógrafo de la desdicha que no se conforma con serlo; es, al mismo tiempo que un amigo generoso que abre puertas y despierta vocaciones, un sinodal temible que puede reprobar a quien se desvíe del camino trazado por el rigor (pero también por el placer); Buñuel expone la miseria urbana en los tiempos en que reina el optimismo, pero también el que se ríe de las excentricidades de los burgueses, el que compadece al que sufre del temblor del deseo insatisfecho, y del que se complace en sufrir a manos de una villana sensual y provocadora, y es también el que está de parte de la que llega a destruir hogares felices; así, con esa misma tónica de la amistad del discípulo adelantado, es quien vuelve a rendir homenaje al maestro que no enseña, sino que impulsa, que evoca e invoca y todo lo liga con la literatura; es quien ve de lejos pero admira de cerca al presidente Cárdenas, que con sus reformas, su pasión de justicia, da vida a un México que se debate entre el pasado y el futuro, sin desperdiciar el presente, y quien a lo largo de su vida representa la rectitud y la sensibilidad social, y afronta con serenidad el presente; es el seguidor de un Fernando Benítez ebrio de gozo, pero empeñado en dar vida a los más marginados de un México que se niega entender sus raíces; es el lector de un Neruda que no deja impávido a los lectores, y que vive una vida de aventuras y de riesgo por defender su ideal político, y que por ello muere, como siempre, perseguido, no obstante su fama, su prestigio y los galardones que debían de haberle dado inmunidad; es el admirador de Cortázar, de Malraux, de Arthur Miller, quienes llevaron a la literatura, la intensidad de su vida íntima, en la que caben todas las expresiones, menos la de la indignidad; criticados por su pasión política, por su cercanía o simpatía a algunos gobernantes, no dieron un apoyo incondicional, sino crítico y condicionado; esa misma posición fue la que sostuvo Arthur Schlesinger, quien discrepó de Kennedy aunque creyó en su ofrecimiento de apertura, y finalmente fue quien mostró la verdadera cara del poder estadounidense.
Otra faceta de esa actitud crítica y condicionada es la que Fuentes observa en Simone Weil, conciencia de cualquier gobernante desde los años cincuenta, o la de Susan Sontag, quien combatió hasta su misma postura política, y sobre todo, combatió a la enfermedad sin medro, sin temor, con gallardía, y quien puso en evidencia lo que todo poder ofrece, pero sin maniqueísmos, sin tratar de imponerse como poseedora de la verdad, sino de todas las dudas.
Que Fuentes es más que un literato se confirma cuando ve la labor de sus pares pero que se dedican a otra cosa, como en el caso de Tom Wicker, testigo presencial del asesinato de Kennedy, y quien se dedicó a mostrar las entretelas del poder, de la guerra como negocio, de la actitud persistente de bloqueos y conjuras para sojuzgar a los gobiernos indóciles, independientes. Y la manera en que observa los altibajos de William Styron, quien como literato desafía las buenas costumbres y por ello es atacado por los que defiende; pero también está el Styron acometido por los reveses, las enfermedades (orgánicas y anímicas) de las que se sobrepone con una fuerza más que humana, sin dejar nunca de ser una presencia molesta para todos; y la eterna juventud de Jean Daniel, para quien los movimientos juveniles de los años sesenta nada tuvieron de juveniles y sí de rebeldía ante el poder, ante la conformidad, ante la apatía; o la filosofía como creación literaria, como el caso de María Zambrano, aparentemente lejana de la realidad pero con la necesidad de transformarla.
Todas estas personas son vistas desde diferentes ángulos: desde la potencia creadora hasta la fuerza de la adversidad; en sus momentos cumbres o peleando contra los enemigos poderosos (así sean sus propios demonios); desde la algarabía de haber triunfado o en la serenidad de una derrota momentánea (tan momentánea como una victoria); muchas veces estuvo a su lado, como testigo de la tranquilidad con que Cárdenas veía la Revolución Cubana como una posible secuela de la Revolución Mexicana; como partícipe del optimismo con que los inteligentes de todo el mundo veían la posibilidad del cambio que representaba Mitterrand, y de alguna manera correspondía a los esfuerzos de Malraux aun con De Gaulle en la silla presidencial; en los escenarios donde el hombre contemporáneo se veía retratado en las obras de Miller, Sontag, Styron, Neruda, Cortázar, Judith Stein que era minoría en todos lados; o en los reclamos justos, irrebatibles de Weil y de Zambrano que representaban nuevas ópticas, ineludibles después de ellas. Al lado de ellos, como espectador o como cómplice jubiloso, Fuentes saca las energías necesarias para hacer un lado las esperanzas y ver cómo se hace para que esos cambios, esos reclamos, sean universales y estén presentes todo el tiempo. Y es la misma fuerza y la misma asombrada atención frente a Manuel Pedroso que hace ver que la única manera en que prevalezca el derecho es por la fuerza de la literatura, o con la que parece un discípulo que descubre el mundo a través de la música que se vuelve literatura que se vuelve la mirada implacable que se vuelve lucha contra la tiranía, contra el destino, contra uno mismo.
Después de leer Personas, el lector entiende por qué Carlos Fuentes sigue siendo el novelista inventivo y singular que en cada libro revoluciona nuestras letras.
Deja Fuentes huella indeleble en cine
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/reforma/pix.gif

http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/reforma/pix.gif
El narrador escribió críticas cinematográficas bajo el seudónimo de Fósforo II.
Foto: archivo
En Twitter, Diego Luna y Guillermo Arriaga lamentaron la muerte del escritor
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/reforma/pix.gif
Mario Abner Colina
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/reforma/pix.gif
Ciudad de México  (16 mayo 2012).- Si bien el legado universalmente conocido de Carlos Fuentes quedó eternizado en papel y tinta, el escritor mexicano, fallecido ayer a los 83 años, dejó también una huella indeleble en el séptimo arte.

Su importancia trascendió generaciones, y figuras del cine nacional, como Guillermo Arriaga y Diego Luna, manifestaron en sus cuentas de Twitter su pesar por la muerte del narrador.

"Me entero de la muerte de Carlos Fuentes. Que tristeza caray. Lo lamento", escribió el escritor de Amores Perros.


"Un fuerte abrazo a la familia de Carlos Fuentes. Un día muy triste....", concordó el director de Abel.

El autor de novelas como "Cambio de Piel", "La Región Más Transparente" y "Terra Nostra", ganador de los Premios Cervantes, Rómulo Gallegos y Príncipe de Asturias, entre otros, participó en el cine como guionista, actor y hasta director.

http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/reforma/pix.gif
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/reforma/cuadro_fotog.gif
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/reforma/pix.gif
http://www.reforma.com/libre/online07/imggc/reforma/pix.gif


Incursionó como escritor de guiones con El Gallo de Oro, de Roberto Gavaldón, en 1964, adaptando junto con su amigo Gabriel García Márquez y el propio cineasta una historia de Juan Rulfo.

En 1965, de nuevo al lado del escritor de "Cien Años de Soledad", construyó la historia de Tiempo de Morir, de Arturo Ripstein, y un año más tarde hizo lo propio con la adaptación al cine que Carlos Velo hizo de la emblemática novela "Pedro Páramo". La película de culto Los Caifanes (1967), de Juan Ibáñez, también contó con su pluma.

Su extensa obra también fue sujeta a la adaptación fílmica, muchas veces con él como escritor. Su icónica novela "Aura", sobre fantasmas, fue llevada al cine en Italia en 1966 bajo el nombre de La Strega in Amore.

Lo mismo sucedió con su cuento "Muñeca Reina", hecho largometraje en 1972 por Sergio Olhovic, y sus novelas "La Cabeza de la Hidra" y "Gringo Viejo", trasladadas a imagen y sonido en 1981 y 1989 por Paul Leduc y Luis Puenzo, respectivamente.

Colocarse tras las cámaras como director no le fue ajeno, y realizó, al lado de Héctor Casillas, en 1974, el largometraje Enigma Compartida, que obtuvo galardones como el Premio Indio Fernández.

Cultivó, desde joven, al igual que sus compañeros del Boom Latinoamericano García Márquez y Mario Vargas Llosa, la crítica cinematográfica: escribía reseñas y críticas, usualmente en la Revista de la Universidad de México, firmadas con el seudónimo Fósforo II, en homenaje al intelectual Alfonso Reyes.

Hasta en sus columnas, publicadas en REFORMA, Fuentes constantemente manifestaba su cinefilia al comentar películas independientes modernas, como Meek's Cutoff, de Kelly Reichardt, o desmenuzando largo y tendido cintas como Biutiful, de Alejandro González Iñárritu.

"Biutiful toca el gran problema irresuelto de la globalidad. ¿Por qué si en un mundo globalizado, circulan sin trabas el dinero, los valores, las empresas, no puede circular el trabajo?", se preguntó en un texto firmado un par de años atrás.

En 2008, durante la celebración de sus 80 años, Fuentes y su amigo Carlos Monsiváis fungieron como programadores de la Cineteca Nacional, seleccionando varias de sus películas favoritas, como La Gran Ilusión, de Jean Renoir, y Amanecer, de F.W. Murnau.

Hacen mofa en radio de su fallecimiento

En su programa radial Dispara, Margot, Dispara, transmitido por Exa, el locutor Sergio Zurita se burló de la muerte del escritor mexicano Carlos Fuentes.

"La única manera de empezar este programa es así", dijo Zurita luego de comunicar el fallecimiento del escritor, y acto seguido corrió la festiva canción "Conga", de Gloria Stefan.

"Estamos desechos, súper tristes, por el deceso de Carlos Fuentes, que, pues, la verdad no hizo más que pura paparruchada, que no entiendo por qué le aplaudieron, nunca. Un escritor pésimo, el clarísimo ejemplo del intelectual cortesano, siempre cerca del poder, siempre lambisconeando a quien tenía que lambisconear", agregó.

Zurita, mientras se ganaba las risas de sus co-conductores Fausto Ponce y Claudia Silva, agregó que tres de las novelas más famosas de Fuentes, "Aura", "La Muerte de Artemio Cruz" y "La Región Más Transparente", se parecen sospechosamente a "The Aspern Papers", de Henry James: "Mientras Agonizo", de William Faulkner, y "Manhattan Transfer", de John Dos Passos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario