jueves, 2 de agosto de 2012

La Reina Roja


Elaborado el 11 de octubre de 1941 en donde dice “Los sinarquistas mexicanos son un peligroso grupo totalitario controlado por la Falange Española y la Iglesia, apoyados por un grupo nazi detrás de ellos. Informes sobre los antecedentes históricos muestran que los sinarquistas se formaron durante el conflicto Estado-Iglesia. El Programa Sinarquista, ideado por la Falange busca instalar un estado totalitario bajo el control de España, en donde México formaría un nuevo imperio dominado por la Alemania Nazi. Los sinarquistas están organizados al estilo de las células comunistas, siendo los curas de las iglesias quienes nombran a los organizadores. El líder aparente es Abascal. Los nombres de los subjefes están controlados por los nazis. El Partido Acción Nacional es el grupo de enlace entre los grupos de poder y la Falange. Los sinarquistas están calculados que tienen cerca de 250,000 personas, mientras el PAN solo tiene 50,000. Los planes inmediatos son organizar sabotajes en México y EU.”

Este memorando de inteligencia militar naval de los Estados Unidos muestra que no son simples complots o teorías de la conspiración, como lo acaba de mencionar el prestigiado historiador Dr.  Javier García Diego, Director del Colegio de México, en su programa sabatino de las nueve de la mañana en Radio IMER, dedicado a analizar los acontecimientos históricos del Siglo XX, quien a insistencia de su gran auditorio radiofónico replicaba una y otra vez, que los nazis no influenciaron al movimiento sinarquista, parecería no querer tocar este tema, como lo que ha sucedido con los Tratados de Bucareli de 1923, a los que continuamente descalifica como intrascendentes, posiblemente se deba a la herencia de su antecesor el Dr. Víctor Urquidi, quien fue presidente de El Colegio de México entre 1966 y 1985, un incansable investigador, promotor de instituciones tan diversas como El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica, y el Consejo Nacional de Población; fundó e impulsó el Centro Tepoztlán, el capítulo mexicano de El Club de Roma (Neo-Malthusiano) y la Casa de Cultura de la India en México, Premio Nacional de Ciencias 1977, por mencionar sólo algunas, pero además era hijo del Ingeniero Juan Urquidi, redactor de susodichos tratados, que pusieron a México en subordinación a Estados Unidos por 50 años y que obligaban a nuestro país a no desarrollar sus industrias petrolera, naviera, automotriz, aeronáutica, siderúrgica y metalúrgica,  por tal razón salió huyendo de México y se refugió en Francia donde Víctor nació en Neuilly, Francia, el 3 de mayo de 1919, país en donde conocería a Elena Poniatowska.
Posiblemente por ello estos intelectuales García Diego, Urquidi y Poniatowska son acérrimos enemigos de Venustiano Carranza y la Constitución. Los Tratados de Bucareli se llevaron a cabo en mayo de1923 y jamás han sido publicados por el Gobierno de México, al menos que por ahí se encuentre escondida una versión original, se dice que se encuentra en esta parte de la Presidencia, pero no se pudieron encontrar,
http://www.tcel.com/~gonzalez/Pagina_Principal/Obregon/Paginas_2280_y_2281/TRATADOS_DE_BUCARELI/tratados_de_bucareli.html, ha sido el Gobierno de los Estados Unidos quien los dio a conocer en 1947 y los publicó en 1958, en su versión al español y al inglés, en el mismo texto de 60 paginas para cada idioma. La parte medular, a nuestro entender es este párrafo “El Gobierno mexicano por virtud de los acuerdos presidenciales del 17 de enero de 1920 y el 8 de enero de 1821 respectivamente, ha concedido y concede derechos de preferencia a todos los propietarios de la superficie o personas con titulo para ejercitar derechos preferentes al petróleo y el gas del subsuelo” p.74 de los citados acuerdos, que se quieren volver ley retroactiva con los gobiernos panistas. Esa riqueza petrolera no la podían explotar los intereses petroleros que junto a la comunidad de los banqueros judíos Rotschild, Lewis, Ackerman decidieron que lo mejor era corromper a los militares mexicanos para asesinar a Carranza. Al llegar al poder el Gral. Álvaro Obregón, firma los Tratados de Bucarelí el 13 de agosto de 1923 y la excepción fue el Senador Campechano Francisco Fields Jurado quien se negó a firmarlos y por lo mismo fue asesinado. Se establecieron las negociaciones enBucarelí 85, lugar que por alguna razón inexplicable todavía permanece cerrado y abandonado.

“El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del oporto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos, que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

Bertolt Brecht, poeta aleman



Poniatowska, La Reina Roja
Poniatowska con Carlos Salinas

'¡Rica Princesa!'
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Convertida en la 'Reina Roja', por su origen y su apoyo a los pobres, Poniatowska cumple ocho décadas y recordamos pasajes de su vida



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Jorge Ricardo
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Ciudad de México  (19 mayo 2012).- Siempre ha sido más de lo que dice. Su nombre es Hélène Elizabeth Louise Amelie Paula Dolores Poniatowska Amor pero sólo firma como Elena Poniatowska. Su papá fue el último rey de Polonia, nació en París y llegó a México en 1942. La "Reina roja" cumple hoy 80 años y la celebramos con algunos pasajes de su vida.

El último mensaje de Carlos Fuentes

Dijo que no, que ni pensarlo. Un día antes habían regresado de un viaje largo, por Argentina, Chile, y lo único que Carlos Fuentes quería era escribir su obra literaria.

"Tal vez usted no lo entienda, pero él es muy estricto en su disciplina", dijo.


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Pero de pronto, por teléfono, la periodista Silvia Lemus cambió de opinión: "Se lo voy a comentar en la comida y, si acepta, yo le aviso"
Tres días después informaba en un correo que Fuentes, su esposo, había aceptado escribir un mensaje para celebrar los 80 años de Elena Poniatowska.

El martes, otra vez al teléfono, temprano, dijo que no lo podía mandar porque no tenía internet. Después se informó que Fuentes había muerto.

El mensaje quedó escrito. Es quizá el último texto de Carlos Fuentes, quien aquí muestra su juventud sin edad, su buen humor, su generosidad y su fidelidad a los amigos.

Fuentes y Poniatowska se conocieron en un baile en 1954, el año en que irrumpieron en la literatura, ella con Lilus Kikus, y él con Los días enmascarados. La escritora vio siempre en Fuentes a un autor a la altura de Octavio Paz y de Juan Rulfo. "Es un hombre brillante, absolutamente brillante".

En el prólogo de Elenísima, la biografía que Michael Schuessler escribió en 2003, Fuentes la llama "la Alicia en el país de los testimonios".

En su último mensaje le dice: "¿Pobre princesa? ¿O princesa pobre? Nada de eso: la ciudadana Poniatowska es nuestra y es rica: rica en afectos, rica por lo mucho que da y lo mucho que recibe ¡Rica princesa! Carlos Fuentes".

Miss Jujú y Magda

Es difícil pensar que Elena Poniatowska fuera la que es si no hubiera existido Magda. Para empezar, porque Magdalena Castillo, su nana, que todavía vive, le enseñó español. "Mi español no es el de Platero y yo, sino el que aprendí en la cocina", ha dicho Elena Poniatowska.

En la cocina estaba Magda. Ella le apodó Miss Jujú. Había dejado su pueblo a los 18 años después de que encontró a su novio paseando con otra.

Dolores Amor Iturbe, la mamá de Poniatowska la contrató para que cuidara de Elena, Kitzia y Jan. "Fui Scout, y cuando Torres Bodet dijo que todos los mexicanos teníamos que enseñarle a leer a otro anduve con mi cuaderno y mi lápiz espantando gente en la calle. La única que aceptó fue Magda, a quien le dejaba muchísima tarea además de la faena del día", dijo Poniatowska en una autoentrevista.

En un video inédito que Felipe Haro, uno de los hijos de Elena Poniatowska (los otros son Emmanuel y Paula), entregó a este diario, Elena y Magda conversan en Zacatlán de las Manzanas, Puebla. Las dos hablan igual.

En una entrevista publicada en 1990 Magda recordaba: "Las llevaba a la escuela, las recogía, luego a clase de danza, a la de piano. Oía que tocaban y yo allí estaba, chille y chille como chango porque con la música me acordaba de mis cosas".

"Pregunto por insegura"

El miércoles 27 de mayo de 1953, en Excélsior, en la sección B "Sociedad y Eventos varios" y bajo el título "El Embajador Mr. White. Un hombre optimista", fue publicada la primera entrevista realizada por Elena Poniatowska. Iniciaba así: "La primera impresión que da el señor White, es una impresión de optimismo. Se ve que cree en la felicidad. Al contrario de muchos, que han adoptada caras largas y frases despectivas". Francis White era el Embajador de Estados Unidos en México.

"¿Por qué tantas entrevistas?", se preguntó Poniatowska en una autoentrevista. "Por insegura. Siempre he tenido preguntas, nunca respuestas. Toda la vida he preguntado, hasta la fecha pregunto, a ver si algún día me entero de lo que se trata".

Sus libros La noche de Tlatelolco, Fuerte es el silencio y Nada, nadie. Las voces del temblor se encuentran en la base del periodismo moderno mexicano. Sus entrevistas están en Palabras cruzadas y en los tomos de Todo México. Para Poniatowska en una buena entrevista se combinan un retrato del entrevistado, una noticia importante y un texto bien escrito.

"- Pensé que usted no había leído mis libros"-, le dijo Borges.

"- ¿Por qué, maestro?

"- Por las preguntas que me hace.

"- ¿Porque no soy erudita ni vengo preparada?

"- No, prefiero su frescura".

'El amor es un grito'

Lo conoció en 1959, en el observatorio de Tonantzintla, Puebla. A Guillermo Haro, el fundador de la astronomía mexicana moderna, no le gustaban los periodistas y le recomendó tomar las respuestas de sus artículos publicados.

Pero se casaron el 21 de junio de 1969, en Los nogales, Tequisquiapan.

Cuando a Elena Poniatowska le preguntaron cuál de sus entrevistados le había caído mejor, dijo que Luis Buñuel. ¿El más inteligente? "Guillermo Haro", dijo sin pensarlo.

Haro murió en 1988. A él le dedicó La piel cielo, la novela con la que ganó el Premio Alfaguara 2001.

"El amor es un grito que lo hace pedazos todo, incluso esto, que creemos nuestro, nuestro pobre amor de a tres centavos", dijo Poniatowska.

En 2001, en una entrevista, recordó que una noche acompañó a su esposo al observatorio de Tonantzintla. Hacía mucho frío. Ella se educó en escuelas religiosas.

Haro se subió a la plataforma y abrió las compuertas.

"- Y pude contemplar el cielo en toda su extensión.

"- ¿Qué haces?-, me preguntó.

"- Rezo.

"- ¡Ay!, qué tontera eres-, me respondió".

Un bistec en lugar de la nota

El 12 de febrero de 1976, el día en que Mario Vargas Llosa le dio un puñetazo a Gabriel García Márquez en el ojo izquierdo, Elena Poniatowska corrió a buscar un bistec en lugar de ir a dar la noticia. "¿Se acuerda?", dijo en una entrevista de junio de 1978. "Yo me espanté tanto que fui a buscar un bistec para el ojo de Gabriel. En cambio Maria Idalia (otra periodista) se marchó a la redacción a escribir la nota. Se mostró mejor periodista que yo..."

No fue la única vez en que prefirió ayudar antes que dar la nota. Durante el temblor del 85 llevaba cobijas, agua y medicinas los campamentos. "Mi impulso primero no fue escribir, ¿qué diablos iba a escribir si lo que se necesitaba era repartir medicinas y cobijas preparar comida?"

Hacía eso. Hasta que Julio Scherer y Carlos Monsiváis la llamaron. "Me dijeron tú tienes que reportear, que es lo que sabes hacer". Así surgió Nada, nadie. Las voces del temblor, una crónica y una denuncia de las muertes en una ciudad mal construida.

Las felicitaciones

"Muchas felicidades por tus 80 años y muchas gracias por lo que le has enseñado a tus hijos y a tus nietos, muchas gracias por este amor que nos has enseñado a tener por México".
Felipe Haro
Hijo de Elena Poniatowska

"Yo le tengo Elena una gran admiración, es dueña de obras periodísticas valiosísimas. Desde que la vi por primera vez me causó un efecto inmediato de inteligencia, y como escritora me pareció alguien muy eficiente y lúcida".
Álvaro Mutis
Escritor

"Elena: me has enseñado más que nadie, y no sólo de temas literarios y periodísticos, sino cómo ser un mejor ser humano. ¡Felicidades por tus 80 años de juventud!"
Michael Schuessler

Escritor y biógrafo de Poniatowska, autor de Elenísima

"Elenita es una gran escritora, pero además una mujer llena de sentimientos, como escritora es extraordinaria, no hablaré de su obra porque creo que todos coincidimos en que es una mujer inteligente. A mí lo que más me conmueve de Elena es su sensibilidad, su humanismo, empezando por lo que escribe y en su vida cotidiana.
La queremos mucho, mucho, mucho, le agradecemos por toda su contribución al movimiento social y demostración que ella sabe bien que lo que hacemos es sincero".
Andrés Manuel López Obrador
Político

En una ocasión charlamos sobre  el apellido Poniatovsky o poniatovski.
Te dije en aquella ocasión que la nobleza polaca es nobleza de imperio porque apareció cooptada de entre las élites polacas por Napoleón I, que fue el inventor de ese país.
De ahí que en la presidencia que Pompidou, segundo de la quinta república, que siguió a la de De Gaulle, el ministro del Interior fuese Michel Poniatovski.
La físico matemática soviética Volia Brandao, que vive en el multifamiliar miguel alemán, hija del delegado brasileño ante la comintern en los años treinta, me comentó que no se explicaba porqué Elena utiliza el apellido feminizado, como ocurre en Rusia (Ulianov, Ulianova) porque eso no es costumbre polaca. Poniatovska fue probablemente inventado en México. De cualquier manera, ella es noble de imperio.

Jueves 23 de junio de 2005
Elena Poniatowska/ I
Homenaje a Aurora M. Ocampo
 Aurora M. Ocampo, doctora en filología, anuncia que incluirá al subcomandante Marcos en su Diccionario de Escritores Mexicanos, publicado por la UNAM FOTO Susana Casarin
Con tres mesas de trabajo se realizará durante dos días el homenaje a Aurora M. Ocampo en el aula magna del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a espaldas de la sala Nezahualcóyotl. La docencia, investigación bibliohemerográfica, crítica literaria y la presentación del video Aurora M. Ocampo. Venero de la literatura mexicana integran el programa que hoy comienza a las 10 horas. En el contexto del homenaje a la escritora se abrió la página web http://www.egrupos.net/grupo/dem, correo electrónico del Diccionario de Escritores Mexicanos Siglo XX para intercomunicar a sus participantes y ofrecer algunos servicios virtuales relacionados con este proyecto encliclopédico del Centro de Estudios Literarios de la UNAM.

En su departamento, el número 3 del edificio 8 de Tecualiapan, donde está la delegación de policía, todos los libros ríen. Al menos sonríen desde sus anaqueles, como su dueña, Aurora M. Ocampo, quien se carcajea con enorme facilidad. Seguro el que reiría de oreja a oreja es el subcomandante Marcos al oír a Aurora M. Ocampo asegurar que lo va a meter en su Diccionario de Escritores Mexicanos.

-Claro que voy a incluirlo, es un gran escritor. Nadie ha escrito algo tan convincente como su ''¿De qué nos van a perdonar?" ¿Y qué me dices de su texto aparecido en La Jornada el pasado lunes 20 de junio en que no deja títere con cabeza? De que su capacidad de convocatoria es única, no me queda la menor duda.

El que toda una doctora en filología se exprese así de Marcos debería llenarlo de satisfacción. O de alerta roja.

-¿En qué letra lo pongo, Elena? ¿Lo pongo como Rafael Guillén Vicente?

-En Marcos, y luego subcomandante. Se ha ganado el derecho al nombre que escogió, ¿no crees, Aurora?

Hoy, en su aula magna, el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) le rendirá un gran homenaje a Aurora Ocampo. ¡Vaya que se lo merece! Laura Navarrete y Pilar Mandujano se han encargado de reunir a Mercedes de la Garza, Edith Negrín, Juan Domingo Argüelles, Federico Álvarez, Hernán Lara Zavala, Elizabeth Luna, Helena Beristáin y otros investigadores de primera para que hablen de distintos aspectos de la vida y la obra de esta extraordinaria mujer e investigadora, madre de Sergio, piloto, y de Ricardo, comunicólogo, y abuela de tres niñas.
Instructora de yoga en algún momento de su vida, maestra de esa disciplina de la actual directora del Instituto de Investigaciones Filológicas, Mercedes de la Garza, Aurora M. Ocampo menciona la sorpresa que le causó la muerte de Beatriz de la Fuente.
''Era mayor que yo; yo tengo 75 y ella 76. Se están muriendo mis contemporáneas, eso es duro, ¿verdad?. Beatriz, investigadora emérita, hizo muy buenos libros sobre crítica de arte precortesiana y fue varias veces directora del Instituto de Investigaciones Estéticas."
La inmensa tarea del diccionario
Prosigue Ocampo: ''Es una historia muy larga la del Diccionario de Escritores Mexicanos. En la UNAM no había Centro de Estudios Literarios, del cual soy fundadora, con María del Carmen Millán y Julio Jiménez Rueda. Julio como director y María del Carmen como secretaria, nos invitaron a tres estudiantes becarios cuando yo apenas cursaba el segundo año de la carrera, en 1956. Fundamos el centro el 9 de octubre de 1956, tres estudiantes y dos profesores.

''Empezamos de la nada, no teníamos ni siquiera libros; hicimos rifas para conseguir la colección de Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica, apenas eran un tantito así de libros. Trabajábamos todos alrededor del mismo escritorio, Ernesto Prado, Ana Elena Díaz Alejo y una servidora, en un cubiculito de la Torre de Humanidades 1. De la nada, sacamos un Centro de Estudios Literarios e hicimos una historia de la literatura mexicana.''
No había nada
''Entonces apenas había libros de texto para educación media, los del propio Jiménez Rueda y los de Carlos González Peña. Conseguimos todas las obras de los escritores, quiénes habían escrito sobre ellos, dónde habían escrito. Nos dimos cuenta que casi toda la literatura del siglo XIX estaba en las revistas, entonces hicimos índices de revistas: Renacimiento, de Altamirano; la Revista Azul; la revista Moderna, de los modernistas, etcétera. El maestro Luján nos vendió su propia biblioteca e hicimos índices y más índices.
''A mí me interesaba más el siglo XX que el XIX, y empecé a buscar las revistas de ese siglo, que por cierto después nos pidió prestadas José Luis Martínez para hacer sus bonitas ediciones facsimilares de revistas literarias. Empecé con los escritores del siglo XX, sobre todo en cuento, novela y ensayo, porque la poesía me gusta mucho pero no sé analizarla mientras que lo demás sí. Hice fichas en casa, sacaba una ficha bibliográfica y otra hemerográfica, y empecé a juntarlas y de ahí salió mi tesis: Literatura mexicana contemporánea.
''En 1975, para el Año Internacional de la Mujer, hice mi antología: Cuentistas mexicanas, siglo XX, que abarca desde María Enrique Caramillo, la célebre autora de Rosas de la infancia, hasta Margarita Dalton, nacida en 1943, pasando por la extraordinaria Inés Arredondo.''
Alumna de tiempo completo de Rosario Castellanos
''Yo me quedé con las clases de Rosario Castellanos en la UNAM y con ella hice mi doctorado: 'Usted, Aurora, es mi alumna de tiempo completo y no puedo cambiar de tema porque ahí está usted'. 'Bueno, maestra, entre las dos estamos estudiando literatura Iberoamericana', sinvergüenza de mí, ¿verdad? 'Bueno, y ¿qué tal si usted es mi ayudante?' 'Yo encantada, soy su ayudante', y lo fui desde 1969 hasta que la mandaron de embajadora a Israel, en 1971. Me dijo: 'Me quieren quitar mis clases, no se deje Aurora, usted quédese con ellas para que cuando yo regrese las vuelva yo a tener'. 'De mi cuenta corre que no se las quiten, maestra'. Yo quise mucho a Rosario. Fue una maestra sensacional, verdaderamente sensacional, todo su sufrimiento, su soledad la transmutaba en la enseñanza. Era otra delante de los alumnos; considero que no conocieron a Rosario si no la conocieron también de maestra. Era día de fiesta cuando teníamos clases con ella y nos reíamos a mandíbula batiente.
Yo la seguía y la seguía, y con ella aprendí todo lo que sé de literatura iberoamericana y, claro, cuando desgraciadamente murió entonces concursé y me quedé con sus clases, porque me consideraba su heredera. Si María del Carmen Millán me enseñó literatura mexicana, Rosario me enseñó narrativa iberoamericana.
''Ahora sólo doy una clase, la que me gustaba más de Rosario, que es novela iberoamericana contemporánea, pero le cambié el nombre porque eso de contemporánea ya dejó de serlo, ahora es narrativa iberoamericana del siglo XX.
''A Rosario la quise, fue mi maestra, mi amiga, juntas hablábamos pestes de nuestros respectivos maridos. ¿Sabes que nos divorciamos casi al mismo tiempo Rosario y yo? Por eso el volumen Cartas a Ricardo necesita un prólogo que diga que Rosario se liberó totalmente de Ricardo Guerra.
''La docencia, el haber heredado las clases de Rosario Castellanos me motivó para hacer una bibliografía de los novelistas iberoamericanos que publiqué en seis entregas de la colección Cuadernos del Centro de Estudios Literarios, precisamente para los muchachos de la UNAM, y también dos antologías en las que seleccioné grandes ensayos sobre la novela y publiqué Crítica de la novela iberoamericana contemporánea y Crítica de la novela mexicana contemporánea, y mis ensayos en revistas especializadas sobre literatura iberoamericana, que es lo que me encanta. Incluyo a todos, desde el río Bravo hasta la Patagonia, pero me he especializado en los grandes: Onetti, Roa Bastos, Carpentier, Asturias, Yáñez, Rulfo, Fuentes, García Márquez, Elena Garro, Rosario Castellanos.''
Tromba de escritores
''Necesitaba seguir con mi investigación sobre los escritores mexicanos y precisamente Luján, en el Instituto de Historia, propuso a todos los institutos del área de Humanidades una gran enciclopedia humanística, de tal manera que el de Historia hablara de los historiadores, el de Estéticas de los críticos de arte, el de Economía de los economistas, el de Filosofía de los filósofos y el Centro de Estudios Literarios, pues de los literatos.
''Para no hacerte el cuento largo, ninguno cumplió y el único que lo hizo fue el Centro de Estudios Literarios, y así salió la primera edición del Diccionario, la de 1967, ¿te acuerdas?, que dirigió María del Carmen Millán. La hicimos entre dos, Ernesto Prado y una servidora.
''Prado, siglos de la Colonia y siglo XIX, y yo el siglo XX; fueron nada más 542 autores de esa primera edición del diccionario en un solo volumen. De esos 542, 242 eran de Ernesto y 300 míos.
''Millán hizo un panorama de la literatura mexicana. Me di cuenta de que muchos se nos habían quedado en el tintero, tanto a Ernesto como a mí. Entonces seguí. Para incluir sólo le exigimos al escritor que haya escrito dos libros, como mínimo.
No juzgamos la obra, informamos. Además de ese magma de escritores de segunda, tercera o cuarta categoría salen los grandes. No hay libro malo.''

HISTORIA FAMILIAR



1791 En 1791 el rey Stanislaw Poniatowski aprueba la Constitución del 3 de mayo, el primer acto de ese tipo en Europa y el segundo en el mundo (después de los EE.UU.). La constitución establece la sucesión al trono de forma hereditaria y abole el liberum veto.
Estanislao II Augusto Poniatowski, (Wolczyn, 17 de enero de 1732 - San Petersburgo, 12 de febrero de 1798), último rey de Polonia como nación independiente (1764-1795).
Biografía
Nacido Estanislao Antonio Poniatowski en el seno de una de las más nobles, ricas y destacadas familias polacas, fue elegido rey con el apoyo de Catalina II la Grande de Rusia.
Su reino estuvo marcado por los sucesivos repartos de Polonia entre Rusia, Austria y Prusia. Intentó efectuar reformas y corregir la debilidad que hizo al país vulnerable a la intervención extranjera, pero tuvo poco éxito. Con el tercer reparto en 1795 y la desaparición de Polonia como nación independiente, abdicó y se exilió en San Petersburgo, donde pasó el resto de su vida ocupado en una variada correspondencia y escribiendo sus memorias.
Los zares rusos le sucederían, de facto, autoproclamándose como "reyes de Polonia" (1814-1916).
La escritora mexicana (nacida en Paris en 1932) Elena Poniatowska es descendiente directo de Estanislao II Augusto Poniatowski.

Elena Poniatowska (París, Francia; 19 de mayo de 1932). Es una escritora, activista política y periodista mexicana.
Nacida como la princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor de ascendencia aristocrática, hija del príncipe Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski (descendiente directo del rey Estanislao II Poniatowski de Polonia) y de María de los Dolores (Paula) Amor Escandón, ciudadana mexicana de ascendencia francesa. De amplia y destacada producción, la influencia de sus puntos de vista entre los sectores intelectuales más prominentes de México ha sido notable durante casi toda su carrera.
Recibió el doctorado Honoris causa de la Universidad Nacional Autónoma de México en 2001 y también lo recibió de la Universidad de Sinaloa en 1979, de la Universidad Autónoma del Estado de México en 1980, de la New School of Social Research de Nueva York en 1994, de la Florida Atlantic University en 1995, en el año 2000 lo recibió de la Universidad Autónoma Metropolitana y en el 2001 también lo recibió del Manhattanville College en Nueva York. El doctorado Honoris causa más reciente le fue otorgado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en el 2002.
A partir del 2007, el Gobierno de la Ciudad de México ha instaurado el Premio Internacional de Poesía "Elena Poniatowska" para premiar las obras en este estilo literario.
Durante los meses previos a las elecciones mexicanas del 2006, apoyó en anuncios publicitarios al candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, lo que le generó tanto críticas por parte de algunos sectores de la sociedad como apoyo de otros sectores, algunos de ellos destacados intelectuales nacionales e internacionales, quienes publicaron un desplegado en respaldo de Elena. Los veinticuatro escritores que firmaron la carta son: de Portugal el Premio Nobel de la Literatura 1998 José Saramago; de Brasil Nélida Piñón y Rubem Fonseca; de España Rosa Montero, Juan Goytisolo y Fernando Savater; de Colombia Helena Araujo, Laura Restrepo y Álvaro Mutis; de Chile Diamela Eltit, Gonzalo Rojas y Antonio Skármeta; de Argentina Tomás Eloy Martínez; de Nicaragua Gioconda Belli, Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez Mercado; Eduardo Galeano de Uruguay; Doris Sommer y Beatriz Pastor de Estados Unidos; Alfredo Bryce Echenique, Julio Ortega y Mirko Lauer de Perú; Rosario Ferré de Puerto Rico y Edmundo Paz Soldán de Bolivia. En julio del 2006, participó junto con otros intelectuales en la firma de un desplegado condenando los ataques israelíes al Líbano. Este desplegado derivó en la crítica del embajador de Israel en México, al acusar a los firmantes de apoyar el terrorismo.  Demanda por plagio El mayor éxito literario de la escritora fue el libro "La Noche de Tlatelolco" en el que narra la represión que el gobierno mexicano hizo durante un mitin estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre del año 1968.
En 1997 el escritor y líder estudiantil en 1968, Luís González de Alba demandó a la escritora por plagio, demanda que ganó el escritor al demostrar que su libro "Los días y los años" había sido plagiado por Poniatowska por tomar, editar y cambiar declaraciones de su libro, modificaciones que posteriormente la laureada escritora utilizó para recrear su libro "La Noche de Tlatelolco". Al perder la demanda la escritora Elena Poniatowska fue obligada a reeditar más de 500 líneas.
Para la elaboración de su libro La noche de Tlatelolco, Elena Poniatowska utilizó fragmentos del manuscrito terminado de Los días y los años, de Luis González de Alba, sin citar al autor. Además, alteró varios de esos párrafos.
El 13 de octubre de 1997 en su hasta esa fecha habitual columna en La Jornada, "La ciencia en la calle", González de Alba señala la tergiversación en varios párrafos de la obra de Elena Poniatowska tomados de su material. Al final del artículo, ese autor asienta: "Quede pues aquí dicho de una vez y para siempre: Soy testigo presencial de los hechos que relato, no así Elena. Por tanto los hechos ocurrieron como yo los relaté y en las voces de quien ponga ciertas palabras, de allí las escuché".
Esa precisión motivó que los editores de La Jornada cerraran filas en torno de "Elenita" Poniatowska ­como muchos le llaman­ y decidieran no publicar más los textos de González de Alba. En noviembre de 1997, la revista Nexos publicó el artículo del autor de "La ciencia en la calle" que La Jornada censuró. En ese artículo González de Alba es enfático: "Ni en Nexos ni en La Jornada he reclamado a Elena Poniatowska por haber empleado en La noche de Tlatelolco párrafos de Los días y los años, pues yo mismo autoricé las citas que deseara tomar. Tampoco soy tan bobo como para objetar que nuestros libros tengan similitudes, dado que narran lo mismo.
 Le estoy solicitando a Elena que ponga en voces de quienes corresponde cada párrafo, para que así no aparezca Raúl Álvarez Garín como testigo de lo ocurrido en el tercer piso del edificio Chihuahua el 2 de octubre de 1968, pues no estuvo allí, o Gilberto Guevara haciendo llamados a 'impulsar la organización de los obreros en gremios independientes' (sic), línea política que combatió, o yo mismo hablando con el Búho en un departamento del quinto piso del edificio ya dicho y a la vez tirado en el suelo del tercer piso, viendo disparar al Olimpia. Es todo lo que exijo a Elena y a la editorial ERA".
Pero es sabido que a ciertos personajes no se les puede tocar ni con el pétalo de una rosa, mucho menos intentar enmendarles la plana porque "su palabra es la ley". Y aún más si estos personajes forman parte del redituable red set.
La respuesta de la escritora, lejos de la tolerancia a la que suele apelar, fue renunciar al consejo editorial de Nexos, publicada por esa revista en la misma edición de noviembre de 1997.
"Terrorismo verbal"
Vale la pena recordar este episodio porque justamente en semanas recientes todos aquellos defensores de la tolerancia, muchos de quienes alguna vez han citado a Voltaire con aquello de "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo", alzaron la voz para fustigar al PAN y su candidato presidencial, por emplear la imagen de Poniatowska en un anuncio de campaña (en el que reproducen una alocución de la escritora en favor de Andrés Manuel López Obrador y luego colocan fragmentos de los tristemente famosos videos de René Bejarano y Gustavo Ponce). Los simpatizantes de Elena Poniatowska no repararon en insultos y descalificaciones contra los osados. "Terrorismo verbal", dijo La Jornada en su editorial del 9 de abril; "atrocidad", publicó un día después. Además, distintas voces de intelectuales y escritores expresaron su "solidaridad" porque consideraron que el anuncio del PAN exhibe la intolerancia de la ultra derecha a la que además llamaron "misógina"; también fustigaron a quienes no coincidieron con esa defensa ­como Luis de la Barreda y Luis González de Alba, entre otros­ y que, en cambio, consideraron que el anuncio no lastimó la reputación de la escritora sino que, en pleno uso de la libertad de expresión, difundieron un punto de vista que sostiene que López Obrador permitió los actos de corrupción en los que incurrieron Bejarano y Ponce.
poniatowska pirateó a gonzález de alba
Elena Poniatowska pirateó a Luis González de Alba
El 20 de octubre de 1997, 'La Jornada' censuró la columna 'La ciencia en la calle' donde Luis González de Alba solicitaba a Elena Poniatowska corregir imprecisiones en las que ella incurrió en su libro 'La noche de Tlatelolco'. González de Alba comprobó que la escritora reprodujo varios párrafos de su libro 'Los días y los años', sin citarlo, pero los alteró en algunos aspectos. El texto se publicó en Nexos. Poniatowska renunció al Consejo Editorial de esa revista y el autor de 'La ciencia en la calle' fue despedido de 'La Jornada'.

Tomada el 02/octubre/1968 cuando lo apresaron junto a otros dirigentes del 'consejo nacional de huelga' (CNH) en el tercer piso del edificio Chihuahua, en Tlatelolco. (tomada de las fotos publicadas en la revista 'Proceso' No.1310; diciembre de 2001)
NOTA IMPORTANTE para aquellos que 'vienen' de la wikipedia:

___ En el artículo dedicado a Elena Poniatowska se asegura lo siguiente: En 1997 el escritor y líder estudiantil en 1968, Luis González de Alba demandó a la escritora por plagio, demanda que ganó el escritor al demostrar que su libro "Los días y los años" había sido plagiado por Poniatowska por tomar, editar y cambiar declaraciones de su libro, modificaciones que posteriormente la laureada escritora utilizó para recrear su libro "La Noche de Tlatelolco". Al perder la demanda la escritora Elena Poniatowska fue obligada a reeditar más de 500 líneas.

___ Lo anterior me parece es un error grave propalado a lo largo de los años. Hasta donde tengo entendido, y esto lo asevero porque en uno de sus artículos semanales González de Alba mencionó de manera breve que en realidad quien demandó a Elena Poniatowska fue la 'Editorial Era' y no él. Hasta antes de ser demandada, Poniatowska no atendía la solicitud hecha por González de Alba. Su actitud cambió cuando el 'buffet' de abogados de la editorial; la misma que publica ambos libros, le ganó el juicio legal y la obligó tanto a hacer las correcciones solicitadas como a indemnizar económicamente a González de Alba y a la editorial misma.

___ Desafortunadamente para mí no encuentro la referencia escrita por González de Alba en el periódico 'La Crónica de Hoy', pues su archivo electrónico sólo llega hasta abril del año 2002, y el asunto de la demanda se dio tiempo antes de ese mes-año. Así que tan sólo dejó mi palabra como garantía de veracidad de lo mismo. Espero no equivocarme.


Yendo por partes

___ Los artículos en los que se describe todo el 'tinglado' son los siguientes:
  1. Nexos No. 238 • octubre de 1997. Luis González de Alba: "Para limpiar la memoria"
  2. Periódico 'La Jornada' 13 de octubre de 1997; columna 'la ciencia en la calle', Luis González de Alba: "Las fuentes de la historia / I"
  3. Periódico 'La Jornada' 16 de octubre de 1997, Raúl Álvarez Garín: "Aclaración necesaria."
  4. Periódico 'La Jornada' 17 de octubre de 1997; columna 'la ciencia en la calle', Luis González de Alba: "A cada narrador sus palabras."
  5. Nexos No. 239 • octubre de 1997. Luis González de Alba: "A cada narrador sus palabras."
Nexos No. 238 • octubre de 1997. Luis González de Alba: Para limpiar la memoria.
Vergüenza súbita.

Me llegó La presidencia imperial, de Enrique Krauze, y tras de quedar atrapado por el capítulo que describe a Manuel Ávila Camacho, y que leí de un tirón, gozando una prosa rica y una reconstrucción aguda, salté al capítulo sobre Gustavo Díaz Ordaz, que me interesaba de manera personal. Allí encontré una larga cita mía que creí tomada de mi relato sobre el Movimiento Estudiantil del 68, Los días y los años. Es una descripción de la manifestación silenciosa. Krauze la presenta con un gran elogio que agradezco: "Luis González de Alba lo describiría en un párrafo memorable", y viene en La presidencia imperial la cita donde se lee lo siguiente: "Y de aquellas decenas y después cientos de miles sólo se oían los pasos... Pasos, pasos sobre el asfalto, pasos, el ruido de muchos pies que marchan, el ruido de miles de pies que avanzan. El silencio era más impresionante que la multitud. Parecía que íbamos pisoteando toda la verborrea de los políticos, todos sus discursos, siempre los mismos, toda la demagogia, la retórica, el montonal de palabras que los hechos jamás respaldan, el chorro de mentiras". Enrojecí de vergüenza. ¿Así escribía yo? Sólo me faltó decir "el titipuchal", el "buti". Y luego eso de los pasos, pasos, pasos. Volví a enrojecer. Por suerte dudé. Busqué la cita en el libro de Krauze y descubrí que no hacía referencia a mi propio relato, Los días y los años, sino al de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco. Una vez localizado el párrafo original en mi libro, de donde Elena lo pasó al suyo y luego lo tomaron los ayudantes de Krauze, vi con alivio que no dije nunca "pasos, pasos, pasos, el montonal, el chorro de mentiras". Estoy traducido al poniatosko.
Mi escritura es mucho más seca. También es menos simpática.

Pero a partir de ese momento estuve convencido, sobre todo cuando leí en la formidable obra de Krauze otras citas basadas en Poniatowska, citas que tampoco son correctas, que debía aclarar lo que sucedió hace 27 años, cuando entregué mi relato a la editorial ERA y Elena hacía entrevistas en la cárcel de Lecumberri para el libro que se llamaría La noche de Tlatelolco. Si los ayudantes de Krauze le pasaron a ese historiador fichas sacadas del material más accesible, sin duda el libro de Elena, ¿hicieron mal? ¿No da lo mismo citar a un militar herido, a un estudiante preso, a un dirigente del 68, de las varias fuentes originales, o de la obra más conocida de Elena Poniatowska, que resume estas fuentes? Se podría decir que, en efecto, da igual y se ahorra trabajo de investigación hemero y bibliográfica. Pero no es así. En primer término porque Elena Poniatowska no da mucha importancia a sus referencias. Le importa el sonido general de la obra, no los detalles. ¿No acaba de afirmar (10 de agosto) que Luis Barragán no estudió y todo se lo enseñaron los campesinos? También nos dijo que los indios albañiles que construían las pirámides luego subían con sus hijos a mostrarles desde lo alto el valle y los volcanes. Qué lindo era el mundo. Jamás existieron las feroces teocracias que describen todos los historiadores, con excepción de Elena. Tales afirmaciones son de las que arrancan aplauso fácil dichas en el lugar adecuado, lo cual muchos saben hacer. Pero los historiadores del año 3000, si no tuvieran otras fuentes, estarán convencidos de que los campesinos mexicanos vivían, a fines del segundo milenio, en casas luisbarragán. Por suerte los historiadores logran desentrañar mitos, en ocasiones milenarios, a pesar de los esfuerzos de tantas almas generosas por inventar la realidad y el pasado.

Como segunda precaución al leer a Elena Poniatowska está el asunto del lenguaje. Las citas en su narración a voces múltiples no se conservan tal y como fueron dichas, sino que, de nuevo en dádiva al sonido de la obra, están traducidas, con grandes licencias, a su lenguaje, esa mezcla de supuesta ingenuidad y sabor popular que es creación exclusiva de Elena, pues las criadas verdaderas no hablan así, habla de esa manera Elena cuando imita a las criadas. Es un lenguaje virtual inventado por Elena Poniatowska y que solamente ella habla. Lo cual es muy distinto.

Los hechos antes de publicar los libros

Aprovechando su último embarazo, Elena Poniatowska me ayudó a sacar de Lecumberri el manuscrito terminado de Los días y los años. Por entonces, mediados de 1970, Elena iba a la cárcel para realizar las entrevistas que luego emplearía para escribir La noche de Tlatelolco. A las pocas semanas recibí de Elena la solicitud para permitirle emplear elementos de mi relato, ya en proceso de edición por la editorial ERA, en el libro que ella por su parte estaba escribiendo. Por supuesto accedí con gusto. Por enero de 1971 apareció mi relato: Los días y los años. No tuvo un buen arranque en ventas. Quizá mi título era malo, poco vendedor, sin garra comercial.
Además, la mezcla de relato intimista, días de extrovertida agitación callejera y años de conversaciones entre presos aburridos, no era lo que el lector deseaba. De un líder esperaba un relato heroico, el mío no lo era. Elena se dio prisa y, frente al árbol más bello de París, según definición de su tía, concluyó una obra espléndida, a muchas voces, así que muy poco tiempo después que mi relato salió el de Elena: La noche de Tlatelolco. Un acierto desde el llamativo título. Elena me lo hizo llegar a la cárcel de Lecumberri, donde corría mi tercer año de prisión, con una generosa dedicatoria que cubre dos páginas de texto y flores dibujadas con plumón morado. Dice que mi libro "se vende un chorro... y ahora [que salió el de ella] se van a vender los dos juntos como mancuerna, como pareja de hongos [...]". Entonces se iniciaron las confusiones. ¿Quién dijo tal cosa?, me preguntaban presos y visitantes, tú dices que A, Elena lo atribuye a B. Quede pues aquí dicho de una vez y para siempre: soy testigo presencial de los hechos que relato, no así Elena. Por tanto los hechos ocurrieron como yo los relaté y en las voces de quien ponga ciertas palabras, de allí las escuché.

500 líneas equivocadas

Comienzan ya las llamadas para integrar los comités y asociaciones para la conmemoración de los 30 años del movimiento del 68 el año próximo. Lloverán también las ponencias, los estudios y los análisis. Como no estaré en ninguno, vaya aquí mi aportación. Es el listado de páginas que los historiadores deberán tomar con cuidado en La noche de Tlatelolco, pues citadas ciertamente con mi autorización de Los días y los años, fueron modificadas por Elena Poniatowska. A partir de esos cambios introducidos por Elena, ya no habla quien en mi narración hablaba o ya no habla como hablaba, o, casi siempre, ambas cosas: ni habla el que hablaba ni habla ya como hablaba. Los números sin paréntesis corresponden a páginas de La noche... donde hay material de Los días y los años, los números entre paréntesis corresponden a páginas de este último libro donde se encuentra el párrafo original: 19 (20), 27 (158), 32 (59), 34 (61), 41 (46), 48 (98), 52 (106), 60 (119), 63 (120), 64 (117), 70 (125-126), 76 (122), 77 (134), 81(146), 85 (150), 101 (152), 102 (153), 105 (154), 152 (143-145), 153 (184), 174 (184), 175 (183), 180 (190-191), 183 (185-186-192), 194 (192), 195 (192), 211 (191) y 236 (203). En total, 28 párrafos con más de 500 líneas, extraídos de Los días y los años, y entreverados en La noche de Tlatelolco, de los cuales ninguno, ni uno solo de esos 28, está correctamente atribuido a la persona que dijo en la realidad real esas palabras, y, además, en casi todos está cambiado el lenguaje hacia un sentido más cercano al que Elena cree popular. Dos aspectos de una misma realidad virtual. Otros cuatro o cinco párrafos, citados también de Los días y los años, aparecen en La noche... sin cambios, por lo mismo no están enlistados arriba.

Una obra polifónica

Obra coral, La noche de Tlatelolco sigue requerimientos estéticos en la mezcla de voces, sin conceder mucha importancia a la fidelidad: no importa si A dijo las palabras citadas por Elena Poniatowska, importa que A acaba de tener ya una cita en la página anterior, por lo tanto suena mejor atribuir lo dicho a... (Elena baraja su memoria)... a M, que desde páginas atrás no aparece. Como en una cantata, el bajo no debe extenderse demasiado y el compositor lo sustituye en su momento por la soprano. Así ocurre con los relatos que, tomados por Elena de Los días y los años, se extienden en la sola voz del narrador de ese libro. Elena Poniatowska desea emplear mi narración porque hay más de 30 párrafos que le gustan para incluirlos en La noche de Tlatelolco, pero habría debido citar en más de 30 ocasiones a González de Alba, que es el narrador. Como eso se veía mal, Elena decide, con sabiduría estética, atribuir esos relatos a muchos de los estudiantes encarcelados, entre ellos al propio González de Alba, y así es como varias decenas de descripciones, que son voz del narrador en Los días y los años, acaban luego democráticamente repartidas, en el libro de Elena, entre Gilberto Guevara Niebla, Eduardo Valle (el Búho), Florencio López Osuna, Raúl Álvarez Garín, Ernesto Olvera, Félix Hernández Gamundi, una Elena González desconocida para mí y Salvador Martínez della Roca (a quien le castellaniza el apellido como de la Roca: otro detalle favorecedor de la intachable raigambre nacionalista del Movimiento, como lo es saltarse, al describir a la abuela de Raúl, su fuerte acento español). En una puesta en escena del texto, como poesía coral, por ejemplo, no importaría. Pero La noche de Tlatelolco es cada vez más una obra empleada en la investigación histórica del pasado reciente. Enrique Krauze la empleó en abundancia hasta cuando dispuso de textos originales, como son las declaraciones de militares heridos en Tlatelolco, donde transcribió la versión de Poniatowska y no las actas recopiladas en un pesado volumen que yo mismo le hice llegar. Para los historiadores del futuro debe quedar claro que el dramatismo, la sonoridad, la música, en La noche de Tlatelolco, tienen prioridad sobre la verdad escueta. ¿Alguien dijo en verdad "son cuerpos, señor"? Sí, al parecer. Pero el hecho es que no importa. Alguien lo pudo decir. Importa que es un gran final.

Lo trivial y lo no tanto

Hasta allí lo que encontramos es un recurso literario emotivo. Pero los cambios hechos por Elena Poniatowska a mi relato para incorporarlo al suyo, ¿son triviales? Algunos de ellos, quizá. No importará mucho dentro de 300 años si Salvador Martínez della Roca, el Pino, dirigente estudiantil de Ciencias, fue quien dijo que al gobierno "con razón se le botó la canica" (p.17), o si fue otro dirigente, lo que sí importa es que la expresión es ridícula para los alcances que tuvo la represión. Quizás es el lenguaje colorido del Pino, que también lo tiene, quizás es parte del lenguaje colorido de Elena en el cual nada puede asegurarse ni negarse porque no hay límites establecidos entre la verdad y los adornos. Lo que sí puedo afirmar que no dijo el Pino es lo que le atribuye Elena en las páginas 19 y 20 de La noche, ya que, de nuevo, es el narrador de Los días y los años, y no el Pino, quien está hablando con desprecio de las manifestaciones procubanas de años anteriores la tarde del 26 de julio en que comenzó el Movimiento Estudiantil de 1968 (págs. 20, 21 y 22 de Los días). Como González de Alba acaba de ser citado y el tono del párrafo le va mejor al carácter del Pino, Elena decide atribuirle ese relato a él, elección desafortunada en este caso preciso porque antes del 68 el Pino, Salvador Martínez della Roca, no se planteaba ir o no ir a manifestaciones.
Para rematar el párrafo, Elena pone en boca del Pino otra más de esas expresiones entre infantilonas y coloridas tan propias del poniatosko, y lo hace decir que no va a esas manifestaciones del Partido Comunista porque son "retedesabridas".

Otro elemento más de Los días y los años, el relato de la página 97, en voz del narrador, es atribuido en La noche a Eduardo Valle, el Búho, a quien Elena le planta la expresión "la momiza", de moda más bien en medios sofisticados y no entre los comunistas de Eduardo Valle. El pobre de Gilberto Guevara, tan formal, dice en La noche que "preveíamos los cocolazos". El término abundaba en La familia Burrón, pero a Gilberto no se lo he oído nunca. Y, de nuevo, llamamos cocolazos a un pleito entre niños, no al horror de Tlatelolco. Tampoco yo he empleado jamás, ni sé todavía qué signifique, "la murria", a pesar de que en la página 27 de La noche, resumen de las páginas iniciales de mi capítulo XII, dice Elena que eso me da mientras estoy mirando al techo. En ese mismo párrafo, reescrito por ella, me hace un cambio de género que me adecenta.

Mi relato de la gran manifestación del 27 de agosto entrando por 5 de Mayo, que puede leerse en la página 98 de mi libro, pasa a la página 48 del libro de Elena con algunos cambios esenciales. Uno, que lo narra una estudiante desconocida llamada Elena González y no yo; dos, una imagen característica de Elena, en este caso la de los muchachitos que le jalan la cola y las orejas al Caballito, añadidura de su propia cosecha; tres, sus giros: "En la avenida Juárez también había chorrocientas gentes aguardando", pone Elena Poniatowska en labios de la supuesta Elena González, donde yo digo: "La avenida Juárez también era un tumulto incontenible"; cuatro, un error que yo no habría cometido: llama Carlos Quinto a la estatua conocida como el Caballito. Así que, si bien pierdo el crédito de mi narración, debo agradecer que quien meta esa pata sea Elena González.

Al narrar el Grito en CU, el 15 de septiembre, digo que al terminar la fiesta todo Insurgentes quedó convertido en una romería (por tanta gente a pie rumbo a sus casas). Elena no sólo atribuye esa descripción a Guevara, sino añade su sal y dice que Insurgentes estaba toda encendida de colores y salpicada de focos. ¿Eso hicimos? ¿Llenamos de luces y colores Insurgentes? No lo recuerdo. Los enfrentamientos ocurridos en el Casco de Santo Tomás a partir del 21 de septiembre, descritos en Los días y los años por el narrador, son atribuidos por Elena a Félix Hernández Gamundi en La noche, quizá porque, siendo Gamundi alumno del Politécnico, le sentaba bien el tema. Hay por supuesto un cambio más, éste en honor a la sal popular, pues donde yo digo: "las numerosas escuelas politécnicas del Casco", Elena traduce a su lenguaje simpático: "las chorrocientas escuelas politécnicas del Casco", con lo cual Gamundi, otro serio del Poli, a quien Elena le planta el relato, parece un tanto bobo. Donde digo que, para repeler a los policías, los estudiantes atrincherados en el Casco de Santo Tomás les lanzaban cohetones por medio de un tubo, Elena encuentra más lindo y más indigenista que sea "un carrizo", "una especie de cerbatana", lo cual vuelve chistosísimo todo el asunto, pues seguro que todos se quemaron el hocico, ya que las cerbatanas son para soplar por ellas.
De nuevo mi relato lo atribuye a Gamundi, lo cual me libra del papel de menso.

Cuando la falta es grave

De las páginas 152, 153 y 154 de Los días y los años, Elena Poniatowska toma la descripción de la detención de Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca (págs.105 y 106 de La noche). De acuerdo con su técnica coral democrática me elimina como narrador, pues todavía no me toca turno, y atribuye el párrafo a Raúl Álvarez Garín..., con una gravísima denuncia. Yo afirmo en mi libro que solamente Ayax Segura conocía el domicilio de Cabeza de Vaca. Elena transcribe ese párrafo en La noche de Tlatelolco, pero añade, por mala lectura de mi texto, a Jorge Peña, con lo cual lo implica en la sospecha sin motivo alguno. Pero como no hablo yo, pues me ha vuelto a eliminar, ni habla ella porque no es sino la entrevistadora, sino Raúl Álvarez Garín porque ya le tocaba turno y hace varias páginas que no aparece, resulta ser éste quien implica a Jorge Peña en una sospecha grave: la de haber colaborado con Ayax Segura en la entrega de Cabeza de Vaca a la policía. Si alguien se lo echa en cara a Peña, tiene una fuente prestigiosa en la cual basarse: nada menos que La noche de Tlatelolco.

Lo anecdótico sigue tornándose más grave cuando, según La noche, Gilberto Guevara dice: "El apoyo fuerte lo podían dar los trabajadores de los gremios más importantes del país y hacia ellos enfocamos nuestras baterías. Diariamente se daba a los brigadistas la consigna: 'ir a la clase obrera', pero al acercarnos a ella chocamos frontalmente con la muralla del sindicalismo charro, que impedía la movilización de los trabajadores. Entonces nos dispusimos a cambiar esa realidad y a impulsar la organización de los obreros en gremios independientes". ¡Zas! Todos recordamos a Guevara, junto con Raúl Álvarez, como los dirigentes que se opusieron de manera terminante a la línea política arriba descrita. Éramos los de Humanidades los que creíamos tales ingenuidades. ¿Fuimos tan soberbios como para plantearnos "organizar a los obreros en gremios independientes", nosotros, los estudiantes? En los grupúsculos de izquierda, sí, bajo la influencia de José Revueltas. La dirección del movimiento estudiantil, que es de quien habla Guevara, jamás, entre otras cosas porque gente como él atajaron esa desviación mesiánica en la que algunos siguen creyendo y tanto les reditúa en buenos viajes con todo pagado a congresos europeos desde donde salvan a indios y a pobres.

A veces sí, pero tampoco

La única ocasión en que Elena atribuye correctamente un párrafo de Los días y los años a su autor, es cuando Eduardo Valle, el Búho, está contando el episodio del joven al que interrogan en Tlatelolco. "¿Así que tú dabas clases de guerrillas, pendejo?". "No, daba clases de álgebra y de matemáticas". Páginas 194 y 195 de La noche..., tomadas de las 191 y 192 de Los días y los años. En efecto, fue Eduardo Valle quien me relató ese incidente. Pero, luego, la conclusión que saca Valle: "Sentí que no todo andaba mal, que todavía faltaba mucho para que nos derrotaran", transcrita en párrafo inmediatamente aparte, me la atribuye Elena a mí... que no puedo hacer tal reflexión porque no estuve allí donde el hecho ocurrió. Valle está relatando lo que sucedió en un departamento del edificio Chihuahua, y así lo establezco en Los días y los años. Pero yo estaba en el tercer piso, el tomado por el Batallón Olimpia. En mi relato, esa conclusión pertenece también al Búho. Y así fue.

En la página 205 de La noche de Tlatelolco, Elena Poniatowska vuelve a desbarrar. Describo lo que ocurría en la tribuna del mitin ese 2 de octubre en Los días y los años. Nadie me lo contó: yo estaba en la tribuna y allí fui detenido. Elena atribuye mi narración de los jaloneos que por obtener el micrófono se dan en todo mitin a Raúl Álvarez Garín. Dice "Raúl" como pudo haber dicho "Gilberto": al azar de la simpatía y de que no aparezcan referencias consecutivas. Pero elige ¡exactamente al único dirigente que no estuvo en la tribuna del mitin! La dirigencia se había dado la orden estricta de no acercarse a la Plaza de las Tres Culturas. Todos fuimos. Pero solamente Raúl cumplió a medias la orden y se quedó en la plaza. No pudo por tanto relatar que: "No era posible que hablaran todos, solamente se leían mensajes y cartas, telegramas y saludos y se anunciaban las nuevas organizaciones que se adherían al Movimiento."

Otra descripción de lo ocurrido en el tercer piso del edificio Chihuahua, lugar clave para comprender el crimen, la confusión, la saña y la torpeza juntas, resume en la página 183 de La noche..., las páginas 185, 186 y 192 de Los días y los años. Una vez más, Elena decide que hace varias páginas no cita a Gamundi, así que cree oportuno hacerlo responsable de esa descripción, toda ella un relato personal de lo que me ocurrió y vi en los primeros minutos de esa masacre. No sería grave ni motivo de querella... Pero resulta que, como Raúl Álvarez, tampoco Gamundi estuvo allí. Se encontraba en el departamento de su novia que, por mala suerte, vivía en Tlatelolco y lo había invitado a comer. Mal tino el de Elena.

Un lector acucioso podría preguntarse por qué Gilberto Guevara y González de Alba narran con las mismas imágenes e idénticas palabras el inicio de la masacre: "la plaza convulsionada", "las corrientes de gente que intenta huir", "los remolinos en el centro". Hasta para dos testigos presenciales la similitud es sospechosa: ¿se habrán puesto de acuerdo en una versión común este par de malosos?, podría preguntarse quien compartiera la versión gubernamental por la que nosotros iniciamos el crimen. Pero la respuesta es más sencilla y es la de siempre: la página 153 de La noche de Tlatelolco está tomada de la 184 de Los días y los años y cambiado el narrador al buen arbitrio de Elena Poniatowska. Encontrar allí palabras idénticas, si hubiera sido al azar de los relatos, es tan extraño como que el austero profesor de matemáticas, Ernesto Olvera, tenga para el mes de octubre el mismo sentimiento lírico, y hasta los mismos colores (cambiando el violeta por morado, más masculino) para describir la atmósfera otoñal, que los empleados por el cursi de González de Alba.

¿Y por qué no dijiste todo?

Muchos lectores se preguntarán si acabo de leer La noche de Tlatelolco o la leí de noche, que necesité 27 años para decir lo que acabo de decir. Bien. Para empezar yo era entonces un absoluto desconocido a mediados de sus años veinte. Elena Poniatowska, aunque no tenía ni de lejos el renombre que comenzaría a adquirir precisamente a partir de la publicación de La noche..., ya era la periodista famosa que publicaba en Siempre!, nada menos, como quien ahora dice La Jornada, el semanario entonces leído por la intelectualidad de izquierda. Por tanto me halagó enormemente la solicitud de Elena para seleccionar de mi obra, la obra de un desconocido, repito, lo que fuera necesario y hacerlo pasar como si fuera parte de sus entrevistas realizadas en Lecumberri. Pero, también es cierto que jamás me imaginé que haría lo relatado arriba por mí. Cuando leí La noche..., todavía en la cárcel, me disgustaron esos numerosos cambios. Pero le elaboré una inmediata justificación a mi heroína, la periodista de la capital que yo había empezado a leer desde los 15 años, en Guadalajara, entre clase y clase de prepa: no hubiera debido Elena, me dije, llenar su libro con citas mías y así arruinar la obra que todo México alababa. Esto, por cierto, fue otro elemento de gran peso: el clamor era unánime en el sentido de que el relato de Elena sobre el 68 era un clásico, un ejemplo, una obra que lectores, críticos, militantes y le tout Mexique, como diría ella, cubría de elogios. Aquella sombra de disgusto pronto me la arranqué de la conciencia, en un acto feroz de autocensura de izquierda. De haber sido descubierto, habría confesado mi delito en asamblea pública, como en un diminuto juicio estalinista. Lo siguen haciendo en Cuba los escritores. Ahora me digo que Elena debió encontrar la manera de resolver tipográficamente el problema, ciertamente un problema menor, de citarme más de 30 veces, pues a las 28 donde sustituyó mi nombre deben añadirse las ocasiones en que sí me cita. Y si no Elena Poniatowska, responsable del entuerto, al menos nuestros editores -nos publicó la misma editorial, ERA, con diferencia de pocas semanas- debieron hacerlo, pues no pudo pasarles desapercibido el asunto, a menos de que lean muy mal tan importantes editores. Por eso no dije nada. Pero más vale tarde que nunca, sobre todo a la vista de lo que puede ocurrirle a un historiador.

Solución propuesta

Elena Poniatowska haría otro gran favor a la causa del 68 si recordara los 30 años, el año próximo, con una reedición, minuciosamente corregida e históricamente apegada a los hechos, de La noche de Tlatelolco. Así como está es ya fuente de confusión, aunque todavía podamos desenredar el enredo. Pero en 50 años, que se van volando, ya no estaremos los que podamos aclarar que M no estuvo donde dice Elena, que B no fue quien dijo tal cosa, que P no entregó a Z a la policía. Si nuestra historia es tal nudo de mentiras, pípilas, niños héroes, paraísos indígenas, malos y buenos, conquistas, derrotas y un panteón donde hemos acostado juntos a los enemigos acérrimos, es porque desde las fuentes mismas empezamos contando mentiras. Por el camino de Elena Poniatowska quizá el 2 de octubre no se olvida, pero se convierte en otra cosa.


También el día 13 de octubre de 1997, Luis González de Alba publicó lo siguiente en su columna 'la ciencia en la calle' del periódico 'La Jornada'

Las fuentes de la historia / I

Me llegó La presidencia imperial, de Enrique Krauze, y, tras de quedar atrapado por el capítulo que describe a Manuel Ávila Camacho, y que leí de un tirón, gozando una prosa rica y una reconstrucción aguda, salté al capítulo sobre Gustavo Díaz Ordaz, que me interesaba de manera personal. Allí encontré una larga cita mía que creí tomada de mi relato sobre el Movimiento Estudiantil del 68, Los días y los años. Es una descripción de la manifestación silenciosa. Krauze la presenta con un gran elogio que agradezco: "Luis González de Alba lo describiría en un párrafo memorable", y viene en La presidencia imperial la cita donde se lee lo siguiente: "Y de aquellas decenas y después cientos de miles sólo se oían los pasos... Pasos, pasos sobre el asfalto, pasos, el ruido de muchos pies que marchan, el ruido de miles de pies que avanzan. El silencio era más impresionante que la multitud. Parecía que íbamos pisoteando toda la verborrea de los políticos, todos sus discursos, siempre los mismos, toda la demagogia, la retórica, el montonal de palabras que los hechos jamás respaldan, el chorro de mentiras..." Enrojecí de vergüenza. ¿Así escribía yo? Sólo me faltó decir "el titipuchal", el "buti". Y luego eso de los pasos, pasos, pasos. Volví a enrojecer. Por suerte dudé.

Busqué la cita en el libro de Krauze y descubrí que no hacía referencia a mi propio relato, Los días y los años, sino al de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco. Una vez localizado el párrafo original en mi libro, de donde Elena lo pasó al suyo y luego lo tomaron los ayudantes de Krauze, vi con alivio que no dije nunca "pasos, pasos, pasos, el montonal, el chorro de mentiras." Estoy traducido por Poniatowska. Mi escritura es mucho más seca. También es menos simpática.

El deber de aclarar

Pero a partir de ese momento estuve convencido, sobre todo cuando leí en la formidable obra de Krauze otras citas basadas en Poniatowska, citas que tampoco son correctas, que debía aclarar lo que sucedió hace 27 años, cuando entregué mi relato a la editorial ERA y Elena hacía entrevistas en la cárcel de Lecumberri para el libro que se llamaría La noche de Tlatelolco. Si los ayudantes de Krauze le pasaron a ese historiador fichas sacadas del material más accesible, sin duda el libro de Elena, ¿hicieron mal? ¿No da lo mismo citar a un militar herido, a un estudiante preso, a un dirigente del 68, de las varias fuentes originales, o de la obra más conocida de Elena Poniatowska, que resume estas fuentes? Se podría decir que, en efecto, da igual y se ahorra trabajo de investigación hemero y bibliográfica. Pero no es así.
En primer término porque Elena Poniatowska no da mucha importancia a sus referencias. Le importa el sonido general de la obra, no los detalles. ¿No acaba de afirmar (10 de agosto) que Luis Barragán no estudió y todo se lo enseñaron los campesinos? Oh la la. También nos dijo que los indios albañiles que construían las pirámides luego subían con sus hijos a mostrarles desde lo alto el valle y los volcanes. Qué lindo era el mundo. Jamás existieron las feroces teocracias que describen todos los historiadores, con excepción de Elena. Tales afirmaciones son de las que arrancan aplauso fácil dichas en el lugar adecuado, lo cual muchos saben hacer. Pero los historiadores del año 3000, si no tuvieran otras fuentes, estarán convencidos de que los campesinos mexicanos vivían, a fines del segundo milenio, en casas luisbarragán.

Por suerte los historiadores logran desentrañar mitos, en ocasiones milenarios, a pesar de los esfuerzos de tantas almas generosas por inventar la realidad y el pasado. Y en un programa por el 2 de octubre pasado acaba de soltar Elena su última idea marcada con aplauso automático: los jóvenes son idealistas porque todavía no adquieren compromisos. Es un juicio que de inmediato arranca la ovación... de quienes no piensan, pues también son jóvenes los jovencísimos pelones alemanes que prenden fuego a turcos. Otros jóvenes, más cercanos, son ladrones y asesinos, otros son corruptos, muchísimos son drogadictos o simplemente huevones. Por supuesto, algunos son idealistas. Ah, las frases de éxito inmediato y asegurado.

El lenguaje

Como segunda precaución al leer a Elena Poniatowska está el asunto del lenguaje. Las citas en su narración a voces múltiples no se conservan tal y como fueran dichas, sino que, de nuevo en dádiva al sonido de la obra, están traducidos, con grandes licencia, a una mezcla de supuesta ingenuidad y sabor popular que es creación exclusiva de Elena, pues las criadas verdaderas no hablan así, habla de esa manera Elena cuando imita a las criadas. Es un lenguaje virtual inventado por Elena Poniatowska y que solamente ella habla. Lo cual es muy distinto.

Los hechos antes de publicar los libros

Aprovechando su último embarazo, Elena Poniatowska me ayudó a sacar de Lecumberri el manuscrito terminado de Los días y los años. Por entonces, mediados de 1970, Elena iba a la cárcel para realizar las entrevistas que luego emplearía para escribir, en el bello apartamento parisino de su tía Bichette, La noche de Tlatelolco. A las pocas semanas recibí de Elena la solicitud para permitirle emplear elementos de mi relato, ya en proceso de edición por la editorial ERA, en el libro que ella por su parte estaba escribiendo. Por supuesto accedí con gusto. Por enero de 1971 apareció mi relato: Los días y los años. No tuvo un buen arranque en ventas. Quizá mi título era malo, poco vendedor, sin garra comercial. Además, la mezcla de relato intimista, días de extrovertida agitación callejera y años de conversaciones entre presos aburridos, no era lo que el lector deseaba. De un líder esperaba un relato heroico, el mío no lo era.
Elena se dio prisa y, frente al árbol más bello de París, según definición de su tía, concluyó una obra espléndida, a muchas voces, así que muy poco tiempo después que mi relato salió el de Elena: La noche de Tlatelolco. Un acierto desde el llamativo título. Elena me lo hizo llegar a la cárcel de Lecumberri, donde corría mi tercer año de prisión, con una generosa dedicatoria que cubre dos páginas de texto y flores dibujadas con plumón morado. Dice que mi libro "se vende un chorro... y ahora (que salió el de ella) se van a vender los dos juntos como mancuerna, como pareja de hongos halucinantes (sic)." Entonces se iniciaron las confusiones. ¿Quién dijo tal cosa? me preguntaban presos y visitantes, tú dices que A, Elena lo atribuye a B. Quede pues aquí dicho de una vez y para siempre: Soy testigo presencial de los hechos que relato, no así Elena. Por tanto los hechos ocurrieron como yo los relaté y en las voces de quien ponga ciertas palabras, de allí las escuché.

Raúl Alvarez Garín replica a Gónzalez de Alba.


1997/oct/16.
Raúl Alvarez Garín Aclaración necesaria.


En el número 238 de la revista Nexos y en la edición del día 13 de octubre de La Jornada, se publicaron textos de Luis González de Alba en los que se refiere a la elaboración, y parcialmente a la autoría, de La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, publicado por Editorial Era en 1971. Al respecto, me parece adecuado hacer la siguientes aclaraciones y precisiones.

1. Hasta donde yo sé, Elena no escribió La noche de Tlatelolco en Francia, plácidamente sentada bajo un árbol, sino en México, con un estado anímico muy afectado por las dimensiones de la tragedia y por la reiteración constante de las vivencias que estaba reconstruyendo. Para Elena, escribir La noche de Tlatelolco fue un trabajo difícil y doloroso, y de esto pueden dar testimonio muchas personas cercanas a nosotros que estuvieron trabajando junto con ella.

También creo evidente que el público ha reconocido que Elena tiene una especial sensibilidad para recoger las experiencias y los sentimientos de las personas y por eso le confían sus testimonios, y esto se refleja en el importante número de obras que ha publicado y en las que se muestra la consistencia de su método de trabajo. Además, no puede desestimarse que en esos años difíciles, la publicación de La noche de Tlatelolco fue un acto de valor inusitado, tanto de Elena como de Neus Espresate, la editora responsable de Era.


2. Desde mediados de 1969 Gilberto Guevara y yo decidimos escribir un libro de balance del Movimiento de 68 y poco a poco fuimos incorporando al proyecto a otros compañeros que podrían encargarse, por razones específicas, de relatar una u otra parte del Movimiento. En ese trabajo de redacción y de análisis de momentos y experiencias diversas finalmente participamos, además de nosotros dos, Eduardo Valle, Luis González de Alba, Salvador Martínez y Félix Hernández Gamundi. Ese libro, tal y como fue concebido, nunca ha sido publicado, pero en cambio los documentos originales de ese trabajo han tenido diversos usos.

3. Desde finales de 1969 y hasta mediados de 1970 Elena Poniatowska estuvo visitándonos regularmente en la cárcel para realizar entrevistas con el propósito de escribir un libro de 68. Las entrevistas se realizaban en condiciones difíciles, ella tenía que llegar temprano el domingo y debía trabajar con interrupciones inevitables y por poco tiempo, porque en algún momento la presencia de familiares y amigos hacia prácticamente imposible continuar el trabajo. En esas condiciones, Elena nos pidió que escribiéramos algo, y le mostramos los materiales que ya teníamos. Los nuestros son reconstrucciones y relatos testimoniales acompañados de apreciaciones políticas del caso. Como le parecieron útiles, le entregamos los textos originales y la lista de personas y compañeros que habiendo contribuido a su elaboración podían aparecer como declarantes de los extractos que ella considerara pertinentes.

4. Por eso no es una casualidad que las citas que González de Alba cuestiona y que ahora señala como de su propia autoría, sean precisamente de las personas que participaron en ese esfuerzo de redacción de las notas originales a las que me he venido refiriendo. Para mayor detalle debo decir que están en mi poder tanto los originales de esos textos, alguno incluso manuscritos por el redactor original, como las copias fotostáticas trabajadas de puño y letra de Elena Poniatowska, señalando párrafos que serían atribuidos, según la propia sensibilidad de Elena, a uno u otro de los compañeros. En esos materiales también se pueden observar notas y cuestionamientos específicas de Elena, para aclarar situaciones que lo requerían.

5. La reconstrucción de los hechos de 68 necesariamente fue un trabajo colectivo, pues individualmente lo más que se hubiera podido realizar en las condiciones de la cárcel hubiera sido un testimonio parcial. Además, la reconstrucción de las situaciones complejas (sobre todo las referentes al inicio del Movimiento, los hechos represivos de finales de agosto y los sucesos del 2 de octubre) inevitablemente fueron colectivas y en gran parte de memoria, precisamente en razón de que no teníamos acceso directo, ni indirecto, a materiales documentales. Por eso mismo, y por la inseguridad de una época en que estábamos a merced de la policía, le dábamos tanta importancia a elaborar testimonios escritos. Para nosotros era más importante la verdad que la autoría individual; por la misma lógica y con todo derecho los textos a los que me he venido refiriendo también fueron utilizados por Luis González de Alba.

6. El trabajo no se terminó y no se publicó tal como fue originalmente planeado porque Guevara y yo consideramos, quizá incorrectamente, que además de la reconstrucción de los hechos era necesario más trabajo de interpretación analítica.

7. Por lo demás, con los mismos o con otros compañeros, el trabajo de reconstrucción de las experiencias de 68 no es el único proyecto en el que hemos participado actuando de manera colectiva y sin reclamar la propiedad privada de planteamientos construidos en trabajo de equipo. Así lo hicimos en la revista Punto Crítico durante 19 años y así lo hacemos en Corre La Voz desde hace diez años.

8. Por último quiero decir que cualquier persona tiene todo el derecho de cambiar de opinión, una o todas las veces que lo desee. Pero en todos los casos, y más en asuntos públicos y de trascendencia como los sucesos de 68, lo menos que se puede exigir es que los hechos se reconozcan como tales.

9. Me hubiera gustado consultar y trabajar estas notas con otros compañeros que seguramente hubieran aportado más precisiones, pero Guevara está en Europa, El Búho en los Estados Unidos, Gamundi está en Acapulco viendo qué se puede resolver del agua potable para los damnificados y al Pino no lo he encontrado.

Nota: este texto también fue publicado por la revista '
Nexos # 239' en noviembre de 1997
Al día siguiente Luis González de Alba contesta la carta de Raúl Alvarez Garín.

1997/oct/17
A cada narrador sus palabras

Ni en Nexos ni en La Jornada he reclamado a Elena Poniatowska por haber empleado en La noche de Tlatelolco párrafos de Los días y los años, pues yo mismo autoricé las citas que deseara tomar. Tampoco soy tan bobo como para objetar que nuestros libros tengan similitudes, dado que narran lo mismo. Le estoy solicitando a Elena que ponga en voces de quienes corresponde cada párrafo, para que así no aparezca Raúl Álvarez Garín como testigo de lo ocurrido en el tercer piso del edificio Chihuahua el 2 de octubre de 1968, pues no estuvo allí, o Gilberto Guevara haciendo llamados a "impulsar la organización de los obreros en gremios independientes" (sic), línea política que combatió, o yo mismo hablando con el Búho en un departamento del quinto piso del edificio ya dicho y a la vez tirado en el suelo del tercer piso, viendo disparar al Olimpia. Es todo lo que exijo a Elena y a la editorial ERA.


En su artículo del jueves 16 de octubre, Raúl Álvarez Garín explica las similitudes entre ambos libros, el mío y el de Elena, así: hubo una fuente común de datos elaborada por todos los actores principales, tanto Luis como Elena emplearon esa fuente y de ahí la similitud. Suena bien, pero Álvarez Garín es matemático, por lo mismo le planteo el asunto en términos matemáticos: sean G y P dos reporteros. Sea F un grupo de presos que les relatan una cierta historia. Ambos reporteros toman notas por separado y el tiempo distintos. ¿Cuál es la probabilidad de que escriban dos textos, sean T y U, de 150 palabras cada uno, donde la primera palabra de T sea la primera de U, la segunda de T sea la segunda de U... la enésima de T sea la enésima de U y la última de T sea la última de U? Así ocurre con la narración de la llamada "batalla del Casco de Santo Tomás", página 134 mía y 77 de Elena, ambos párrafos idénticos: (1) constantemente (2) llegaban (3) refuerzos (4) a (5) los (6) granaderos... etcétera. Supongamos que los reporteros G y P tengan en común un léxico de 20 mil palabras en español, ¿cuál es la probabilidad de que el azar produzca un párrafo de 150 palabras en el mismo orden? Creo, y Raúl me corregirá si no es así, que es un veintemilésimo por un veintemilésimo... multiplicados 150 veces. Eso da un número uno sobre la raya de quebrado y abajo un 2 elevado a la 150 potencia y seguido por 600 ceros. Para que el azar produjera esa serie, eligiendo una palabra por segundo, se requeriría más tiempo del que ha transcurrido desde que el universo existe.

Yendo al grano: no le reclamo a Elena que en su página 76 transcriba mi descripción del grito en CU (página 122 de mi relato), sino que siendo yo el narrador lo atribuya a Gilberto Guevara. Aquí van los dos párrafos.

Los días y los años: A las once de la noche, cuando se terminaba en el Zócalo la ceremonia oficial, repetida en cada pueblo y en cada ranchería del país, se dio el grito de independencia en la Ciudad Universitaria y el Politécnico en medio de un júbilo desbordante... etc.

La noche de Tlatelolco: A las once de la noche, cuando se terminaba en el Zócalo la ceremonia oficial, repetida en cada pueblo y en cada ranchería del país, dimos el grito de independencia en la CU y en el Poli en medio de un júbilo desbordante... etc.

El primero lo relato yo, el segundo (según Elena) lo narra Gilberto Guevara. Es obvio que se trata de una transcripción de mi texto, transcripción que, repito y repito y repito, yo acepté, permití, autoricé. No es ése el problema, sino que Elena haya decidido cambiar en éste y otros 30 párrafos al narrador, en ocasiones con repercusiones políticas graves, como las señalo en mi artículo y que no repetiré aquí.

No estoy acusando a Elena de plagio ni de fraude, pues me preguntó si acaso podía y le respondí que sí podía... Le estoy solicitando, única y exclusivamente, que atribuya a cada narrador sus palabras y no ponga en boca de Gilberto posiciones políticas que no sólo le eran ajenas, sino que las combatió abiertamente. ¿Hago mal?
El anterior artículo también se publicó con más detalle en 'Nexos # 239' por parte de Luis González de Alba.

A cada narrador sus palabras.

Ni en Nexos ni en La Jornada he reclamado a Elena Poniatowska por haber empleado en La noche de Tlatelolco párrafos de Los días y los años, pues yo mismo autoricé a Elena las citas que deseara tomar. Tampoco soy tan bobo como para objetar que nuestros libros tengan similitudes, dado que narran lo mismo. Le estoy solicitando a Elena que ponga en voces de quienes corresponde cada párrafo, para que así no aparezca Raúl Álvarez Garín como testigo de lo ocurrido en el tercer piso del edificio Chihuahua el 2 de octubre de 1968, pues no estuvo allí, o Gilberto Guevara haciendo llamados a "impulsar la organización de los obreros en gremios independientes" (sic), línea política que combatió, o yo mismo hablando con el Búho en un departamento del quinto piso del edificio ya dicho y a la vez tirado en el suelo del tercer piso, viendo disparar al Olimpia. Es todo lo que exijo a Elena y a la editorial ERA. En su artículo del jueves 16 de octubre, Raúl Álvarez Garín explica las similitudes entre ambos libros, el mío y el de Elena, así: hubo una fuente común de datos elaborada por todos los actores principales, tanto Luis como Elena emplearon esa fuente y de ahí la similitud. Suena bien, pero Raúl Álvarez Garín es matemático, por lo mismo le planteo el asunto en términos matemáticos: Sean G y P dos reporteros. Sea F un grupo de presos que les relatan una cierta historia. Ambos reporteros toman notas por separado y en tiempos distintos. ¿Cuál es la probabilidad de que escriban dos textos, sean T y U, de 150 palabras cada uno, donde la primera palabra de T sea la primera de U, la segunda de T sea la segunda de U... la enésima de T sea la enésima de U y la última de T sea la última de U? Así ocurre con la narración de la llamada "batalla del Casco de Santo Tomás", página 134 mía y 77 de Elena, ambos párrafos idénticos: (1) constantemente (2) llegaban (3) refuerzos (4) a (5) los (6) granaderos... etcétera.
Supongamos que los reporteros G y P tengan en común un léxico de 20 mil palabras en español, ¿cu l es la probabilidad de que el azar produzca un párrafo de 150 palabras en el mismo orden? Creo, y Raúl me corregir si no es así, que es un veintemilésimo por un veintemilésimo... multiplicados 150 veces. Eso da un número uno sobre la raya de quebrado y abajo un 2 elevado a la 150 potencia y seguido por 600 ceros. O, lo que es lo mismo, 0. 0... (645 ceros)... 7. Para que el azar produjera esa serie, eligiendo una palabra por segundo, se requeriría más tiempo del que ha transcurrido desde que el universo existe. ¿Sabe usted cuán "mucho"? Tres millones de millones de millones (repita 104 veces "de millones")... de millones de veces la edad actual del universo.



Yendo al grano: no le reclamo a Elena que en su página 76 transcriba mi descripción del grito en CU (página 122 de mi relato), sino que siendo yo el narrador lo atribuya a Gilberto Guevara. Aquí van los dos párrafos:

Los días y los años

A las once de la noche, cuando se terminaba en el Zócalo la ceremonia oficial, repetida en cada pueblo y en cada ranchería del país, se dio el "grito" de independencia en la Ciudad Universitaria y el Politécnico en medio de un júbilo desbordante... etcétera.

La noche de Tlatelolco

A las once de la noche, cuando se terminaba en el Zócalo la ceremonia oficial, repetida en cada pueblo y en cada ranchería del país, dimos el "grito" de independencia en la CU y el Poli en medio de un júbilo desbordante... etcétera.

El primero lo relato yo, el segundo (según Elena) lo narra Gilberto Guevara. Es obvio que se trata de una transcripción de mi texto, transcripción que, repito y repito y repito, yo acepté, permití, autoricé. No es ése el problema, sino que Elena haya decidido cambiar en éste y otros 30 párrafos, al narrador, en ocasiones con repercusiones políticas graves, como las señalo en mi artículo y que no repetiré aquí.

No estoy acusando a Elena de plagio ni de fraude, pues me preguntó si acaso podía y le respondí que sí podía... Le estoy solicitando, única y exclusivamente, que atribuya a cada narrador sus palabras y no ponga en boca de Gilberto posiciones políticas que no sólo le eran ajenas, sino las combatió abiertamente. ¿Hago mal?

Diario olvidado de un preso de 23 años

Revisando los cuadernos en que escribí Los días y los años con tintas de varios colores o lápiz (a veces de atrás hacia adelante del cuaderno, como en hebreo, otras entre apuntes de álgebra o de inglés, una carta a Igor Caruso, otra a Sartre y Russell y otras más dirigidas a asambleas, letras de canciones e ideas sueltas), revisión que inicié para localizar los párrafos originales luego citados por Elena Poniatowska en La noche de Tlatelolco, tema ahora objeto de artículos, respuestas, renuncias y despidos, encontré estos elementos no empleados en aquel libro y cuyo interés recae en otro aspecto discutido de mi visión sobre el movimiento de 1968: su intenso aire de fiesta. Publicado ese análisis como "La fiesta y la tragedia" también en Nexos (octubre de 1993), produjo como ahora una pequeña tempestad de insultos, aquella vez con el solitario reconocimiento de Octavio Paz. Soy descuidado con mis manuscritos y habría jurado que esos cuadernos estaban en la basura, pero el querido Nacho Osorio me hizo poco antes de morir el sorpresivo regalo, como buen bibliotecario que era, de aquellos manuscritos sacados por él de la cárcel de Lecumberri, hecho que ni yo recordaba. 

Así puedo probar ahora que escribí mi relato sin más notas que las conversaciones, largas, tristes y aburridas, de presos en constante espera de su liberación. Allí está, por ejemplo, a mano y en un cuaderno Scribe que debe leerse de cabeza, mi cursi descripción de los colores de octubre, como un cuento que, antes de incluirlo en Los días y los años, llevaba por título Plaisir d'amour, y que Elena atribuye en su propio relato al matemático Ernesto Olvera, entonces dedicado a desentrañar el teorema de Goedel, tarea alejada de si la atmósfera del otoño es violeta.

[Fechado 5 / VIII, sin año] Cuaderno IV. Cárcel de Lecumberri.

¿Y por qué no? Sí, quiero que sepan que aquí estoy, que aquí sigo, y que me lean cuando escribo, y que me canten cuando compongo, que me lean y me canten y me platiquen y que sepan que no me arrepiento de nada porque no tengo nada de que arrepentirme y que volvería a hacer lo mismo si me dieran a escoger, aun sabiendo cómo terminaría: volvería a ir al Consejo [Nacional de Huelga], volvería a la calle iluminada por las brigadas, al Zócalo, a las manifestaciones donde la gente lloraba a nuestro paso, donde no nos cansaba levantar nuestras mantas y banderas durante horas; a la alegría irrefrenable, mezcla de afán de vivirlo todo, intensamente, y de entusiasmo, de ese sentido orgiástico, religioso, que fueron esos días. Tal vez evitaría algunos errores, sobre todo en cuestiones de organización interna, o tal vez ni eso haría. Lo haría todo otra vez, lo repetiría todo y volvería a Tlatelolco a esperar los helicópteros y las bengalas del ejército y la muerte. (Si hay una figura hermosa es la de Casandra entrando al palacio de Agamenón para ser asesinada como debía serlo). Paso por paso, sin importar que el final volviera a ser éste (en caso de que no pudiera ser modificado nada, que sólo fuera posible escoger entre quedarse y vivirlo todo otra vez, o retirarse desde el primer día).

Entonces volvería otra vez, volvería a pesar de la noche de sangre e impotencia, a pesar de los golpes, los escupitajos y la desnudez, del frío y del terror de las ametralladoras; volvería por el rencor, volvería para recoger el odio infinito que sembraron.
Luis

Nosotros no perdonaremos: no perdonen ustedes. Nosotros no tendremos piedad no la tengan ustedes, si pueden acaben de una vez con este rencor que crece y trepa las murallas; pero no acabarán jamás con todos, porque en San Ildefonso, en la Ciudadela, en la Ciudad Universitaria, en Santo Tomás, en Tlatelolco, la semilla del odio se la llevó el viento y está en los corazones de los niños, de las mujeres, de los hombres libres de este país. Los hermanos y hermanas de los asesinados, heridos o encarcelados, las madres, las esposas, los familiares, los amigos, los conocidos que no pudieron hacer nada pero temblaron de indignación: acaben con todos éstos y acabarán con la semilla que crece y sale por los ojos de [tachado]. No hay otra forma, el camino lo escogieron ustedes, ahora terminen antes de que este pueblo termine con ustedes.

6/VIII
Chagrin d'amour
Hoy más que nunca me duele tu ausencia y me faltas frente a mí para estar completo, entero y cerrado. Hoy, al quitarme la chamarra azul del uniforme, un olor tibio me hizo recordarte; me quedé en camisa, una camisa blanca de manga larga, con el cuello abierto, usada, y me abracé poniendo las manos en mis hombros y apretándolos con fuerza, hundiendo la cara entre el abrazo y el olor tibio: de pie, parado en medio de la celda, sentí bajo mis manos, bajo la costura de la camisa blanca, la forma redonda de los hombros, los músculos tensos, moldeando apretadamente la camisa; los hombros: tus hombros entre las palmas de mis manos que los estrechan y luego bajan hasta [tachado] cintura y la rodean; delgada, firme: tu cintura; y el olor tibio, suave, que aspiro lentamente hasta que ya no puedo más. Es un olor dulce, cálido, se desprende de mi camisa, de tu piel, de la mía.
Huele a ti y a mí. Lo thus, by day my limbs, by night my mind, for thee and for muy self no quiet find, no quiet find, no quiet find. No me dejas un minuto de reposo.

Corolario

Quizá ninguno de los cambios realizados por Elena Poniatowska a mi narración del 68 tenga mayor repercusión política que el siguiente: soy testigo presencial del momento (clave para comprender los sangrientos hechos de la tarde de Tlatelolco) en que un agrupamiento militar cuya existencia el gobierno por entonces negó rotundamente, esto es, el Batallón Olimpia, ocupó el tercer piso del edificio Chihuahua, donde se encontraban los aparatos de sonido para el mitin. Vestidos de civil sus integrantes y con un guante blanco para identificarse entre sí, iniciaron los disparos contra la multitud y, de paso, contra el ejército regular que avanzaba ya sobre la plaza. En la página 192 de Los días y los años relato los hechos ocurridos en un departamento del quinto piso donde se encontraba Eduardo Valle. Elena inserta ese párrafo, casi textual, en las páginas 194 y 195 de La noche de Tlatelolco, pero, aquí viene el gigantesco error, el final del párrafo me lo atribuye a mí. Por tanto, según una fuente prestigiada, estuve en el quinto piso y no en el tercero. Si el gobierno desea negar mi testimonio, le bastará con realizar una "reconstrucción de hechos" y así probará que desde el quinto piso nadie pudo ver hacia el tercero, por lo tanto González de Alba miente al decir que vio al Batallón Olimpia y sigue mintiendo al decir que lo vio disparar, dado que Poniatowska afirma, en un libro reconocido por todos, que él y el Búho hablaban en ese momento donde no podía ver lo que dice que vio. Por eso, mientras aún vivimos los que podemos clarificar esas confusiones, debemos hacerlo.





El secreto de Elena
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"Mi sueño recurrente ha sido salir volando por la ventana. Me he asfixiado solita...", dice en entrevista Elena Poniatowska.
Foto: Archivo
Si algo lamenta Poniatowska es no haberse querido lo suficiente, no haber sabido defenderse de sus demonios
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Silvia Cherem S.
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Ciudad de México  (13 mayo 2012).- Elena Poniatowska, Elenita (París, 1932), la princesa despistada que durante décadas ha dibujado con preguntas que sacan chispas la intimidad de los grandes personajes mexicanos del siglo 20, cuando tiene que aludir a los aspectos interiores de sí misma, a las heridas que sangran, opta por el silencio. Se queda sin palabras desdeñando ser mujer de letras. Enmudece.

De su boca nadie conoce a fondo la penitencia que ha cargado durante una vida, misma que la condena a ser Santa Elena de Atocha. La devota que dispensa caridad. La mujer piadosa que da a manos llenas a los desposeídos, que responde a quien toque a su puerta: la Casa de Paula, en Chimalistac. Tocan sacerdotes que buscan "confesarse" con ella. Tocan pobres con necesidades. Toca una mujer humilde con su niña, se quedó sin hogar. Toca López Obrador pidiéndole apoyo. En esa casa con fama de milagrera, se resuelve cualquier problema. Los contratiempos de todos, menos los de Elena.

Cumplirá 80 años el próximo 19 de mayo y es momento de ponderar éxitos y fracasos, de ventilar obsesiones y dolencias.

"Soy negada para eso, difícilmente sé cuánto traigo en la bolsa, soy mala para las cuentas y, aunque siempre me eligen de tesorera porque no robo, yo no sirvo para hacer balances".

Camina con el peso de muchas voces, pero, para evitar ventilar los dobleces de su vida, busca conducir la plática a los sitios comunes de siempre, a la leyenda que la esquematiza como mujer-niña, güerita con suerte. Se refugia en el personaje de cuento de hadas con altas dosis de deslegitimación que ella contribuyó a crear y que otros alimentan.

Cree ser "una pinche periodista" como la calificó su tía Pita Amor, tía incendiaria que recitaba a San Juan de la Cruz enseñando los pechos. La misma que al ver que Octavio Paz acogía a la joven debutante, le dedicó una insultante copla: "No te compares con tu tía de sangre. No te compares con tu tía de fuego. No te atrevas a aparecerte junto a mis vientos huracanados, mis tempestades, mis ríos. ¡Yo soy el sol, muchachita, apenas te aproximes te carbonizarán mis rayos!"

"A mí, como a muchos de los Amor, también se me cruzan los cables entre la lucidez y la demencia. Tengo mucha tendencia a ningunearme y al masoquismo. Es mi defecto de fábrica, me hundo fácil. Muchos no lo creen porque sonrío, pero los demonios están ahí. Su peso no disminuye, se recrudece con los años".


Nuestra cita era el 27 de abril, para ella día de suerte: el 7 es su número porque su primogénito nació el 7 del 07.

Su agenda estaba saturada, tenía hasta dos eventos diarios para apoyar la candidatura de AMLO. En su devoción al candidato, en su necesidad de cumplirle, no la detiene ni la edad ni el trabajo que se apila sobre su escritorio.

Cuenta que desde que se inició en el periodismo en 1954 ya tenía preocupación por las desigualdades sociales, tanta que su esposo, el reconocido astrónomo Guillermo Haro, se burlaba.

"Si tanto te preocupa la suerte de María, dile que baje de su cuarto, que se venga a dormir aquí conmigo y tú súbete al suyo".

Esa mañana de la entrevista, Shadow, el labrador negro de su hijo Felipe, intentó evadir la reja del parque de Chimalistac y se quedó ensartado.

"Hoy no es mi día, eso del perro me idiotizó mucho".

Elena estaba preocupada, había que recoger a Shadow, le cosieron media panza. A cada rato, durante varias horas, se distraía para pedir a Martina, la indígena que trabaja en su casa, y a Conrado, el chofer, instalados en nuestra conversación, que preguntaran por el perro. Cuando se fueron por Shadow a la veterinaria, y nos quedamos solas en compañía de los gatos: Monsi y Vais, logramos pelar las hirientes capas de la cebolla.

"No sé de dónde proviene la culpa", comenzó.

Hace mil años fue a un psicoanálisis grupal con el doctor Jaime Cardeña. Al cabo de un tiempo le preguntó qué opinaba del trabajo. Elena respondió: "Usted a todos los hombres les dice que tienen que cortar el cordón umbilical, y a todas las mujeres, que somos frígidas". Al médico no le pareció la respuesta y Elena no volvió. En 1985, después del terremoto, fue con la doctora Celia Hernández.

"Estaba yo de la patada, pasé demasiados días reporteando en la calle y me quedé llorando como muñeca fea. Por idiota, fui sólo a un par de sesiones; no sirvió".

Ahora va con un nuevo médico, pero sigue atrapada.

"Me exijo demasiado. Paso la vida escuchando a otros, no a mí misma... ¿Por qué será?".

La edad la orilla a sentirse sola, con pérdidas y miedo ante una realidad de agresión. Desde 2006 que ha apoyado a AMLO, la acosan y hostigan.

"Recurrentemente me hablan por teléfono a medianoche para decirme: 'puta vieja' o 'vieja puta', que es lo mismo".

Se cuestiona si hace bien en posponer la escritura viviendo dobles y triples jornadas por cumplir, por ser leal a su afinidad con la izquierda. Quisiera cambiar, pero ya está subida en el barco.

"He sido muy dura conmigo misma, me he negado casi todo. Estudié en un convento de monjas y de cierto modo he seguido siendo una monja que merece castigos, más que recompensas".

Infancia es destino

Elena nació princesa en Francia, en 1932. La llamaron: Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, largo nombre con el que cargaría lealtades invisibles de su herencia aristocrática, incluyendo el Dolores, lastimosa pena de amor que padeció también su propia madre. Para fines prácticos, fue simplemente Hélène, la primogénita del matrimonio entre Jean Evremont Poniatowski Sperry -descendiente de Stanislao Augusto Poniatowski, último rey de Polonia, amante de Catalina la Grande y obligado a abdicar en 1795- y Dolores Amor Iturbe, a quien le decían Paulette, Paula, porque Dolores y Amor no combinaban, hija de terratenientes mexicanos, propietarios de haciendas que ocupaban casi todo el estado de Morelos, fortuna que se mermó con la Revolución.

"Mi familia era como alma flotante, vivía entre neblina, como en una novela tolstoiana", le contó en 1975 a María Elena Rico, de la revista Él. Eran familias sin raíces, gente que se sentía que "no pertenecía" porque los Poniatowski salieron de Varsovia cuando la repartición de Polonia para refugiarse en Francia, y los Iturbe y los Amor huyeron a Biarritz durante la Revolución.

Sus padres se conocieron en un baile en casa de los Rotschild, en 1931. Tuvieron dos niñas: Elena y Kitzia. Todo parecía rosa. Elena recuerda cómo ponía sus manitas sobre las de su papá para interpretar a Chopin, o cómo se sentaba a escucharlo componer. Sin embargo, estalló la Segunda Guerra Mundial y todo se trastocó. Jean partió como paracaidista y capitán del ejército francés sin imaginar que a su retorno, seis años después, cuando sus niñas eran mayorcitas, sería otro.

Los abuelos Andrés y Elizabeth, su nuera Paulette y las niñas, abandonaron la inmensa casa parisina, a unos pasos de donde nació Balzac -"Volví recientemente, hoy es la embajada de Turquía, pedí permiso para ver mi inmenso jardín de infancia, aún estaba el árbol con el que de niña platicaba"-, y se refugiaron en Les Bories, en una mansión entre campos de lavanda. La mamá de Elena continuamente partía a llevar heridos en las ambulancias y las niñas, supervisadas por innumerables nodrizas y por su institutriz, Mademoiselle Garach, sentían el vacío. Elena vivió una educación severa.

"Al modo en que se vivía en estas grandes familias, siempre con intermediarios".

Comenzó así su tormento de sentirse pequeña.

"Era dócil y solitaria, obediente, con una inseguridad bárbara, demasiado chaparra de acuerdo con los estándares de mi familia. No cumplía con el mundo al que pertenecía".

Su estricto abuelo Andrés asumió ser su mentor.

"A Kitzia, que es un año menor a mí, la dejaba jugar en los jardines. Sólo a mí me imponía difíciles tareas".


El abuelo era un intelectual rodeado de celebridades, escribió De un siglo a otro y De una idea a otra. Conoció a Debussy y a Mallarmé; fue amigo de Paul Valéry, de Sacha Guitry y del General Maxime Weygand. A Elena le enseñaba a leer y escribir, e imposibles problemas matemáticos.

"Nadie en mi entorno sabía resolverlos, iba con los jardineros, los cocineros, los ayudantes... no dormía de la angustia de no saber. Desde ahí empieza mi complejo: no estar a la altura, no hacer bien la tarea. Ser chiquita. Fallar".

'This is Mexico'

En 1942, su mamá decidió partir a México con sus niñas de 9 y 8 años, alejarse del conflicto bélico. Pidió a los abuelos que cuando terminara la guerra, Johnny -su esposo, Jean- fuera por ellas. Elena no sabía que tenía raíces mexicanas.

La abuela Elizabeth Sperry Crocker, norteamericana descendiente de la familia de Benjamin Franklin, pegó el grito en el cielo.

"Siempre habíamos vivido juntos y no superó que nos fuéramos. Era amorosísima, la pintó Boldini, quien, como Sargent, pintó a las mujeres más bellas de la época".

Antes de la partida, la abuela intentó detenerlas. Tomó un National Geographic y les mostró las imágenes de unos negros con los pechos hasta el suelo, un hueso en la cabeza y múltiples perforaciones.

"You see children, this is Mexico".

La madre no se dejó intimidar. Tomó el trasatlántico Marqués de Comillas en Bilbao. Al llegar a La Habana, quisieron poner a las niñas en cuarentena en el deplorable campamento migratorio de Trisconia, y doña Paula no se dejó: "Así no se trata a unas princesas". Tras dos días de sol y agua bañándose en calzones en el Caribe, llegaron en un avión bimotor a Veracruz, donde las esperaba la abuela Lulú: Elena Iturbe, viuda de Pablo Amor. Las acogió en su casona de la Ciudad de México, Berlín 6, en la Colonia Juárez, donde vivía con 22 perros callejeros, todos con nombre de ópera.

"Me sorprendió mi abuelita. En Francia había dejado a una cabecita blanca de vestido largo y aquí me topé con una señora de pelo rojo con canotier de paja ladeado sobre la cabeza. Nos recibió con dos enormes muñecas: una para Kitzia, otra para mí. Fue una figura providencial, viví con ella muchos años".

Elena estudió de tercero a sexto de primaria en el Colegio Windsor, donde perfeccionó su inglés reverenciando cada mañana a la reina: "God save the Queen"; y luego, medio año de primero de secundaria en el Liceo Franco Mexicano, una escuela que le fascinó. Su hermana Kit- zia se impuso, no le gustó el Liceo, y motivó a su madre a que las mandara al Convento del Sagrado Corazón de Eden Hall en Torresdale, cerca de Filadelfia, donde estaban dos de sus primas.

"Debí haberme quedado en el Liceo, tenía mucho mejor nivel y era laico, pero ¿para qué me lamento?".

Su papá llegó en 1946. Era un desconocido. En La Flor de Lis alude a aquel padre que dejó de ver: "antes inventado, ahora de a de veras", que se convirtió en "un hombre tímido, inseguro... que no conoce el camino, no sabe por dónde entrarle a la vida", un ser "que tiembla desde que se levanta a la vida" y por el que hay que rezar. Los ocho más altos honores con los que lo distinguieron como héroe de guerra, no servirían para restarle la desesperanza que hasta su último día abrigó.

"Fue de los primeros en liberar Auschwitz", confiesa quizá por vez primera Elena.

Es un tema doloroso, difícil, otro capítulo del que no se habla, porque, hasta su muerte en México en 1975, fue un sonámbulo sumido en la desdicha de la autodestrucción.

En el convento, Elena destacó de inmediato: se ganó la Banda Azul, la premiaron con la medalla Hija de María, cuya fama era que quien la recibía se iba derechito al cielo, y comenzó a escribir sobre temas históricos en The Current Literary Coin, la revista escolar.

"Yo todo el día me la pasaba en la capilla, quería ser monja, hermana de las que lavan los trastes y levantan las bacinicas. Ayudar, servir. Ya traía esa vocación".

Aunque no soporta ver sangre, quiso estudiar cursos de Medicina en el Manhattanville College, también de las monjas del Sagrado Corazón. Una devaluación del peso imposibilitó su partida, porque la economía familiar parecía ir en picada.

"Diego Rivera quiso pintar a mi mamá, le costaba lo mismo un retrato que un coche, y ¡mi mamá eligió el coche!".

Elena tomó un curso de Derecho Internacional en Relaciones Exteriores, pero claudicó al ver que no tendría futuro en el Servicio Diplomático por ser francesa. Hizo de actriz muda con Brígida Alexander. Trabajó un mes como recepcionista en los laboratorios Linsa de su padre. Y acabó inscrita para estudiar secretaria taquimecanógrafa a fin de aprovechar su condición trilingüe.

"Una de las cosas que más lamento es haberme quedado sin formación, no tuve carácter, ni fe en mí misma".

Periodismo, muleta para sobrevivir

Kitzia se casó con Pablo Aspe, tío de Pedro, a los 18 años, y para la familia era necesario que Elena, la primogénita, consiguiera un buen partido. Querían que fuera a Francia como debutante. Obediente, aceptó ir. Puso como condición tener un oficio, se negaba a ir simplemente a bailar con los franceses: "¿y si nadie me sacaba?".

Le pidió chamba a Eduardo Correa, tío de su amiga, editor de sociales de Excélsior. Para quitársela de encima, le sugirió que entrevistara a su sobrina. Mejor entrevistó a Francis White, el nuevo embajador de Estados Unidos. Fue su debut en el periodismo.

Publicada el 27 de mayo de 1953, fue la primera de 365 entrevistas en poco más de un año.

"Me metí al periodismo por complejo, fue talacha para superar mi inseguridad, para que no me mandaran a Francia a buscar novio. A mis papás no les fascinó.
En nuestro mundo, una joven bien nacida aparecía en Le Figaro al nacer, casarse o morir. Hubieran preferido que tocara bien el piano, que cantara, que me casara bien. No obstante, fue mi mamá quien siempre pegó mis artículos en los álbumes, atesoró la memoria".

En aquel tiempo, Elena Urrutia la aconsejó: "Tus artículos estarían mejor si no los escribieras en ruso".

Le recomendó a Juan José Arreola, un maestro con el que acudían ella y María Elena del Río para aprender dicción a fin de participar en el taller de teatro que se impartía en casa de Raúl y Carito Fournier, tíos de Elena. Le dijo Urrutia que sólo le llevara de vez en cuando una botella de vino tinto, unas galletitas y un queso francés, y que Arreola le enseñaría a escribir en buen español.

Elena le llevó sus artículos. El escritor jalisciense le anticipó que el periodismo no le interesaba: "Estoy muy por arriba de eso. Si tiene otra cosa, tráigamela y vemos". Le compartió Lilus Kikus, el relato autobiográfico de una niña con uñas de sol que vive en un convento, con el que Arreola reanudó en 1955 la colección Los Presentes, a fin de dar a conocer obras de jóvenes creadores mexicanos. Se hicieron 500 ejemplares que Elena regaló entre la familia. Las portadas eran honguitos que Arreola copió del Larousse y que Elena pintó con acuarelas.

Elena, ¿te puedo hacer una pregunta difícil?

Pregunta lo que quieras, ya me has preguntado mucho.

Cargas con un lastre que no te perdonas, con una penitencia... Intuyo que tiene que ver con el nacimiento de tu hijo Mane en aquella época. ¿Es hijo de Arreola?

Sí, es el padre biológico de mi hijo mayor.

El escritor, 14 años mayor que ella, en aquel momento ya casado y padre de dos hijos que vivían en Guadalajara, apenas probaba suerte con Confabulario, publicado en 1952. Había vivido en París durante un año, pero su situación económica era deplorable y sobrevivía como podía, vendiendo zapatos o estufas. Era un histrión, un hombre con labia.

¿Te prometió las estrellas?

No, nada. Él provenía de un mundo totalmente distinto al mío, yo era una niña idiota recién salida del convento. Me decía que era yo un pavo real que había ido a pavonearse a un gallinero. Lo seguí viendo durante algunos meses porque me halagaba su dependencia, decía: "Si Elena me acompaña al Centro Mexicano de Escritores, yo sí voy a dar tal conferencia". Lo llevaba y lo traía, me deslumbró ese mundo al que entraba por vez primera y me di cuenta tarde que fui su bastón. Aunque Arreola es lo peor que me ha sucedido en la vida, Mane, mi hijo, es la mayor dicha de mi vida...

Para Elena, que provenía de un mundo cristiano y conservador, fueron épocas duras de trabajo, valentía, estigmas y una buena dosis de culpa.

"Lo crié en una época en que había un gran rechazo social para una madre soltera, trabajé para mantenerlo y tenerlo conmigo. Mane es lo más importante que me ha sucedido.
El periodismo fue mi muleta para salir adelante".

En El último juglar, la biografía de Arreola recogida por su hijo Orso, señala que, en la década de 1950, entraron a su vida tres Elenas: María Elena del Río, Elena Urrutia y Elena Poniatowska. Ésa es la única clave que brinda con respecto a Elena Poniatowska y al hijo fuera del matrimonio que tuvo con ella.

Mujer casada, mujer de izquierda

En 1969, Elena se casó con Guillermo Haro, fundador de la astronomía moderna en México, a quien había entrevistado en el Observatorio de Tonantzintla casi una década antes.

"Me impresionaba su compromiso con los desposeídos, con los campesinos, con los estudiantes de la UNAM a quienes mandó a estudiar a Estados Unidos y Europa, su preocupación por el retraso de nuestro País y su pobreza, su devoción por la ciencia: quería sacarla del agujero negro. Decía que era un astrónomo con muy buena estrella, y me hizo compartirla".

Él la conquistó con docenas de rosas rojas desde una de las primeras citas, ella tenía 36 años, él 56. Se sintió protegida, dentro de los cánones. Tuvo a Felipe en 1968 y cuando el niño tenía 9 meses, se casaron. Haro le dio su apellido a Mane. Luego llegó Paula en 1970.

"Todo lo hice al revés, volteado".

El científico ateo era impaciente y enojón, bravo y combativo. Criticaba a Elena: "¿Por qué no le tiras a algo más grande en lugar de entrevistar babosos?".

Con Haro, cercano amigo de Pablo González Casanova, visitó Lecumberri, donde él frecuentaba a José Revueltas y Eli de Gortari, líderes del movimiento de 1968, entrevistas que sumadas a las de numerosos presos políticos le permitieron dar forma a su crónica La noche de Tlatelolco, publicada en 1971, recién iniciado el gobierno de Echeverría y que alcanza más de 600 mil ejemplares.

"La editorial ERA recibió llamadas, que pondrían una bomba. Éramos muy inocentes. A mí también me amenazaron y corrí a naturalizarme mexicana para evitar que me aplicaran el 33".

El único que se atrevió a hacer una reseña fue José Emilio Pacheco y, para sorpresa de Elena, el Gobierno, en lugar de perseguirla, buscó cooptarla. Le concedió el Premio Xavier Villaurrutia que ella declinó con una frase lapidaria: "¿Quién va a premiar a los muertos?".

Carlos Fuentes escribió que, con La noche de Tlatelolco, la princesa se transformó en una Pasionaria de las causas de izquierda, y Octavio Paz prologó la versión en inglés de Viking Press, publicada en 1975. La noche de Tlatelolco está dedicada a Jan Poniatowski, hermano de Elena, 15 años menor, fallecido en un accidente automovilístico en 1968 en la carretera a Calpulalpan.

"Fue una tragedia, mis papás aguantaron muchos años sin quejarse, sin hablar. Mi mamá se volcó aún más a la religión, sólo así pudo tolerar la muerte de su hijo. Compré esta casa frente a una iglesia y la llamé Casa de Paula para traérmela a vivir conmigo, pero no aceptó, y lo lamento; quiso ser independiente hasta el final.
A Jan le dedico casi todos mis libros, fue como perder a mi hijo. En mí se enmarañaron todos los sentimientos".

Ese libro se sumó al éxito de Hasta no verte Jesús mío (1969), que dibuja la brutalidad de la miseria, basado en la vida de Josefina Bórquez "La persona que más ha influido en mi vida después de mi madre"-, una lavandera rejega y supersticiosa que conoció en una vecindad en 1959. Cada miércoles, iba a verla.

"Me costó mucho trabajo ganarme su confianza, me ponía a lavar overoles con gasolina sobre una tablita acanalada y, como no los podía manejar, me decía que era yo una catrina que no servía para nada. Cuando estuve en Europa con Mane en 1964, ella iba con los evangelistas a dictarles cartas para mí, no sabía leer ni escribir. Josefina me dio todo, yo punto menos que nada".

La leyenda de Elena ha ido creciendo con los años. La conciencia de clase, la tenacidad, el deseo de denunciar mezquindades, su condición de mujer, y el doloroso silencio de sus pecados, impulsaron a Elena a refugiarse en los márgenes de la vida, a dar voz a las víctimas y a los perseguidos, y a escribir más de 40 libros que abarcan todos los géneros y le conceden un lugar relevante en las letras mexicanas.

Fue ella quien impulsó, por ejemplo, la creación en 1966 de la Editorial Siglo XXI como una confrontación a Gustavo Díaz Ordaz, quien expulsó a Arnaldo Orfila, director del FCE, por publicar Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, obra que según las autoridades denigraba a México y favorecía la revolución socialista. Elena prestó a Orfila su casa en La Morena 430 para crear la editorial.

Al hacer el balance de su vida, Elena acepta que le ha faltado libertad y vivir la pasión del amor. A Haro lo quiso y admiró, pero la juzgaba con dureza.

"Me criticaba: no me veas con esos ojos de borrego. Nunca estuve a su altura, necesitaba interlocutores de otro nivel. Eso sí, quería que estuviera dedicada a él, que lo atendiera, le disgustaban las feministas que me buscaban. Enseñó a mi hija a decir públicamente que su madre era femenina, no feminista. Repetía que los periodistas se dedicaban a eso porque habían tronado en todas las carreras universitarias".

En 1976, Elena escribió Querido Diego, te abraza Quiela, como una oda al silencio en pareja, una forma de pedirle atención a su esposo, a través de las cartas imaginarias que Angelina Beloff le escribió a Rivera.

"A Guillermo no le gustó, dijo que era un tarro de melcocha".

Si algo lamenta es no haberse querido lo suficiente, no haber sabido defenderse de sus demonios.

"Mi sueño recurrente ha sido salir volando por la ventana. Me he asfixiado solita... He trabajado demasiado, quisiera tener tiempo para mis libros y mis pendientes, ser una mujer libre, he sido demasiado abnegada y cumplida, en la política y en el amor. Quizá hasta mi entrega obsesiva a López Obrador ha sido parte de esto mismo".

No se siente mujer de éxito.

"Como todo lo hago a partir del periodismo, sé que uno está al servicio de, hay que hacer antesala, temer si a uno lo recibirán o no, esperar a que no destruyan los editores el trabajo... El periodismo es una lección de humildad, uno no parte plaza".

Agradece tener tres hijos que la guían: "mamá, sintonízate", y 10 nietos "que comen chocolate y pagan lo que deben". Está cansada de su "militancia compulsiva" que, dice, terminará con las elecciones: "No me interesa tener un hueso".

La conversación la dejó muy asustada. Tiene fe en que servirá para quitarse los grilletes, ventilar su camino y ser más libre. Mientras tanto, sigue escribiendo en libretas de taquigrafía su novela sobre los Poniatowski, otra sobre Lupe Marín y una biografía de Guillermo Haro. Pide lucidez para terminar y quiere que, cuando la pluma se le seque, la entierren junto a su hermano Jan, que la espera bajo la sombra cómplice de una jacaranda.

La Conexion Poniatowska con los Bush


InterContinental Hotels & Resorts and the U.S. Fund for UNICEF hosted Houston’s second annual Designs of Hope gala at the InterContinental Houston hotel.
The event, which raised $500,000, benefited UNICEF programs that provide care and support for orphans made vulnerable by HIV/AIDS. UNICEF Ambassador Jane Curtin served as Mistress of Ceremonies and Broadway Star and GRAMMY Award winning songstress Michelle Williams entertained the loyal and dedicated crowd. Famed two-time Academy Award and GRAMMY Award winning composer/lyricist Richard Sherman was on hand to perform a medley of his most famous songs from such productions as Mary Poppins, Chitty Chitty Bang Bang, Aristocats and Jungle Book. He ended his set with It's A Small World, a song he created in 1964 and dedicated to UNICEF.
Dr. Carolyn Farb served as the event’s chairperson. Former President George H. W. Bush and Barbara Bush and Richard M. Sherman were the recipients of UNICEF/Houston’s Gold Medallion of Honor. Honorary Chairpersons were The Honorable Joanne King Herring and The Duke and the Duchess de Gramont. Youth Chairs were Ashley Bush and Leila Ladjevardian.



George Bush y Ashely Bush


Maria Bush,Ahsley Bush y Neil Bush
American Ballet Theatre hosted its inaugural Noche Latina: A Celebration of ABT’s Spanish and Latin American Dancers at the Metropolitan Opera House. ABT’s Spanish and Latin American Principal Dancers appeared onstage together for the first time for a special performance of Le Corsaire. The evening also marked the great Angel Corella’s 10th anniversary as a Principal Dancer with American Ballet Theatre. After the performance there was a Supper and Fiesta on the Grand Tier.
Honorary Chairs were Oscar de la Renta and Emilia Fanjul. Co-Chairs were Jacqueline Weld Drake and Lewis S. Ranieri. Vice-chairs were Arlene and Harvey Blau, S. Ranieri, Vivian Barral Chambers, Veronica Hearst, Carolina Herrera, Dayssi Olarte de Kanavos, Michael McCadden, Madeline Eckett Oden, Ines Rivero, and Mark Wainger.
ABT’s Latin Principal Dancers were Julio Bocca, Jose Manuel Carreno, Angel Corella, Herman Cornejo, Paloma Herrera, and Xiomara Reyes.
Among the guests for the evening: Francisco Costa, Blaine Trump, Pepe Fanjul, Patricia Cisneros, Angel Sanchez, Susan Fales-Hill, Narciso Rodriguez and Paul Kanavos, as well as Ambassadors Juan Manuel Egea Ibáñez (Spanish Consul General) and Juan Antonio Yáñez-Barnuevo (Spanish Ambassador to the UN), Ministers Alejandro Bertolo (Deputy Consul General, Argentina), George Monteiro Prata (Deputy Consul General, Brazil), and Counselors Fernando Cervetto and Luis Pablo Maria Beltramino (Argentina).
Countrywide Financial is the National Sponsor of American Ballet Theatre. Northern Trust is the sponsor of ABT’s 2006 Spring Season at the Metropolitan Opera House. Saks Fifth Avenue is the Leading Corporate Sponsor of American Ballet Theatre’s Costume Fund. Major funding has also been provided by the National Endowment for the Arts, the New York State Council on the Arts, a state agency, and the New York City Department of Cultural Affairs. For more information visit www.abt.org.
These people really believe they are royalty. No wonder George thinks he is King. I'm so sick of them all.








1. Ashley Bush was escorted by Prince Ashley Poniatowski. Miss Bush prefers theatre to politics and wants to become an actress. Ralph Lauren designed her elegant periwinkle blue gown for her.

New York Social Diary
Paris, France 2005
by R. Couri Hay





Miss Bush was a vision in a periwinkle blue gown with a train by Ralph Lauren, and a pearl tiara by Mikimoto Her 21-year-old sister Lauren Bush wore a black Ralph Lauren gown with an opera length strand of pearls. Her beau is David Lauren, the son of Ralph Lauren.


Paris, France 2005
by R. Couri Hay


‘Tis the season for the world’s loveliest young girls to begin blossoming into young women. This rite of passage is known as “coming out “ as in making one’s formal “ debut” into high society.

These girls are called debutantes. Some became glamour girls of their generations such as Barbara Hutton in 1931, Brenda Frazier in 1938 and Jacqueline Bouvier,later Jackie Kennedy Onassis, in 1947 and Charlotte Ford in 1959.

In New York we have the Infirmary Ball where Cornelia Guest and Lydia Hearst-Shawcame out and the International Ball which has one debutante representing her country from all over the world. It’s thought that Ashley Bush, the niece of President George W. Bush, the granddaughter of George H. W. Bush and the younger sister of Lauren Bush will be asked to represent America next year.

These balls both happen at Christmastime at the Waldorf-Astoria. I escorted Blandy Uzielli to the Infirmary Ball the same year Cornelia came out. I was also the escort for Cornelia, along with director Jack Hofsiss at her own dance in Long Island. Cornelia scandalized Long Island society by wearing a black and silver mini dress by Fabrice while the other girls wore traditional white princess dresses. Naturally she was a sensation. Fashion columnist Eugenia Shepard who wrote for the New York Post dubbed her the “Deb of the Decade” and Suzy a.k.a. Aileen Mehle proclaimed her the only Deb who mattered. Cornelia was a deb with portfolio. Her godparents were the Duke and Duchess of Windsor, and she is a distant cousin of Winston Churchill. Her grandmother Amy Phipps was a steel heiress was once named the eighth richest woman in the world and her mother the legendary society and style icon C.Z. Guest, a Boston Brahmin who was the glamour girl of her generation. Her father was the famed polo player Winston F. C. Guest.
We didn’t see a debutante of this magnitude until 2000 when Lauren Bush, Lydia Hearst–Shaw, and Amanda Hearst made their debuts in Paris at the Le Bal Crillon des Debutantes which not only launched their social careers but also their modeling careers. This year it was Ashley Bush who took the crown in Paris at 16, which means she’ll reign for at least three years until she makes her official debut at 18 in New York.
Ashley Bush with Prince Ahsley Poniatowski
Miss Bush was a vision in a periwinkle blue gown with a train by Ralph Lauren, and a pearl tiara by Mikimoto Her 21-year-old sister Lauren Bush wore a black Ralph Lauren gown with an opera length strand of pearls. Her beau is David Lauren, the son of Ralph Lauren.

I attended the ball with the girls’ mother Sharon Bush who wore a divine green velvet column by Naeem Khan and her own blinding chandelier diamond earrings. Other New Yorkers at the ball included John deNeufville, Vogue magazine contributing editor Alexandra Kotur, Teen Vogue Editor Kimball Hastings, Vanity Fair Editor Punch Hutton, and celebrity modeling agent Christine Schott who was checking out this years crop of girls for potential modeling contracts. Schott represents both Lauren and Ashley Bush and Amanda Hearst.

Once upon a time, aristocratic young ladies
from the United Kingdom waited breathlessly for their eighteenth birthday. It was then that they were presented to His or Her Majesty, the King or Queen of England. After that the season’s all important balls began. This Anglo-Saxon tradition of being presented at court ended in 1958 but there are still important balls in London, New York, Boston, Philadelphia and New Orleans. The two Southern balls take place during Mardi Gras and called are called Comos and Rex, Comos being the crème de la crème of the two.

I was an escort the year that Caroline Kennedy was there. My first time as an escort was in Boston at Pamela Wicks’ Ball when I was 16. The debutante balls were as important a ritual for young men as for the young girls. They were an ad hoc graduate course in polite behavior, chivalry and ballroom dancing, the final test of the skills you were taught in dancing school. Mine was the last generation of boys who had to wear white gloves at the cotillions. This was done so as not to get the girls all icky when we started to sweat while being humiliated on the dance floor as the girls who are always better dancers.

There’s nothing on the planet quite as beautiful as a young girl making her debut into high society. When this is done on an international level it’s inspiring. Chic French PR princess Ophélie Renouard re-invented this British tradition and adopted it to the modern world in 1991 in Paris. It is now one of the most dazzling social and fashion events on the international calendar.
The final presentation of the debs
Le Bal Crillon des Debutantes in Paris is a unique forum for the presentation of the world’s most eligible young ladies. The ball is also referred to as the Le Bal de Haute Couture, because it is also a catwalk of the endless creativity of France’s top couturiers including Christian Dior, Chanel, Karl Lagerfeld, Gerald Watelet, Dominique Sirop, Stephanie Saunier, Monique Lhuillier, Atelier, Didier Ludot, Franck Sorbier, Jean-Louis Scherrer, Natan, Jean Paul Gaultier, as well as a select few American designers including Ralph Rucci, Zac Posen, and Ralph Lauren.

Le Bal benefits the Saint Lazare, the humanitarian organization that helps the under privileged in more than thirty countries who are sick and have been rejected by society.

France's Haute Couture Houses, Champagne Tattinger, Baccarat, the Crillon Hotel and the jeweler Mikimoto join forces to present the "Paris Haute Couture Ball". Mikimoto has been the patron of the Crillon Debutante Ball since 1996. Its founder, Kokichi Mikimoto, is the creator of the cultured pearl and on this fairytale night, the 23 Debs wear the house’s jewelry. Some of the girls wear tiaras, which makes them look like princesses out of a storybook.

Le Bal de Crillon celebrated its 15th anniversary this year. It takes place in the reception rooms of the Hotel Crillon which is one of the grandest and most historic establishments extant in Paris. Staying in their gracious rooms and living in there hallowed allows the visitor a rare opportunity to step back into a time, when elegant living and impeccable manners were important and worthy goals in and of themselves.
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The Hotel de Crillon is a rare jewel in the heart of Paris. It is a perfect combination of history, beauty, art, service, and cuisine. It was commissioned by Louis XV in 1775. The hotel'
s name refers to the Count of Crillon also known as Francois-Felix Dorothee Berton des Balbes who acquired the mansion in 1788. It was seized during the French Revolution by the government. Just beyond its door in what is now the Place de la Concorde, the Bourbon king and queen lost their heads of the guillotine of the Terror.

The property was returned to the Crillon family in 1907. The hotel has 103 rooms, 39 suites and 5 luxurious penthouses and retains the intimate atmosphere of a private residence. The reception dining rooms overlook the magnificent Place de la Concorde, which was built by Jacques Ange Gabriel, Louis XV's architect. The construction began in 1754 and was completed in 1763, and it was originally called Place Louis XV. The initial purpose of the Place was to hold a statue of Louis XV on a horse.

The Crillon is part of the Taittinger Group, and was acquired by Starwood Capital last fall, and thankfully they are committed to the keeping up the tradition of Le Bal Crillon des Debutantes. Mr. Russell Sternlicht, the dashing brother of Starwood Capital Group founder and CEO Barry Sternlicht, is the managing director of this esteemed establishment, and this year hosted the Ball with his wife and SAR Prince Charles-Philippe d’Orleans, along with Vanity Fair photographer Jonathan Becker who was the evening's master of ceremonies.












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